Translate (Posts from originals in Spanish)

sábado, 11 de abril de 2015

RE08 Plan para dos

Quiero invitarte a cenar.
Llegar a casa y encontrarte tan encantadora como siempre, con tu beso de bienvenida y tu caricia en la cara, que me deja esa marca de cariño y despreocupación diaria al dejar mi jornada laboral.
Llevabas tiempo esperando este día, pues conocías de sobra la gran carga de trabajo de estas últimas semanas y eras mi valkiria particular, el regazo perfecto para mi descanso, y ahora ha llegado el momento de compensarte tu gran paciencia y el cariño entregado con la única respuesta de gruñidos, malas caras y rabietas que he expuesto para tí en estos días.
Hoy quiero que te sientas especial. Quiero que sepas que no soy malo ni grosero. Soy tu mejor amigo y tu confidente. Deseo compartir contigo un momento de tranquilidad, de intimidad, de tí y de mí a solas...
Quiero que te pongas guapa... o no. Déjalo para otro momento. Así estás perfecta. Sabes que no soy amigo de maquillajes, ropitas y decisiones por unos u otros zapatos... Coge tu abrigo y salgamos por la puerta.

El coche es nuestro primer lugar para intimar. Nos miramos y me sonríes. Nos volvemos a besar y soy yo quien te devuelve la caricia en la cara. Sabes que después de tanto tiempo juntos, sigo tan enamorado de tí como el primer día. Arranco el motor y nos dirigimos a nuestro destino. Al salir a la carretera, posas tu mano sobre la mía encima del pomo de la palanca de cambios, que está instalando la última marcha en la transmisión. Entrelazas tus dedos con los míos... Me siento afortunado y felíz.
Estamos llegando a nuestro destino y tú te enfadas conmigo medio en broma por no haber esperado a que te pusieras guapa... El restaurante está lleno de gente, algunos conocidos, y tú te sientes mal por no ir maquillada y bien vestida... A mí hoy no me importa cómo vayas... La gente nos mira extrañados, como con envidia. Saludo al cocinero, un buen amigo, y hablamos unos minutos con él.
Damos la sensación de que venimos muy a menudo... Parece que cenamos aquí todos los dias. Empiezas a sentirte algo más cómoda y menos avergonzada.
Nos sientan en un lugar apartado, con algo menos de luz y recogido. Nos dejan el menú y empezamos a mirar... mientras nos damos la mano de nuevo y nos acariciamos suavemente con los dedos. Una miradita furtiva sobre el menú y tus ojos me indican que soy el hombre que te hace sentirte protegida y felíz.
Pedimos y esperamos a que nos sirvan... Me vuelves a regañar por mi impaciente salida de casa, pero me miras con ojos de enamorada y eso derrite el último resquicio de dureza que quedaba en mí... Estoy a tu total disposición. Esta noche no puedo negarte nada.

Nos sirven la cena y empezamos a comer. A pesar de que cada uno tiene su copa para el vino, decidimos compartirla como hacemos en casa... La costumbre.
Continuamos comiendo y bebiendo mientras hablamos de mi trabajo, de nuestros sueños, de nuestros deseos... Nos acariciamos, nos besamos... No nos importan los demás. De hecho, ni siquiera me he fijado en que nos han estado mirando con cierta envidia... ¡Pobres infelices!.
El postre es casi demasiado para nuestros estómagos. Pedimos uno y lo compartimos también.
Vas repartiendo equitativamente: una cucharilla para tí, y otra para mí. Somos dos idiotas ensimismados en su propio mundo... compartiéndolo absolutamente todo. Pero dos idiotas felices. Por lo menos yo. Yo soy el más idiota, por no decir el único... Porque ya he perdido la cuenta de las veces que te he dicho que te quiero hasta ese momento.
Pido la cuenta. Pago sin pensar en el gasto... Hoy nada es más importante que tú.
Salimos del restaurante cogidos de la mano mientras que la gente nos sigue mirando con envidia...
Arranco el coche y tu mano vuelve a posarse sobre la mía. Volvemos a entrelazar los dedos. Incluso haces el esfuerzo de apoyarte sobre mi hombro mientras conduzco... Estás felíz y se te nota a leguas...

Pasamos por delante del hotel en el que pasamos nuestra mejor noche y recordamos aquél momento como si acabase de ocurrir... Me asalta una idea perversa... Creo que no llegaremos a casa... No por ahora.
Giro el volante sin brusquedad y me preguntas qué es lo que estoy haciendo. Mi silencio te incomoda. Llegamos al aparcamiento y te pido que salgas del coche. Dudas. Me desabrocho el cinturón, abro la puerta y salgo del coche. Me sigues. No sabes lo que está ocurriendo y me pides explicaciones.
Sigo callado.
Te doy la mano y sonrío, a la vez que te beso en la frente y te jaleo a que me acompañes.
Es un paseo corto, pero el tiempo es agradable y acompaña. Llegamos a la puerta del hotel y me frenas.
  - "No estarás pensando en entrar ahí, ¿verdad?"

Te cojo de la mano y te arrastro dentro del vestíbulo.
  - "Hoy estoy un poco loco... Y voy a hacer otra locura", suelto con una sonrisa medio diabólica.

Me dirijo al mostrador y pido una habitación para nosotros. Firmo, pago y te miro... Estás tan alucinada que tu cara lo expresa sin reservas...
Te arrastro al ascensor y subimos a la habitación. Sigues en ese estado de incredulidad y admiración. Entramos y abres los ojos como en aquella ocasión... Estás impresionada. Lo miras todo y recorres la habitación como una niña en un parque de atracciones. Quieres verlo y tocarlo todo.
Yo disfruto observándote, hasta que acabas tirándote encima de la cama, sonriente y fascinada.
Me siento a tu lado. Te levantas, me besas y vuelves a tumbarte, invitándome a seguirte.
Me recuesto a tu lado y te beso. Me acaricias y nos volvemos a besar. Un beso largo y dedicado.

Me disculpo. Debo ir al baño porque el vino está deseando salir de mi cuerpo. Me levanto y me dirijo al baño.
A mi vuelta, te encuentro tumbada en la cama, en braguitas y con la blusa que aún no te ha dado tiempo a quitarte. Alzas tu mano, y gesticulando con el dedo, me indicas que me acerque a tí.
Me quito los zapatos y la camisa. Sé que te gusta enredar con los pelos de mi pecho mientras estamos abrazados. Te abrazo y nos besamos con esa complicidad tan nuestra, que hace que el tiempo pase lentamente o se paralice.
Nuestros labios se acarician con suavidad mientras nuestras manos hacen lo propio con el resto de nuestro cuerpo. No existe nadie más en el mundo. Tú eres la mujer más perfecta que existe en este mundo, a mis ojos. Solo deseas que esto no termine... Me lo dice tu cuerpo.
Bajo por tu cuerpo buscando una excusa para que te quedes conmigo esta noche. Llego a tus braguitas despues de llenar el camino de besos y abro un poco más tus piernas. Deslizo tus braguitas de modo que queden un poco sueltas y las retiro de un lado, dejando al descubierto tu bonita intimidad. Me miras con cariño. Saco mi lengua y te doy un lametón a lo largo de todo el pliegue. Te miro y me haces un gesto de negación, como expresandome tu insensibilidad hacia mi primer intento de excitación.
Vuelvo a probar suerte. Mi lengua recorre una segunda vez todo tu pliegue y tu gesto pasa a ser el equivalente a un alzamiento de hombros. Ni bien, ni mal.
Esta vez saco bien mi lengua, y deslizandola por la parte más interna que me permite mi elasticidad, hago una tercera pasada, pero esta vez más lenta, más profunda y con algo más de recorrido hasta tu clítoris...
Un gemido de placer junto con un arqueamiento de tu espalda me indican que esta vez he dado con la forma adecuada de hacértelo... Otra pasada más, de la misma forma, me lo confirma. Otra más hace que tu flujo salga a recibirme a las puertas de tu cuerpo.
Continúo rítmicamente realizando los mismos movimientos mientras tus jadeos me acompañan en mi aventura.
Me continúo desvistiendo mientras sigo participando en el juego loco de convertirte en protagonista de esta noche. Dejo que mi pene se deslice por tu cuerpo mientras me animas a subir a tus pechos, a los que has dado una pequeña libertad quedandote en sujetador.
Los beso mientras me solicitas que desenganche tu sujetador y te lo quite, pues el calor que emana de tu cuerpo te agobia. Tus pechos quedan al descubierto y se presentan ante mí como un verdadero reclamo. Beso tus pezones mientras tus labios gesticulan una nueva órden... Deseas que te los chupe con ansia.
Lo hago mientras mi pene sigue deslizandose por tu piel. Unas gotas salen de él para ayudar a tu flujo a lubricar la zona. Tus braguitas siguen apartadas a un lado mientras sigo acariciándote con esa parte de mi cuerpo y chupando tus pezones, con tanta pasión y ganas, que apenas consigues coger aire para el siguiente jadeo...
Lentamente vas dejando que mi cuerpo se vaya adueñando del tuyo. Pides una tregua a tanto placer para deshacerte de una vez por todas de tus braguitas. Vuelvo a lamerte los pechos y a besarte el cuello y los labios mientras mi pene se sigue restregando por los labios de tu vagina, acariciándote el clítoris, de tal forma que hacen que se separen lentamente.
Una caricia de mi pene hace que tu flujo lo haga más deslizante en la próxima pasada. La siguiente hace que la punta de mi pene separe un poco más los labios. Otra pasada más, y consigue penetrarte un poquito... sin llegar a entrar del todo. La siguiente pasada es una invitación a la penetración total... pero no ocurre, y tú bajas la mano hasta allí, me lo agarras y te lo frotas contra el clítoris, en un intento de demostrar que eres mi dueña, aunque no lo necesitas... sabes que lo eres.
Provocas que salga algo más de líquido de mi pene, y lo bañas literalmente para que resulte más deslizante y más efectiva la penetración... Guías mi pene para que en la próxima caricia se introduzca lentamente dentro de tí, y así ocurre... Una primera penetración hace que tu cuerpo sienta un escalofrío deseado, una abrasiva caricia a tu interior, un inesperado jadeo que revela tus sentimientos sobre mi cuerpo. Arañas mi espalda con pasión y fuerza. No me importa. Son las marcas de tu deseo. Es la forma que tienes de mostrarle a las demás que soy tuyo, que tengo dueña y que ninguna más va a poder sentir lo que estás sintiendo ahora en tu cuerpo...
Estás complacida. Te he llevado a cenar e inesperadamente nos hemos alojado en el mismo hotel al que has ansiado regresar algún dia... Y ese día era hoy. Esa es la noche que necesitabas volver a vivir, y la estás viviendo de nuevo...
Lentamente vas dejándote llevar por las sensaciones, por los deseos, por los anhelos... Cada embiste representa un nuevo sueño. Cada jadeo, una nueva meta. Cada beso que nos damos, el ruego de un nuevo amanecer a tu lado...
Respiramos a la vez. Acompasamos nuestros corazones para que latan al unísono. De nuestras bocas salen "te quieros" que llenan nuestras almas. Tu cuerpo va sintiendo cómo una tensa corriente va recorriendo tu columna de arriba a abajo haciendote sentir un cosquilleo placentero y lleno de lujuria que invade todo tu cuerpo...
Una y otra vez notas cómo tu cuerpo se tensa y destensa al ritmo de mis embistes, a la vez que sientes cómo esa corriente va aumentando en intensidad hasta que es tan fuerte, que llega a convertirse en un grito pasional, en un mordisco acallado, un jadeo perdido en la profundidad del colchón, mientras notas cómo todo tu cuerpo se relaja y deja que el mio se apodere de tus entrañas con un latigazo de placentera muestra líquida que resbala por tu interior acariciandote y deslizándose de forma sutil hasta lo más profundo de tu ser...

Dejas que mi cuerpo, extasiado por el esfuerzo caiga sobre el tuyo, que lo recibe con cariño, nuevamente, como cada día al llegar a casa, mientras sigues sintiendo como mi líquido blanquecino e inocente sigue deslizándose por tu interior.
Cierras los ojos y pides un deseo. Un deseo que compartimos. Un deseo que te deja dibujada en la cara una sonrisa de felicidad y de complicidad.
Vuelves a besarme otra vez la frente, dejando que tu cuerpo agotado descanse y el sueño te venza una noche más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario