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miércoles, 21 de octubre de 2015

RE24 Dúchate conmigo

Habíamos entrenado muy duro. El cuerpo casi no respondía a las órdenes del cerebro después de una hora intensa de ejercicio. Íbamos "a morir" a esta altura de la temporada.
Uno a uno los compañeros iban saliendo del vestuario y yo, que había quedado rezagado haciendo los estiramientos al final, me disponía a desnudarme para meterme en la ducha.
Terminé de desnudarme, cogí la toalla y el bote de champú y me dispuse a meterme en la zona de duchas cuando escuché risas y gritos de chicas de fondo.
La verdad que no puse mucha atención porque había más gente entrenando a esas horas en el gimnasio, así que supuse que serían las chicas de la clase de aerobic.
Entré en la zona de duchas y presioné el grifo. Enseguida comenzó a salir el agua caliente y la estancia se llenó de vapor de agua. El agua caliente hizo que me relajase y el sonido del agua recorriendome el cuerpo desde la cabeza a los pies me sumió en un profundo trance. Apoyé las manos en la pared y dejé que el agua resbalase por mi espalda. Estaba tan relajado que no me apercibí de que unas chicas estaban detrás de mí, mirándome fijamente desde la entrada a las duchas. Solamente un golpe en la puerta me sobresaltó y miré de reojo. Allí seguía una de ellas, firme como un clavo mirando cómo el agua resbalaba por mi cuerpo.
  - "¿Qué haces aquí?", le pregunté con aire molesto por el agotamiento.
  - " ¡Perdona!, no queríamos molestarte pero sentíamos curiosidad por tí y decidimos presentarnos".
Me giré y solo estaba ella, que se quedó atónita mirándome los genitales, como si hubiese descubierto el tesoro de un pirata. Continuaba serio y volví a preguntarla:
  - "¿Tú y quién más?. Hablas en plural, pero yo sólo te veo a tí...".
Entonces miró a los lados y se percató de que la habían dejado sola dentro del vestuario. Su cara comenzó a acalorarse y la piel de sus mejillas se volvió roja como su pelo. Sus ojos verdes comenzaron a mostrar nerviosismo y su cuerpo, hasta ahora inmóvil, empezó a moverse. Quería salir corriendo de allí como hicieron sus amigas segundos antes, pero el cuerpo no le respondía. Su cuerpo quería quedarse conmigo.
Salí de debajo del chorro de agua y me acerqué a ella. Aún vestida con las mallas y el top me parecía preciosa. Sus ojos verdes se clavaron en los mios y cuando estaba tan cerca de ella que podía mojarla con las gotas que me caían por el cuerpo, me presenté.
  - "Soy Juan. ¿Y tú?".
  - " Sonia", dijo mientras se colocaba el pelo detrás de la oreja.
Bajó la mirada e hizo el ademán de salir del vestuario. La cogí de la muñeca a la vez que con la otra mano la acaricié la cara y la besé en los labios con mucha suavidad. Casi un roce, para que no saliese más asustada de lo que ya estaba.
  - "Cuando me presento suelo dar uno o dos besos, ¿y tú?", la informé con un susurro.
No hubo respuesta. Volvió a bajar la cabeza y liberé su muñeca como gesto de buena voluntad.
Salió por la puerta del vestuario como una sonámbula y dejó que la puerta se cerrase lentamente.
Volví a meterme bajo la ducha y continué con mi limpieza corporal. Me agaché para coger el bote de champú cuando volvió a sonar la puerta cerrándose. El ruido del pestillo me extrañó y salí a ver quién era.
Para mi sorpresa, allí estaba ella, con su bolso de deporte, cerrando la puerta con pestillo para que nadie la sorprendiese en el vestuario masculino.
Se dirigió hacia las duchas donde yo estaba y dejando su bolso al lado del mio, se acercó y me devolvió el beso.
  - "¿Puedo ducharme contigo?".
Su proposición era de lo más inoportuna, pero a la vez de lo más excitante. No pude negarme, Sonia era la invitada perfecta a mi fiesta particular.
  - "Claro. Trae tus cosas."
Salió de mi campo de visión y tardó unos minutos en volver. Cuando por fín apareció, su desnudez me dejó perplejo. Tenía un cuerpo estupendo. Sus pechos eran redondos y bien formados y su figura, aunque eran evidentes las imperfecciones como ocurría conmigo, no dejaba de ser un cuerpo atractivo.
Comencé a sentir calor por todo el cuerpo, a notar cómo me cosquilleaba la piel y mi corazón se revolucionaba de manera estrepitosa. Me estaba empalmando delante de ella sin poder evitarlo.
Sonia pasó a mi lado y se coló debajo del chorro de agua caliente. Mojó su pelo y yo veía cómo el agua discurría por el resto de su cuerpo, como un arroyo vivaz que serpentea por las rocas después de dejar el manantial.
Mi empalme se hizo evidente y ella puso sus manos en mi cuello, invitándome a acompañarla debajo del agua. Mi pene comenzó a rozar su vientre y nos volvimos a besar.
El agua se paseaba entre nosotros, como una sombra que quisiera evitar que Sonia y yo nos juntásemos en aquel momento sin conseguirlo. La abracé y estuvimos besándonos un buen rato.
Más tarde, ella me separó de su lado, se inclinó delante de mí y cogió el bote de champú que se había traído consigo. Puso un buen chorro de champú en la palma de la mano y se la llevó a su preciosa melena cobriza.
Lo esparció como si se tratase de miel en una rebanada de pan tostado por toda la melena y frotó las puntas enérgicamente a la vez que subía por el cabello hasta llegar a la raíz. Mientras, sus ojos de jade no apartaban la mirada de mi cara, cubriéndome con el halo de su sonrisa.
Tras esto, volvió a agacharse, cogió una pequeña esponja y el bote de gel. Empapó la esponjita con un chorro de gel y dejó el bote de nuevo en el suelo. Pasó la esponja por el agua y la retorció hasta que empezó a salir espuma. Se dirigió hacia mí y me la ofreció.
  - "¿Me enjabonas la espalda?".
Su proposición hizo que volviese a empalmarme vigorosamente.
  - "Será un placer ayudarte", la respondí con gentileza.
Cogí la esponja y Sonia se giró. Comencé a enjabonar su espalda por el cuello con pequeñas pasadas de la esponja a modo de masaje. Aparté su precioso pelo enjabonado hacia delante y continué con suaves rotaciones a la vez que iba bajando por la espalda. Sonia se dejaba hacer y de vez en cuando me miraba de reojo con una sonrisa.
Al llegar a la altura de los riñones empecé a dudar si continuar o pararme. No quería parecer un aprovechado ni descortés con ella así que la mejor opción fué la de preguntarla si deseaba que continuase o si devolverle la esponja.
  - "¿Quieres que siga o continúas tú enjabonándote?".
  - " Dame" - me contestó - "ya sigo yo...".
Le entregué la esponja y ella se dispuso a enjabonarse los brazos. Aproveché para coger mi champú y enjabonarme el pelo.
Mientras lo hacía, ella, sin dejar de mirarme, pasó la esponja por sus senos y mirándome fijamente con sus penetrantes ojos comenzó a morderse el labio inferior, a la vez que hacía movimientos lascivos y provocadores con la esponja. Yo estaba enjabonando mi pecho y me disponía a pasar mis manos por los genitales, como hago habitualmente, pero eso sólo sirvió para perturbarme aún más y provocar a Sonia con más movimientos sutiles. Llevó la esponja a sus muslos dejando entrever los labios de su vagina y al elevar uno de sus pies para enjabonarlo, sus labios se abrieron como una boca dispuesta a hablar.
Aquella imagen me enloqueció de tal forma que tuve que ponerme debajo del chorro de agua para poder cerrar los ojos y ocultar mis deseos emergentes y enloquecidos hacia su cuerpo. Me aclaré el cuerpo y volví a salir de debajo del agua dispuesto a darme otro jabón.
  - "¿Ya estás totalmente limpio?", me preguntó Sonia.
  - " No. Voy a darme otro jabón".
  - "Entonces te espero".
No sé qué quiso decir con eso, pero me dejó bastante perplejo. Más aún cuando me dí cuenta de que su sonrisa no se había borrado de su cara.
Apuré el bote de champú y volví a enjabonarme el pelo y el cuerpo de forma enérgica. Volví a pasar por debajo del chorro de agua y quité todo el jabón que tenía en el cuerpo. Salí de debajo del chorro y ella se colocó en el sitio. Echó la cabeza hacia atrás y dejó que el agua aclarase todo el jabón del pelo y de su cuerpo, que relucía por el reflejo de la luz en su piel mojada. Aquella visión me perturbó hasta límites insospechados.
Dudaba si coger la toalla y salir de las duchas o abrazarla y violarla allí mismo. Fue entonces cuando Sonia tendió su mano y me invitó a ponerme bajo el agua junto a ella. Cogí su mano y me puse tan cerca de ella que noté cómo mi pene entorpecía nuestra unión, haciendo que fuese como un gesto a la castidad frente a la provocación de Sonia.
  - "Hay que solucionar este pequeño problema que tienes entre las piernas".
Me dijo poco antes de besarnos de nuevo e, inmediatamente, su mano se posó en mi miembro, abrazándolo con toda su mano y con un leve movimiento, se lo introdujo en su vagina a la vez que elevaba una pierna y me rodeaba la cintura con ella.
Sentí cómo me aliviaba la tensión acumulada por sus provocaciones y me dejé llevar.
La abracé por la espalda y la arrinconé en la pared, donde el agua discurría por los azulejos. Allí la monté y llevando mis manos a sus glúteos, la izé para que estuviése más cómoda. La follé contra aquella pared durante un buen rato, besándola y embistiéndola como un salvaje.
Ella gozaba con mi polla saliendo y entrando vertiginosamente de su coño hasta que solté un buen chorro de semen dentro de ella con una última embestida contra la pared.
Poco a poco fuí sacando mi polla totalmente cubierta de fluídos que se diluyeron al pasar por el chorro de agua de la ducha.
Sonia se metió los dedos en el coño y se masturbó delante de mí, dándome una visión generosa de su feminidad. Cuando se corrió, se lavó la entrepierna y se acercó a mí. Me abrazó y me besó una última vez antes de abandonar las duchas para luego secarse, vestirse y abandonar el solitario vestuario. El único conocedor de nuestra primera aventura bajo el agua.
Regresé a casa con una sonrisa en la boca, deseando volver a repetir la experiencia la próxima vez que fuese al gimnasio.
Sonia me había dejado atónito con aquella experiencia. No conseguí dormir aquella noche. Pensaba en aquellos ojos verdes tan provocadores y de mirada lasciva en todo momento.
Se me pasaron toda clase de ideas absurdas por la mente. Deseaba estar con ella de nuevo. No me importaba si tendría que esperarla. Lo deseaba.
Al siguiente dia de entrenamiento me quedé a propósito para llegar tarde al vestuario. Dejé que todos se marchasen sin mediar palabra con nadie y esperé a que ella regresase.
No oí gritos ni risas femeninas. Esperé unos quince minutos antes de comenzar el ritual que me permitiría meterme en la ducha. El silencio era aterrador.
Comencé a desnudarme y la puerta se abrió de golpe. Era uno de mis compañeros que había olvidado algo en la taquilla. Lo cogió y salió dejando que la puerta se cerrase por su propia inercia.
Me fuí a la ducha apesadumbrado por no hacerlo en compañía de Sonia. Abrí el grifo y me sumergí bajo el agua.
Me quedé un buen rato pensando en ella, en lo que había pasado y en cómo mi cabeza estaba hipnotizada con la imagen de su cuerpo desnudo abrazándome.
Cuando me disponía a salir de debajo del agua, un cuerpo femenino y desnudo me abrazó por la espalda. Era ella. Me di la vuelta y allí estaban sus ojos verdes y su pelo cobrizo abrazándome de nuevo.
Sólo pude expresarme con una frase:
  - "¡Dúchate conmigo!".
Sonia sonrió y me besó a la vez que me empujaba hacia la ducha. La respuesta no necesitaba de otra interpretación.
Esta vez no necesitamos enjabonarnos. Directamente comenzamos a follar bajo el agua como dos salvajes.
Ella se dejaba acariciar mientras la follaba desde atrás. Puso sus manos en la pared y dejó que mi polla la violase apasionadamente.
Yo quería conseguir que esta vez fuese ella la que se corriese, dejando la opción de un buen final para mí. La masturbé lo mejor que supe a la vez que continuaba follándola. De repente se giró y me gritó:
  - "¡Para!. Quiero darme la vuelta un momento".
La miré extrañado mientras se la sacaba. Ella se giró y volvió a hablarme:
  - "Agáchate y cómeme. Quiero saber si sabes hacer algo más que follar".
Acaté la órden sin decir nada y me arrodillé frente a ella. Sonia pasó una pierna sobre mi hombro y las manos las apoyó en la pared como si ésta fuese a caerse. Puse mis manos en sus glúteos y la invité a adelantar la cadera para facilitarme el acceso a sus preciosos labios.
Delicadamente fui lamiéndolos mientras ella sostenía inútilmente la pared de las duchas. Sonia se dejaba llevar por las sensaciones que recibía de mi lengua y gemía silenciosamente.
Solté sus glúteos y metí dos dedos dentro de su chochito ardiente. Lo acaricié mientras continuaba lamiendo el exterior de los labios y seguí realizando caricias dentro de su coño según eran sus respuestas en el resto de su cuerpo.
Lentamente se dejaba llevar por los sentidos y metí otro dedo más en el juego.
Poco a poco iban aumentando sus espasmos, sus piernas temblaban con más fuerza y se agachaba para que la penetrase con mis dedos más rudamente.
De repente se agarró de los grifos y chilló sin poder evitar abrirlos de golpe.
Noté cómo se corría en mi boca y soltaba los grifos para empujar mi cabeza contra su coño con más fuerza.
Cuando se tranquilizó y me pude incorporar, me empujó contra la pared y se agachó delante de mí.
Me cogió la polla con una mano mientras con la otra jugueteaba con mis huevos. Me los acariciaba tan dulcemente que la sugerí que no dejase de hacerlo.
Sacó su lengua rosadita y dió un lametón desde los huevos hasta la punta. Volvió a repetir el gesto y cuando tenía la punta de la lengua en la punta de mi polla, se la metió en la boca y comenzó a tragársela con lentitud. Aquella sensación me volvía loco.
Permití que siguiese con aquellos movimientos durante un buen rato. Sonia disfrutaba con mi polla y yo disfrutaba sintiendo cómo su boca me acariciaba de aquella manera tan maravillosa.
No tardé en correrme y salpicar su cara con mi leche calentita. Ella lo recogía con sus dedos y los chupaba con lujuria.
Se levantó y se puso bajo el chorro de agua caliente. El agua resbalaba por sus pechos y se los masajeaba a la vez que su mirada felina me invitaba a enjabonarla de nuevo.
Deseaba follarla de nuevo, pero las fuerzas me abandonaban por momentos.
Me acerqué a ella y la besé apasionadamente bajo el chorro de agua.
Terminamos de ducharnos y salimos del vestuario juntos. No quería separarme de ella, así que la invité a cenar.
  - "¿Estás pensando en reponer fuerzas?" - me dijo con risa burlona - "¿Acaso quieres seguir entrenando?".
  - " No me conoces lo suficiente" - la seguí el juego - "Tengo mucha resistencia y hace tiempo que desconozco mis límites. ¿Te animas a descubrirlos?".
  - "No dudes que esta noche acabarás agotado y con agujetas", sentenció.
  - " Ponme a prueba...", la desafié.
Subimos a mi coche y nos dirigimos a cenar. La velada se transformó en un buen reto para ambos y la noche transcurrió entre besos y caricias...
... bajo el agua de la ducha.

sábado, 17 de octubre de 2015

RE23 El cumpleaños

Había tenido un mal día.
Acababa de llegar del trabajo y echaba de menos el ajetreo de mi barrio natal. Tener que ir al extranjero a trabajar no es tan bonito como lo pintan. Se echa de menos a los de casa, a los amigos que no dejan de saturarte el móvil con mensajes de vídeos picantes que ponen de los nervios a las novias, a los vecinos que te saludan con una sonrisa... Muchas cosas se echan de menos, pero a la que más, a Lucía. Mi Lucía.

Deseaba sentir su piel entre mis brazos. Sus labios besándome por todo el cuerpo. Su baño de flujo tras un buen orgasmo... Habían pasado unos meses, pero parecían años.

Me dejé caer en la cama y comencé a pensar en ella. La habitación estaba totalmente a oscuras y el silencio me permitió concentrarme en cada rincón de su cuerpo. La acariciaba, la besaba, notaba su calor...
De repente, en la oscuridad de la habitación, me llegó un olor familiar, el del perfume de Lucía. Ese perfume que tantas veces respiré en su cuello y que me volvía loco.
Sin abrir los ojos, me dejé llevar e inhalé bien profundo un buen volumen de aire.
Una mano me acarició el pecho y con voz suave me tranquilizó:

  - "No te asustes, cariñín, que soy yo..."

Me sorprendí y quise incorporarme, pero ella me frenó y de mi boca sólo pudo salir su nombre...

  - "¡Luci!".
  - " Si. Soy yo, tonto. He venido a pasar unos dias contigo porque te echo muchísimo de menos".
 
En la oscuridad de la habitación me dispuse a abrazarla y a oler más profundamente su perfume. Acariciaba su cuerpo y noté que estaba desnuda... Totalmente desnuda.

  - "Felíz cumpleaños, cariñín. Yo soy tu regalo...".

Me besó y dejó que nuestras lenguas se humedeciesen la una a la otra.

Lentamente fue quitándome la ropa y se tumbó encima de la cama para dejarse hacer. Yo la deseaba tanto...
La besé en el cuello mientras acariciaba su trasero con ansia, se lo apretaba y lo estrujaba contra mi cuerpo. Me dirigía a su pecho cuando comencé a notar cómo se humedecía su entrepierna, a la que comenzaba a acariciar suavemente con mis dedos. Mojé bien mis dedos con su flujo para poder meterlos en su vagina y masturbarla, preparándola para lo que iba a hacerla más tarde.
Volví a su cara para besarla con más intensidad mientras mi dedo corazón acariciaba su vagina por dentro.
Ella gemía entre besos, pero no permitía que abandonase sus labios un solo segundo.
Me cogió el pene con sus delicados dedos y comenzó a tocarme con mimo.
No podía más que contraer los músculos de mi pelvis haciendo más tensa la erección para placer de ella. Notaba cómo pequeñas gotitas de semen salían por la punta del prepucio con la misión de hacer más resbaladizas sus caricias.
Yo ya me había despreocupado un poco de sus labios y bajaba con besos y retoces por su cuello y su pecho.
Sus pezones se habían vuelto firmes y voluptuosos, invitandome una vez más a chuparlos y masajearlos con mis labios y mi lengua. Abría la boca, metía la aureola y succionaba el pecho. A la vez lamía el pezón o lo rodeaba con la punta de la lengua, dejando un rastro de suspiros y jadeos en cada pasada.
Lucia tenía las piernas muy abiertas a estas alturas de la fiesta, así que aproveché para deslizarme por su cuerpo dejando pequeñas caricias hechas con mi boca en sus pechos, dejando un rastro de saliva y deseo hasta su vientre, donde volví a sacar mi lengua en busca de su sexo. Lamí el mejor de los manjares y con la punta de mi lengua rebusqué cada gotita de flujo, dulce y delicioso, que llenase mi boca de placer y deseo a la vez que ella seguía gimiendo acaloradamente sobre las sábanas húmedas por el sudor.
Continuaba acariciando su vagina con mi dedo corazón a la vez que lamía descaradamente con mi lengua su clítoris cuando me pidió que me tumbase sobre mi espalda, dejando que ella se subiese encima de mi cuerpo y proponiéndome un nuevo juego.
Dejó que su vagina se posase en mi boca mientras sus labios comenzaban a besar mi pene. Notaba cómo su lengua humedecía con ansia mi falo y sentía cómo el cielo de su boca arropaba mi pene con caricias. Yo me deleitaba metiendo mi lengua en su vagina. Su flujo caía sobre mi boca y eso provocaba que me excitase aún más. Lucía daba grandes chupadas a mi pene, cada una con más ganas y con más intensidad que la anterior.
Acariciaba furtivamente el ano de Lucía para provocarla. Deseaba excitarla tanto que no pudiese evitar la necesidad de sentirse liberada de todos sus deseos. Ella respondía con gemidos y me la chupaba con mucha más intensidad. Incluso empezó a ayudarse de la mano para masturbarme a la vez que continuaba chupándomela.
Continuaba jugando con mi lengua en su vagina y con mis dedos en su ano, que comenzaba a relajarse y abrirse para mi lujuriosa satisfación, cuando Lucía dejó de entretenerse con mi pene y se puso de cuclillas encima de mí. Me cogió el pene y se lo introdujo dentro con lentitud. Gozaba sintiendo cómo mi pene se deslizaba gracias a los fluidos de nuestros cuerpos. Una caricia en el alma lujuriosa de nuestras mentes.
Subía y bajaba las caderas con pasión. Sacaba el pene de su vagina y lo volvía a meter dentro con lascivia acompañada de una mirada sobre el hombro y un gemido de placer que desataba tormentas de lujuria en mi interior.
Me dejaba hacer como un novato en el tema y yo sentía cómo ella disfrutaba de mi generosidad sexual.
Tras un rato disfrutando de su apasionado ritmo sobre mí, bajó de la cama y me invitó a seguirla. En esa pausa nos volvimos a besar. Esta vez nuestras lenguas dejaron un buen rastro en nuestras bocas. Ella me cogió la cara y besó con verdadera pasión mis labios, se giró y puso uno de sus pies sobre la cama, se recostó sobre sus brazos y solicitó una nueva penetración, esta vez guió mi pene hacia su ano y éste fué introduciéndose lentamente en su cavidad anal sin más esfuerzo que el necesario para deslizarme dentro de ella.
Movimientos suaves bañaron nuevamente la velada y nos dejamos llevar por el deseo y la sinrazón.

Acariciaba su clítoris con dificultad. Ella retiró mi mano y me permitió hacerla embestidas más salvajes asiéndola por las caderas. La atraía hacia mí con tantas ganas que sus glúteos abrazaban mi cuerpo en cada embestida.
Follamos hasta sentir nuestros cuerpos desfallecer, y antes de caer rendidos nos dejamos vencer por el ruido de la cama soportando nuestro desdén. Temblabamos en una batalla sin vencedores. El orgasmo era inevitable. Sentía cómo el semen subía por mi escroto hacia mi pene y salía despedido en el interior de su cuerpo, procurándola no menos placer que el mío.
Lucía se dejó caer sobre la cama cuando de su boca salió un grito de satisfación plena. Me miró con cariño y me hizo una mueca que revelaba su plan majestuosamente ejecutado.
Ella era mi deseo, su cuerpo el dulce pastel que edulcoró mi fatigoso día y su orgasmo el mejor regalo que había tenido en mucho tiempo.

Quedamos tumbados sobre la cama, agotados, desnudos y abrazados. Nos dormimos y nos prometimos otro combate singular en la cama y en el que ambos seríamos vencedores y vencidos por partes iguales.

jueves, 15 de octubre de 2015

RE22 Registro en la aduana

Marcos es un comercial muy eficiente, y sus clientes lo saben bien.
El director de ventas le ha pedido que salga de viaje al saber que podría perder a uno de sus mejores clientes al otro lado de la frontera.
Es la primera vez que sale del país, pero los retos le apasionan. Y éste es uno de esos en los que hay que dar lo mejor de sí mismo. Quizás en un futuro cercano, Marcos dirija su propio equipo de comerciales.

El viaje es sencillo. Cruzar la frontera, llegar hasta el cliente y convencerlo de que sus productos son mejores que los de la competencia.
No le debería ocupar más que la mañana. Como mucho, incluiría la tarde, pero estaría de regreso el mismo día.

Los preparativos son lo que más tiempo le llevará. Debe sacar el pasaporte y procurarse el perfil del cliente. Lo demás ya lo tiene casi listo.

La solicitud del pasaporte le lleva un buen rato la mañana del viaje, pero la mujer que le toma los datos y le prepara el libreto internacional lo hace todo en un pis-pás... Casi no le ha dado tiempo a comprobar los datos del D.N.I. y ya tiene el pasaporte en la mano.

Marcos se dirige al aeropuerto. Allí cogerá un avión, y en el aeropuerto del país vecino alquilará un coche para poder desplazarse sin limitaciones.

En el mostrador le informan de que no hay vuelos disponibles para ese dia, así que no tendrá más remedio que coger su propio coche y viajar por carretera.
La idea no le resulta tan desalentadora como podría parecer. Agradece poder ir más cómodo, en el vehículo que ya está acondicionado a sus gustos y, además, podrá parar cuándo y dónde le plazca. Unicamente tendrá que avisar al cliente del inconveniente de desplazarse en coche y a su jefe de que el viaje le llevará más tiempo del que en un principio había calculado.

Una vez informados, el viaje por las autopistas se hace con tranquilidad y a buen ritmo. Marcos no desaprovecha la ocasión de disfrutar de un buen viaje.

Al cabo de unas horas llega a la frontera. Allí es flanqueado por tres agentes. El primero le pide la documentación, el segundo le pasa un espejo por los bajos y el tercero, acompañado de un perro detector, pasea alrededor del coche.
Cuando los dos agentes se retiran, el que le ha pedido la documentación le pide que baje del coche y se presente en la oficina. Marcos no entiende nada, pero no quiere malentendidos ni que por un mero trámite le prohíban cruzar la frontera. Aparta el coche a donde le han indicado y se acerca a la oficina.

Una amable agente le atiende detrás del mostrador de la oficina. Es una chica joven, de treinta y pocos de edad, es rubia y tiene unos ojos verdes que atraen a Marcos. El uniforme le sienta perfectamente. Es una chica preciosa que roba la mirada nerviosa del comercial. La desnuda con la mirada...

La agente le informa de que hay un pequeño inconveniente con el pasaporte. Él intenta explicarse serenamente, pero la mirada fija de la chica pone más nervioso a Marcos, que comienza a explicarse de forma desastrosa...

  - "Soy comercial y voy a ver a un cliente porque me lo ha pedido mi jefe. No había vuelos, así que he venido por carretera y he llegado aquí... y tus compañeros me han abierto y mirado el coche como si fuera un delincuente... Y me han pedido que venga a verte... Y tú... Y yo... Y...".

  - " No hace falta que siga explicándose...", dijo la chica seriamente y de modo tajante... "Acompáñeme a este cuarto".

Marcos no entendía nada. De repente era considerado como un criminal cuando él había sido una persona ejemplar.
Dejó que él entrase por la puerta del cuarto y cerró la puerta tras de sí.

  - " Vacíese los bolsillos, quítese todo lo que sea de metal y déjelo todo en la bandeja que hay en la mesa".

Marcos no tardó mucho en depositarlo todo en la bandeja. Las órdenes continuaron rebotando en las paredes de la habitación...

  - "Separe los brazos del cuerpo y abra las piernas. Voy a pasarle un detector de metales".

Él accedió.
La agente pasó cuidadosamente el detector por todo el cuerpo del comercial. No contenta con eso, volvió a ordenarle:

  - " Voy a proceder a registrarle manualmente. Necesito que se quite la chaqueta y apoye las manos en la pared".

Marcos atajó las órdenes sin mediar palabra. Dejó la chaqueta en el respaldo de una silla que había junto a la mesa donde se encontraba la bandeja y se volvió de cara a la pared, apoyando las manos para permitir que la agente siguiese en su empeño...

Manoseó los brazos desde los puños de la camisa hasta los hombros. Continuó por el cuello, el pecho y los costados hasta la cintura.
Marcos no se sentía amenazado. Es más, no creía que el rudo cacheo fuese tan agresivo como había visto en las noticias o en aquellas películas de acción. Notaba cómo si le estuviese acariciando, como si en cualquier momento ella fuese a quitarle los botones de la camisa y le fuera a meter la mano para acariciar su pecho.
Se sentía atraído por ella, y el hecho de que le estuviese tocando, le había alterado aún más. Poco a poco se estaba excitando...

Ella colocó sus manos en el muslo izquierdo y tanteó a la vez que bajaba a los tobillos. Repitió la misma acción para la pierna derecha.
Marcos estaba excitado. Cerró los ojos y dejó salir un jadeo leve... Como un suspiro.
Creía que el hecho de que ella le tocase le estaba provocando la excitación, así que se dejó hacer mientras mantenía los ojos cerrados.

La agente desenfundó su bastón. Una barra metálica revestida de goma y rematada en cuero negro que llevó directamente a los genitales de Marcos.
La excitación de él llegó a límites que ni él sabía que podría sentir... Sintió cómo el líquido pre-seminal mojaba constantemente su ropa interior hasta el punto de notársele en el pantalón mientras ella pasaba el frío instrumento entre las piernas de él.
Un sonoro gemido inundó la habitación como un eco...

  - "¡Aaahhhmmm!.

Marcos apretó los puños sin dejar de tocar la pared y, manteniendo los ojos aún más cerrados, volvió a gemir...

Ella se apartó de un salto, extrañada, y nuevamente ordenó:

  - " ¡Dése la vuelta y pegue la espalda contra la pared!".

La cara del comercial era de excitación total, mientras ella lo miraba de arriba a abajo y observaba cómo por debajo del cinturón, a la altura de la cremallera, se extendía una húmeda mancha que se extendía hasta el tiro del pantalón, dejándose notar el abultado miembro aún excitado.

  - "¡¿Esto es una broma?!", profirió ella aún extupefacta por la situación.
  - " ¡No entiendo nada, te lo juro!. ¡No sé qué me has hecho!", intentaba disculparse el pobre Marcos. "Sólo sé que me gustas, que eres muy atactiva, pero te juro que no entiendo porqué me ha pasado esto".

Sollozaba las disculpas como un niño que no entiende porqué lo han castigado. Aún sentía excitación, pero se sentía culpable por no saber qué estaba pasando en aquella habitación.
Ella se giró dispuesta a salir por la puerta cuando sintió la mano de Marcos agarrándola por el brazo armado con el bastón.

  - " ¡Por favor, no salgas!".

El ruego la frenó por completo. Si él era sincero, ninguno de los dos entendía qué estaba ocurriendo.

Ella se volvió y se acercó a él. Marcos soltó su brazo y la cogió por la cintura. Ambos se dejaron llevar por la situación y se besaron.
Comenzó siendo un beso tierno, sincero, casi formal y de repente se volvió sexual, lascivo, lujurioso, de juego de lenguas y pasión desenfrenada.
Ella empezó a desabotonarle la camisa y se la quitó, tirándola hacia la mesa donde estaba la bandeja con los demás objetos. Pasó el bastón por el pecho de Marcos a la vez que lo empujaba de nuevo hacia la pared. Él jadeó sin poder evitarlo.

Como provocación, ella eleva el bastón a la altura de su cara, mirando a Marcos con lascivia.
De repente saca su lengua y lame el bastón desde la empuñadura hasta la punta sin dejar de mirarle. Quiere seguir el juego y saber dónde está su límite. La provocación surte efecto en él...

  - "¿Qué pretendes hacerme ahora?, suplica Marcos.
  - " Quiero hacerte sufrir aún más...".

Ella sigue lamiendo el bastón mientras mantiene al comercial pegado a la pared y su mirada sigue siendo perversamente provocadora.
Después de juguetear con el bastón, mete la punta en su boca, para rodearlo con los labios y chupetearlo ante la cara de Marcos, que continúa gimiendo y mojando los pantalones.
Ella deja de chuparlo y acerca su cara a la de él, a la vez que le susurra muy bajito y con voz melosa:

  - "¿Quieres sentir esto?"

La propuesta deja estupefacto a Marcos, que con un ligero cabeceo le indica que la respuesta es afirmativa.

  - "¡Quítate el pantalón!".

La orden no se hace esperar. El pantalón aparece en la mesa a los pocos segundos y él vuelve a pegarse en la pared.

Ella se pone de cuclillas frente a él y lame el bastón de nuevo.
Sin separar el bastón de su cara, lame el miembro erecto que sobresale en un magnifico bulto bajo el slip.

  - "Este bulto es muy sospechoso... Tendré que inspeccionarlo también...".

La punta del bastón se posa sobre el genital y va recorriéndolo hasta la parte inferior del slip, en el que ella presiona hacia arriba, provocando que él jadée de nuevo.

Ella agarra el slip y lo desliza hacia abajo, dejando descubierto el chorreante pene de Marcos. Vuelve a posar el bastón en el escroto, presionando de nuevo hacia arriba con el bastón y le da un lametón al miembro, desde su base hasta la punta del glande.

  - "¡Mmmmm...!. Sospechoso... Muy sospechoso...".

Vuelve a lamer el pene y cuando llega de nuevo al glande, se lo mete suavemente en la boca, como ya había hecho con el bastón.
A la vez que chupa el miembro, acaricia con el bastón el escroto de Marcos, llegando a rozarle el ano, lo cual le estimula aún más, jadeando con más fuerza.

Al poco, ella se aparta de él, liberando el pene de su boca y manteniendo la distancia apoyando el bastón en su pecho. Se dirige hacia la mesa y va quitándose el uniforme lentamente sin dejar de observarle mientras él continúa pegado a la pared.
Una vez que se ha desnudado por completo, se gira de espaldas a Marcos, y sube la rodilla derecha encima de la mesa dejando ver toda su anatomía genital femenina.
Es rosadita y bien proporcionada. Los labios sobresalen como dos abultados globos a punto de estallar.
Ella vuelve a provocarle...

  - " Mira qué más sé hacer con mi porra".

Dirige la punta húmeda de su bastón hacia su entrepierna y se lo introduce lentamente en la vagina, realizando pequeños y suaves movimientos de vaivén con su cuerpo.

Marcos deja de tener contacto con la pared y se dirige hacia ella que, cuando lo tiene suficientemente cerca de ella, saca el bastón de la vagina, lo apoya en el pecho del comercial y lo frena en su avance...

  - "¿Quién te ha dado permiso para moverte?. ¡Vuelve a tu sitio y mira!".

Él retrocede sobre sus pasos y vuelve a pegar su espalda a la pared mientras ella redirige la punta del bastón hacia su vagina y vuelve a introducírselo tras la reprimenda.

El bastón va cubriéndose de flujo vaginal y el comercial arde excitado frente a ella.
Poco a poco, ella va calentándose y llenando la habitación de gemidos. Está igualmente excitada y no es la primera vez que ha jugado con su bastón de esa forma.
Ella pasa mucho tiempo en la aduana y, en ocasiones, necesita aliviar tensiones. El bastón es un objeto que no usa demasiado y que, sin embargo, debe llevar con el uniforme.
Su suave piel curtida es un buen sustituto cuando ella tiene necesidad.
Siente tanta excitación que no tarda mucho en llegar al clímax...

Deja que su cuerpo, aún caliente de deseo, se diluya en un orgasmo dulce y atemporal. Sus fuerzas la abandonan levemente frente al comercial, que sigue eyaculando contínuamente ante el festival sexual que le ha ofrecido ella.

Abandona la mesa y limpia el bastón de flujo, manteniéndose desnuda frente a él.

Una fria acusación, junto con una nueva mirada malévola, sale de los labios de la agente:

  - "¿Has visto lo que he tenido que hacer con mi porra?. ¡La próxima vez que te vea por aquí no seré tan permisiva!", sentenció ella.

Se volvió a poner el uniforme y se arregló un poco. Tras esto, ella se acercó a él con una sonrisa, posó sus manos en su cara y le besó con ternura. Acarició su cara y se alejó lentamente sin perderle de vista.

Al llegar a la puerta, se tornó nuevamente;

  - "Ésta es mi última órden: vístete y pasa a verme por el mostrador de la entrada".

Abandonó la habitación y dejó a Marcos sólo.
Con pesadumbrez, fué recogiendo la ropa y vistiéndose.
No entendía cómo había llegado a ocurrir todo aquél festival de sensaciones, pero se sentía estupéndamente y con la sensación de haberse quedado extrañamente aliviado y satisfecho.

Terminó de vestirse y arreglarse. Se dispuso a salir por la puerta, que cerró tras de sí. Recorrió el pasillo que llevaba al mostrador y allí volvió a encontrarse con ella, que lo esperaba con el pasaporte en la mano, el cual entregó abierto por la primera hoja de registros con el sello puesto.
Marcos dió las gracias y abandonó la oficina en dirección a su coche.

Repasaba mentalmente cada minuto pasado en aquella habitación y recordó la humedad de su pantalón.
Ocultó vergonzosamente el pantalón con la chaqueta hasta que llegó al coche y se subió a él.

En su asiento, frente al volante, abrió el pasaporte para ver el sello de nuevo, pero un papel amarillo asomaba ligeramente por la parte posterior. Era una nota suya.

"Ésta no es una órden. Es una proposición:
Ven a mi casa a tu regreso"

La dirección, junto con su número de teléfono estaban escritos en el reverso de la nota.

Marcos guardó el pasaporte junto con la nota en el bolsillo de su chaqueta. Estaba seguro de que convencería al cliente...

...Y lo celebraría a su regreso junto a ella.