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lunes, 20 de abril de 2015

RE16 Un paseo por la playa

A Nuria le gusta ir con su perro a pasear. Le encanta verle disfrutar del paseo, sobre todo si es lejos de la ciudad y el coche supone un aliciente más para hacer que la tarde se vuelva divertida.
Recordó una playa a la que solía ir de niña, cuando llegaban las vacaciones de verano y sus padres deseaban desconectar del bullicio típico de las urbes. Le gusta la idea de volver a aquella playa, ahora que el sol calienta un poco más y seguramente nadie la molestará.
Prepara las cosas y las baja al coche. Sube de nuevo y coge a Nanook, su travieso cachorro de husky, del que se enamoró por sus ojitos azules y su incesante inquietud, sobre todo para el juego... Nanook es el "novio" perfecto para ella; es guapo, tierno y está pendiente de ella en todo momento.
Nuria no tiene nada que decir. En cuanto Nanook ha visto que ha cogido el arnés, da saltos enérgicos para que ella se lo ponga de inmediato... Sabe que eso equivale a salir... y en coche nada menos.
Nada más que se lo ha colocado, sale disparado a la puerta, sin dejar a la pobre Nuria tiempo para dar un último repaso al piso. Una última verificación de que todo está correctamente recogido, cerrado o apagado.
Nuria abre la puerta y el travieso Nanook sale como una centella para pararse delante del ascensor. Mira a su dueña pidiendo que no demore más la llamada al elevador... Está ansioso por subirse al coche.
Unos cuantos giros de llave y toca el botón de llamada del ascensor.
En unos segundos, la puerta se abre y el perro se cuela fugazmente. Entra, pulsa el botón del sótano y el ascensor empieza a bajar.
Animado por la motivación, el perro da vueltas alrededor de Nuria. No puede estar quieto. Es superior a él. Se para el ascensor y en cuanto las puertas se abren lo justo para que el perro pase por ellas, sale del ascensor directo al coche de Nuria.
Abre la puerta de atrás del coche, ayuda a subir al perro, lo engancha en el cinturón y luego ella se pone al volante, arranca el motor, circula por el garaje y sale a la calle, toma el rumbo indicado y empieza a cantar con la música de la emisora, como acostumbra a hacer cuando se dirige al trabajo.
Es un viaje corto, pero a Nuria le trae muchos recuerdos de la infancia.
Poco queda ya de aquellas tiendas que solía visitar con su madre cuando la acompañaba a hacer las compras. Y de la gente que se sorprendía de lo bonita que era aquella niña de coletas, pecosita y de ojos preciosos que llamaba tanto la atención.
Llega al aparcamiento de la playa y está prácticamente desierto. Tan sólo algún coche y un par de furgonetas de surfistas son los únicos habitantes del parking.
Nuria abre la puerta y suelta a Nanook quien, como un loco, baja del coche y esprinta varias veces en la arena cercana, dejando claro, a la intuición de Nuria, de que desea llegar lo más pronto posible al agua.
Después de coger la mochila que ha preparado en casa, Nuria se dispone a atravesar el paseo de madera que lleva desde el aparcamiento hasta el final de las dunas, donde desemboca en la playa.
Nanook no puede esperar y pronto deja atrás a la dueña, haciendo caso omiso de las llamadas de Nuria, que resignada, continúa avanzando por el paseo mientras ve alejarse al perro.
Por fín Nuria llega a la playa, se descalza y entierra los pies en la arena. Decenas de recuerdos le llegan a la memoria. La invade una felicidad que la envuelve por completo y hace que se pierda en los recuerdos.
Cierra los ojos y respira bien hondo. El olor a salitre la trae más recuerdos aún. Siente cómo se le eriza la piel.
No pensaba que fuese a ahogarse en la melancolía, pero esa felicidad le propina una lágrima de júbilo que se desliza lentamente por la mejilla hasta la comisura de los labios, donde por cosquilleo, Nuria se la quita con la mano, aunque no le importa si le cae alguna más.
Mira a su alrededor y poca actividad hay en la playa, así que decide dar un paseo a lo largo, para que Nanook se canse y pueda dejarla leer un poco a la vez que se broncea la piel tumbada en la toalla.
Camina entre recuerdos, mientras Nanook juega con las olas que llegan a la arena. Se moja las patitas y ladra animosamente al agua. Quizás el mar quiera jugar con él.
Según van acercándose al final de la playa, allá donde se cierra el acantilado, el cachorro se pone en alerta, vuelve a jugar con el agua y, de repente, de nuevo en alerta.
Esto desconcierta a Nuria.
Siguen caminando y, entre las rocas, en un pequeño claro de arena dura, hay un hombre ejercitándose. Tiene el torso descubierto, sudado y bien definido. Tiene el pelo muy corto y moreno, barba de varios días y tiene el semblante de un hombre serio y seguro. Lleva un pantalón blanco de pernera corta y un cinturón rojo, que cuelga a la altura de las rodillas y se mueve, oscilantemente, con los movimientos.
Está tan concentrado que no se ha percatado de que Nuria está en las proximidades observandolo, medio atontada, cómo ejecuta movimientos explosivos de algún tipo de arte marcial.
Es el tipo de hombre que le gusta a Nuria. El tipo de hombre que protagoniza las películas de acción, son guapos, sanos, visten trajes y tratan bien a las mujeres. Ese tipo de hombre con el que Nuria sueña encontrarse algún día, que al nombrarla se le ponga la piel de gallina, se sienta protegida entre sus brazos y que sea apasionado en la cama.
Nuria ya se había hecho un perfil de su hombre perfecto, pero ninguno de los que se había cruzado en su vida correspondía con ese perfil.
Sólo había encontrado fumadores, bebedores, jugadores, puteros y una larga lista de hombres que le recordaban a los maridos de las marujas de su barrio. Hombres que, para ella, no valen nada, por mucho dinero que lleven en su cartera.
Nanook, como perro juguetón y curioso que es, no tarda en mostrar sus dientes al cinturón de ese hombre, con lo que él  deja sus ejercicios y juguetea con el cachorro, que sin dudarlo, se presta a seguirle el juego.
A Nuria le enternece la escena. Los mira complacida y siente un cosquilleo subir por el interior de las piernas. Se sonroja y, a la vez, no puede contener la risa.
Él se da cuenta de que Nuria está cerca, parapetada tras una roca, observando cómo juega con el cachorro. Se dirije hacia ella sin borrar esa sonrisa y Nuria comienza a sentirse frágil. Teme que las palabras no le salgan de los labios ante la presencia de su soñado héroe, convertido en realidad.
  - "Tu perro es muy juguetón. Es de esos que no se cansan nunca, ¿verdad?".
Nuria quiere contestar, tiene un montón de ideas fluyendo torbellinamente por su cabeza, el deseo, la presencia, el brillo de su piel sudada al sol, un todo por nada...
  - "Si. Nanook es así".
Acierta a decir Nuria.
Se siente cohibida y se la nota. Se sonroja aún más y eso la pone más nerviosa... Él quiere tranquilizarla.
  - "¡Encantado, Nanook! - dice cogiendo en brazos al perro - Yo soy Raúl".
El cachorro se pone cariñoso y lame la cara de Raúl, como suelen hacer los perros con sus dueños. Nuria se ablanda aún más.
  - "¿Y qué te trae por esta parte de la playa, dueña de Nanook?".
Nuria está a punto de derrumbarse.
Quiere salir corriendo tan rápido a través de las rocas como hace el cachorro con las puertas, pero está, a la vez, tiesa de la impresión.
  - "Solo paseaba..."
  - "Ammm... ¿Y te apetece seguir paseando?. Yo llevo entrenando un buen rato y me apetece tomar un descanso".
  - "Claro".
Ambos comienzan a caminar juntos de vuelta sobre los pasos de Nuria.
Raúl lleva las manos atrás, agarrándose una por la muñeca, dejando un hueco entre sus costillas y su codo, por el que Nuria ansía meter su brazo e ir cogida de Raúl... pero no se atreve.
Raúl habla con franqueza y se denota que no trata con rudeza. Usa un tono suave pero firme. A Nuria le enamora su voz.
Caminan juntos y la conversación es amena y agradable.
Nuria se deja llevar y hace el ansiado gesto. Raúl continúa conversando.
Nanook no cesa de correr de un lado para otro, alrededor de ellos y jugando a mojarse.
Raúl suelta la muñeca, dejando caer la mano donde Nuria va agarrada a él porque quiere poner énfasis en un detalle de una anécdota graciosa.
Su mano cae y Nuria pierde la esperanza de volver a abrazarse a Raúl.
Antes de que pierdan el contacto, Raúl agarra con suavidad la mano de Nuria y entrelaza sus dedos con los de ella. Nuria se deja hacer a la vez que respira tranquila. Quiere seguir así el resto de la tarde. Agarrada a ese hombre tan atento, tan agradable y que ha tenido la suerte de conocer.
Llegan al final de la playa y él se despide. Quiere coger el coche, regresar a casa y darse una ducha reconfortante.
Nuria no quiere dejar que se marche, pero tampoco puede frenarle... Al fin y al cabo, acaban de conocerse. No puede hacer nada más.
Su cara pasa a ser larga y triste.
  - "Es una pena que tengas que irte. Me gustaría volver a verte".
  - "A las 9 en el restautante que hay en el acantilado. ¿Te parece bien?".
Nuria está atónita. Sin saber cómo, Raúl la ha invitado a cenar. Se siente afortunada y acepta sin reservas.
Nuria se despide de Raúl con un sencillo "hasta luego" al que preferiría adornar con algo más, pero piensa que puede estropear ese momento mágico y se retira con una sonrisa, volviendo sobre sus pasos con Nanook, quien no ha dejado de jugar en ningún momento.
Nuria está felíz, radiante, sonríe como una adolescente y tiene ganas de cantar.
Ya un poco más alejado, Raúl se gira para verla de nuevo. Ha querido ser cortés y recatado, pero le ha costado mucho reprimir sus sentimientos. Lo ha hecho con templanza.
Está muy enamorado de Nuria. Ha sido flechazo a primera vista. Una mujer tan bonita y tan cariñosa no se encuentra tan facilmente.
Se contuvo cuando ella le cogió del brazo, pero sufrió mucho al tener que reprimir sus ganas de tenerla más cerca cuando la cogió de la mano.
Raúl se pone una camiseta y una chaqueta de chándal después de secarse el poco sudor que le quedaba con una toalla. Sube al coche y mira por última vez hacia la playa. La ve jugar con Nanook. Ella está felíz, y él sólo puede estar enamorado.
Raúl ha llegado a casa, acaba de salir del baño, después de ducharse y afeitarse, y se dispone a vestirse.
No tiene muy claro qué ponerse... Duda sobre la camisa y la corbata. Si lleva corbata quizás ella aparezca con algo más informal, pero sin corbata desentonaría si a ella se le ocurre llevar un vestido largo...
  - "¡Qué desastre!", piensa en voz alta.
Nuria también ha llegado a casa. Ha preparado agua y comida para Nanook y se ha ido a tomar un baño relajante. Después se ha peinado y maquillado a conciencia. Quiere estar atractiva para él.
Está frente al armario, mirando la ropa y no sabe qué llevar.
Si va informal puede que a él le parezca poco serio y, si lleva un vestido largo, quizás sea demasiado para una velada entre desconocidos...
  - "¡No sé qué ponerme!", grita de rabia la pobre Nuria...
Son casi las nueve y Raúl ya ha llegado al restaurante.
Se decidió por unos zapatos negros, un pantalón de pinzas, una camisa azul suave, una corbata de estampado informal con medio Windsor en el cuello y un chaleco de punto fino, que le da una apariencia de hombre recio, a la vez que juvenil.
Está esperando en la entrada del restaurante, con un ramo pequeño de rosas rojas en la mano.
Ha aparcado frente a la floristería de su barrio y ha tenido la idea de agasajar a Nuria con ese pequeño detalle.
Los dueños de la floristería conocen a Raúl desde niño. En alguna ocasión, Raúl les ha ayudado en el reparto y en la tienda cuando alguno de ellos no ha podido hacerlo por enfermedad. Raúl siempre ha sido un buen vecino.
Nuria llega al aparcamiento del restaurante en el coche de una amiga, compañera de trabajo, a la que ha tenido que pedir ayuda para elegir la ropa.
Lleva zapatos de tacón bajo, un pantalón largo, una blusa satén y un pañuelo verde estampado, que hace resaltar su melena pelirroja.
Está muy atractiva y llama la atención a su llegada. La gente que está en el restaurante la admira. Los camareros se disputan la mesa en la que se va a acomodar como si fuese a cenar una modelo de pasarela.
Nuria se siente cohibida por ser el centro de atención. Siempre había pasado inadvertida, pero ahora era el punto hacia donde se dirigían todas las miradas...
Raúl también está impactado. Se encuentra como en un sueño, en la que la chica más guapa se dirige hacia él y le llama por su nombre.
Se pellizca disimuladamente el antebrazo para confirmar que no está soñando... pero es real. Nuria es definitivamente la mujer de sus sueños.
Nuria, visiblemente emocionada, llega a la altura de Raúl, que la recibe con el pequeño ramo de rosas.
Raúl desea besarla, al igual que Nuria desea besarle a él, pero un comedido beso en la mejilla es el único paso posible en este momento. Y lo da.
Nuria se siente ahora como una princesa. Raúl coge su mano, indicando que quiere que ella le coja del brazo y, dirigiéndose a uno de los camareros, pide que le acompañen a la mesa que él ha pedido.
La mesa está preparada para los dos. Está situada en una esquina, con vistas al mar, apartados de todos los comensales por dos o tres mesas alrededor. Tienen intimidad suficiente.
Nuria sigue en su nube de color rosa...
La cena es amena. Entremeses, primer plato, segundo plato, conversación agradable y miradas de complicidad. Todo ocurre según las leyes del universo.
El postre es más divertido. Risas, anécdotas increíbles y, como no, el pequeño Nanook es el protagonista ausente. El incidente de esta tarde ha salido a la luz, y ambos no pueden ocultar sus verdaderos sentimientos.
  - "¿Te apetece volver a pasear por la playa?".
La oferta de Raúl es realmente romántica, y Nuria acepta. Ella no desea bajarse de esa nube caprichosa en la que está viajando desde esta tarde...
Raúl pide la cuenta y, tras los trámites, salen por la puerta del restaurante bajo las mismas miradas que recibieron a Nuria a su entrada en el local...
Nuria y Raúl atraviesan el aparcamiento cogidos de la mano. Esta vez el gesto ha sido natural, no fué forzado ni precipitado. Como si llevasen haciéndolo mucho tiempo.
Raúl se para delante de su coche, abre la puerta del pasajero e invita a Nuria a subir.
Recorren el trayecto que va hasta la playa y Raúl deja el coche justo donde se despidieron esa misma tarde.
Nuria se descalza y deja los zapatos y las medias en el coche. Raúl hace lo mismo con sus zapatos y los calcetines.
Raúl abre la puerta de atrás y saca una bolsa con lo que parece una manta... Nuria está intrigada, pero no pregunta.
Sorpresa tras sorpresa... Es todo tan perfecto que Nuria no sabe si creérselo o no.
Raúl coge a Nuria de la mano y caminan por la arena juntos, como esa misma tarde.
Continúan conversando mientras atraviesan la playa hasta llegar a donde Raúl entrenaba, junto a las rocas.
Raúl coge la manta y la extiende. Debajo de esa manta hay otra, la cual también saca, pero deja sin desplegar. En el fondo hay una botella de vino y unas copas.
Ayuda a Nuria a sentarse en la manta, descorcha la botella, sirve vino en una copa y se la ofrece a Nuria. Él se sienta a su lado y se sirve vino en la otra copa.
La noche está estrellada y la luna llena ilumina con intensidad la playa. No hace frío y el vino es de buena cosecha.
La conversación continúa entre anécdotas y recuerdos de la infancia. Nuria se arrima a Raúl y apoya la cabeza en su hombro. Se encuentra a gusto.
Raúl piensa en que es un buen momento para abrazarla, así que pasa el brazo por detrás de Nuria y posa su mano en la cintura, animando a Nuria a pegarse más a él.
Tras dos o tres copas más de vino, Nuria está casi fuera de sí. El vino se le ha subido a la cabeza, pero no quiere que Raúl se dé cuenta. Ríe tontamente las gracias de él.
A Raúl también se le ha subido el vino. No está acostubrado a beber alcohol por ser un buen deportista y ésta es la primera vez que bebe vino después de mucho tiempo desde que consumió alcohol por última vez.
Desea besar a Nuria, pero no puede hacerlo, debe mantener la compostura hasta que ella decida el momento.
Nuria se ha envalentonado por efecto del vino y le pide a Raúl que le enseñe alguna "maña" para hacer frente a cualquier hombre. Se levanta e incita a Raúl a que haga lo mismo.
Raúl se levanta y le da indicaciones a Nuria para que coloque los pies entorpeciendo y anulando el movimiento de los suyos, haciendo que, acompañado de un empujón, el adversario pierda el equilibrio y caiga al suelo.
Nuria va paso a paso siguiendo las indicaciones de Raúl, hasta el momento del desequilibrio, en el que Nuria cae junto con Raúl sobre la arena.
Raúl, para evitar que Nuria se haga daño, la abraza y acaban rodando, quedando Nuria con su hermosa melena extendida sobre la arena y Raúl sobre ella, rodeándola con sus brazos.
Ambos ríen cara a cara. Raúl le pregunta a Nuria si está bien y continúa riendo. Se miran y las risas cesan...
Se miran y remiran, mientras él, presa de un deseo irrefrenable, va acercando más su cara a la de Nuria, hasta que lentamente posa sus labios en los de ella.
Raúl ha deseado este momento y, a pesar del estado de embriaguez, quiere hacerlo bien.
Acaricia con suavidad los labios de Nuria con los suyos.
Se besan despacio, pero apasionadamente...
Nuria ansiaba ese desenlace y no deja pasar la oportunidad de sentirse deseada.
Posa sus manos sobre la cabeza de Raúl, guiándole hacia un lado a la vez que ella gira su cara al lado contrario, dejando descubierto su cuello, al que él se dirige con decisión, apartando con la nariz el pañuelo que ella continúa llevando y besando con suavidad la piel del cuello de ella, quien suelta un suspiro de placer.
Él chupetea la piel de su cuello y eso la está haciendo enloquecer aún más. Le desea y está lo suficientemente ebria para apostar por un "cuerpo a cuerpo" sobre la arena... La idea la está excitando y no reparará en insinuaciones para que su sueño se convierta en realidad.
Raúl la desea fervientemente y teme que sus ansias por poseerla sean motivo suficiente para perderla... y es un riesgo que no debe permitir que ocurra... No puede prescindir de vivir sin ella desde ahora.
  - "Nuria... yo... quiero que sigas siendo parte de mi vida. Quiero que seas la estrella sobre la que gire mi universo..."
Raúl no tiene idea que sus palabras dejan una honda huella en el corazón de Nuria.
Ella siente como si un huracán pasase por su pecho y se lo arrancase violentamente. Se da cuenta de que él está tan enamorado de ella, como ella de él.
Sus ojos desvelan que está emocionada, le mira con cariño y le regala un beso.
  - "¿Podemos volver a la mantita?", ruega Nuria con voz enternecedora.
Raúl no quiere moverse, pero la voz de Nuria es tan persuasiva que no puede negarle el deseo.
La ayuda a levantarse y se vuelve hacia la mantita donde dejaron el vino y las copas. Nuria aprovecha para despojarse del pañuelo que rodea su cuello y se desabotona un par de ojales, dejando entrever sutilmente el canalillo de sus pechos.
Raúl no se ha dado cuenta de ello hasta que no se gira para ayudar a Nuria a sentarse en la manta... Su aún ebria mirada se pierde, por un segundo, en el escote de Nuria.
Ella se da cuenta y, agarrando la corbata de Raúl, lo atrae hacia ella, llevando la cara de él hacia el tan codiciado escote. Él se deja llevar y abre suavemente la blusa de Nuria antes de que ella le haya arrastrado totalmente hacia su pecho.
Aplasta su cara contra el pecho de Nuria y lo besa repetidamente mientras la abraza delicadamente pero con firmeza. Ella le suelta la corbata y posa sus manos sobre su pelo. Juguetea y enreda a la vez que gime apasionadamente.
Raúl quiere desnudarla allí mismo y hacérselo hasta caer rendido en sus brazos, pero no quiere precipitarse. Quiere tomarse su tiempo y dejar que ella marque el ritmo.
Nuria acerca sus labios al oído de Raúl y le susurra que se tumbe en la mantita. Él no se hace de rogar y se tumba en la manta, esperando que ella vuelva a sus brazos... Espera en vano.
Nuria se sienta sobre sus piernas y empieza a desabrocharle el cinturón, le quita el botón del pantalón y le baja la cremallera, dejando al descubierto el abultado boxer que aún guarda el secreto masculino. Desliza el pantalón hasta la altura de las rodillas y hace lo mismo con el boxer, quedando el erecto miembro de Raúl desprotegido ante los deseos de ella.
Aparta su melena a un lado y comienza a besar el pene de Raúl con mucha suavidad... Raúl sufre de deseos, pero sabe que el juego ha comenzado y no puede pararlo.
Tampoco quiere hacerlo.
Nuria desliza sus labios a lo largo del miembro erecto, ayudándose de la lengua para ensalivarlo y humedecerlo, logrando que el roce de sus labios se produzca con más suavidad e intensidad.
Pequeñas gotitas de semen salen del prepucio y Nuria las degusta con pasión. Sabe que el dulzor la provoca más deseo y lubrica mucho más. Traga las gotitas mezcladas con la saliva. Nota cómo sus pezones se endurecen y sus pechos empiezan a oprimirle seriamente el sujetador...
El calor que siente Nuria en su interior, provoca que se quite la blusa a la vez que continua succionando el pene de Raúl.
Él consigue pronunciar algunas palabras entre jadeos, para pedirle a Nuria que se gire y, así, llegar a acariciarla entre las piernas. Sabe que con esas caricias puede conseguir excitarla mucho más mientras continúa jugueteando con su pene.
A Nuria le puede el calor. El pene de Raúl está muy húmedo y consigue que resbale hasta su garganta... Necesita hacerlo más suyo.
Raúl está desesperado de pasión. Quiere poseerla y la mamada de Nuria está volviéndole loco por momentos.
Las caricias la están provocando que humedezca seriamente las braguitas que lleva, así que se desabotona el pantalón y deja que él la desnude.
Raúl coge a Nuria por la cintura y, a la vez que acaricia la piel de Nuria, va bajándole el pantalón y las braguitas, hasta que deja a la vista la entrepierna de ella, que brilla a causa de la extensa humedad y brilla como el rocío en la madrugada... Nuria colabora sin dejar de jugar con el pene, consiguiendo quitarse la ropa y ofreciendo a Raúl el espectáculo de su intimidad.
Deja bien abiertas las piernas para que él acceda sin límites. Raúl abre la boca y saca la lengua hasta el límite para regalarle a Nuria un lametón suave y caliente a lo largo de toda su abertura.
El flujo de Nuria es delicioso y Raúl continúa lamiendo la zona con dedicación.
Nuria está muy sensible. Ningún hombre ha dedicado tanta pasión a satisfacer su cuerpo como él. Está disfrutando cómo Raúl mete la lengua a las puertas de su vagina y abandona el pene para recrearse en el juego de Raúl.
Le desea.
Raúl lame con habilidad y provoca intensos jadeos en Nuria.
Ella necesita quitarse el sujetador ya. El juego la propina un extra de excitación y los pechos han aumentado considerablemente, se han endurecido y los pezones se han vuelto más sensibles. Se lo desabrocha y la libertad produce un nuevo subidón en Nuria.
Debe quedarse huérfana de placer para dar el siguiente paso.
Nuria se levanta y cambia de sentido. Mira a Raúl con lujuria y se posa sobre él. Sus lenguas intercambian salivas entre besos, mientras el pene de Raúl resbala sensiblemente dentro de la vagina de Nuria.
El movimiento del cuerpo de Nuria, junto con su respuesta, es muy claro. La penetración se hace muy profunda seguido por un jadeo suyo audible.
Atrae hacia su pecho la cara de Raúl y le invita a chuparle los pezones, al igual que hizo con sus labios vaginales.
Él mete una de las aureolas en su boca, mientras la abraza con fuerza, y succiona con un movimiento suave el pecho, a la vez que provoca que ella le arañe la espalda y le tire del pelo... pero no importa. Agarra con sus manos las nalgas de Nuria y combina eficazmente el movimiento de succión del pezón con el de penetración.
Nuria enloquece y pide que la folle con más fuerza. Exige sentir a Raúl tan dentro como sea posible... e incluso más.
Sin dejar de penetrarla, Raúl se incorpora un poco más y se gira, posando el cuerpo de Nuria con suavidad sobre la mantita.
Nuria lo abraza con los brazos y las piernas. Lo desea sólo para ella.
Raúl continua follándola con delicadeza y a ella le produce tanto calor y placer que cree ahogarse en sí misma... La tiembla todo el cuerpo. Siente cómo el pene de Raúl está provocando que el placer sea muy intenso y sus jadeos ahora ya son gemidos.
El calor de su cuerpo es inaguantable. Desea que la arranquen de sí misma, pero a la vez, no quiere que Raúl abandone la penetración... Todo es más intenso y los besos que él le regala en el cuello son todo lo que ella desea.
Nuria está fuera de sí. Siente cómo su cuerpo ya no responde a su voluntad. Ha perdido todo el control sobre él. Se abandona al placer y deja que todo ocurra, sin más.
Una explosión sensorial de júbilo inunda el cuerpo de Nuria, a lo que responde con un gemido largo y fuerte. El placer es intenso...
Lo ha soltado todo y una sensación de complacencia y de sosiego la bañan por completo.
Raúl no ha perdido el ritmo y continua follándola sin descanso. Sabe que Nuria ha tenido el orgasmo de su vida y se siente emocionado, pero a él aún no ha tenido la suerte de dárselo todo.
Nuria no quiere tener que abandonar el cuerpo de Raúl, y toma la decisión de apostarlo todo y hacer que sea inolvidable.
Abandona la penetración y retira a Raúl de su lado. Se voltea y ofrece a su héroe el mejor de todos los presentes que ha ofrecido a ningún hombre.
Raúl está impresionado. Es la primera vez que una mujer se ofrece tan decididamente a esa postura.
Suavemente posa el pene sobre Nuria, quien abre con sus manos las nalgas, dejando que la punta del pene de Raúl se posicione justo en el agujero.
Ahora ella manda en el juego de nuevo y se deja penetrar lentamente.
Poco a poco el pene se va introduciendo y hace la primera entrada muy despacio, para que Nuria esté cómoda con esa nueva sensación de placer que, casi inmediatamente, vuelve a inundar su cuerpo.
Se gira para ver el rostro de Raúl, que empieza a notar ese éxtasis que precede al clímax, y acaricia la espalda de Nuria, quien le devuelve el gesto con una sonrisa, a la vez que se muerde el labio inferior.
Raúl siente una gran presión en su interior, como si fuese a abandonarle el alma y le siguiese toda la sangre de sus venas. Quiere darlo todo, pero no desea hacer daño a Nuria, quien jadea suavemente a la manta el amor que siente por él.
Saca el pene y deja que su semen salga de un chorro sobre la espalda y las nalgas de Nuria, que no se molesta al conseguir que ese gran guerrero caiga rendido al lado de su cuerpo, jadeando intensamente la pérdida de todas sus fuerzas.
Nuria posa su cara sobre el pecho, que aún respira con fuerza, de Raúl, dejando que éste la tape con la otra manta que había llevado, por si ella sentía frío, y miran juntos el cielo estrellado.
La felicidad de enamorarse, se hace notar en ambos, cuando se miran, y sellan el fin de la batalla con un beso apasionado bajo la luz satén de la esposa del rey Sol.

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