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jueves, 15 de octubre de 2015

RE22 Registro en la aduana

Marcos es un comercial muy eficiente, y sus clientes lo saben bien.
El director de ventas le ha pedido que salga de viaje al saber que podría perder a uno de sus mejores clientes al otro lado de la frontera.
Es la primera vez que sale del país, pero los retos le apasionan. Y éste es uno de esos en los que hay que dar lo mejor de sí mismo. Quizás en un futuro cercano, Marcos dirija su propio equipo de comerciales.

El viaje es sencillo. Cruzar la frontera, llegar hasta el cliente y convencerlo de que sus productos son mejores que los de la competencia.
No le debería ocupar más que la mañana. Como mucho, incluiría la tarde, pero estaría de regreso el mismo día.

Los preparativos son lo que más tiempo le llevará. Debe sacar el pasaporte y procurarse el perfil del cliente. Lo demás ya lo tiene casi listo.

La solicitud del pasaporte le lleva un buen rato la mañana del viaje, pero la mujer que le toma los datos y le prepara el libreto internacional lo hace todo en un pis-pás... Casi no le ha dado tiempo a comprobar los datos del D.N.I. y ya tiene el pasaporte en la mano.

Marcos se dirige al aeropuerto. Allí cogerá un avión, y en el aeropuerto del país vecino alquilará un coche para poder desplazarse sin limitaciones.

En el mostrador le informan de que no hay vuelos disponibles para ese dia, así que no tendrá más remedio que coger su propio coche y viajar por carretera.
La idea no le resulta tan desalentadora como podría parecer. Agradece poder ir más cómodo, en el vehículo que ya está acondicionado a sus gustos y, además, podrá parar cuándo y dónde le plazca. Unicamente tendrá que avisar al cliente del inconveniente de desplazarse en coche y a su jefe de que el viaje le llevará más tiempo del que en un principio había calculado.

Una vez informados, el viaje por las autopistas se hace con tranquilidad y a buen ritmo. Marcos no desaprovecha la ocasión de disfrutar de un buen viaje.

Al cabo de unas horas llega a la frontera. Allí es flanqueado por tres agentes. El primero le pide la documentación, el segundo le pasa un espejo por los bajos y el tercero, acompañado de un perro detector, pasea alrededor del coche.
Cuando los dos agentes se retiran, el que le ha pedido la documentación le pide que baje del coche y se presente en la oficina. Marcos no entiende nada, pero no quiere malentendidos ni que por un mero trámite le prohíban cruzar la frontera. Aparta el coche a donde le han indicado y se acerca a la oficina.

Una amable agente le atiende detrás del mostrador de la oficina. Es una chica joven, de treinta y pocos de edad, es rubia y tiene unos ojos verdes que atraen a Marcos. El uniforme le sienta perfectamente. Es una chica preciosa que roba la mirada nerviosa del comercial. La desnuda con la mirada...

La agente le informa de que hay un pequeño inconveniente con el pasaporte. Él intenta explicarse serenamente, pero la mirada fija de la chica pone más nervioso a Marcos, que comienza a explicarse de forma desastrosa...

  - "Soy comercial y voy a ver a un cliente porque me lo ha pedido mi jefe. No había vuelos, así que he venido por carretera y he llegado aquí... y tus compañeros me han abierto y mirado el coche como si fuera un delincuente... Y me han pedido que venga a verte... Y tú... Y yo... Y...".

  - " No hace falta que siga explicándose...", dijo la chica seriamente y de modo tajante... "Acompáñeme a este cuarto".

Marcos no entendía nada. De repente era considerado como un criminal cuando él había sido una persona ejemplar.
Dejó que él entrase por la puerta del cuarto y cerró la puerta tras de sí.

  - " Vacíese los bolsillos, quítese todo lo que sea de metal y déjelo todo en la bandeja que hay en la mesa".

Marcos no tardó mucho en depositarlo todo en la bandeja. Las órdenes continuaron rebotando en las paredes de la habitación...

  - "Separe los brazos del cuerpo y abra las piernas. Voy a pasarle un detector de metales".

Él accedió.
La agente pasó cuidadosamente el detector por todo el cuerpo del comercial. No contenta con eso, volvió a ordenarle:

  - " Voy a proceder a registrarle manualmente. Necesito que se quite la chaqueta y apoye las manos en la pared".

Marcos atajó las órdenes sin mediar palabra. Dejó la chaqueta en el respaldo de una silla que había junto a la mesa donde se encontraba la bandeja y se volvió de cara a la pared, apoyando las manos para permitir que la agente siguiese en su empeño...

Manoseó los brazos desde los puños de la camisa hasta los hombros. Continuó por el cuello, el pecho y los costados hasta la cintura.
Marcos no se sentía amenazado. Es más, no creía que el rudo cacheo fuese tan agresivo como había visto en las noticias o en aquellas películas de acción. Notaba cómo si le estuviese acariciando, como si en cualquier momento ella fuese a quitarle los botones de la camisa y le fuera a meter la mano para acariciar su pecho.
Se sentía atraído por ella, y el hecho de que le estuviese tocando, le había alterado aún más. Poco a poco se estaba excitando...

Ella colocó sus manos en el muslo izquierdo y tanteó a la vez que bajaba a los tobillos. Repitió la misma acción para la pierna derecha.
Marcos estaba excitado. Cerró los ojos y dejó salir un jadeo leve... Como un suspiro.
Creía que el hecho de que ella le tocase le estaba provocando la excitación, así que se dejó hacer mientras mantenía los ojos cerrados.

La agente desenfundó su bastón. Una barra metálica revestida de goma y rematada en cuero negro que llevó directamente a los genitales de Marcos.
La excitación de él llegó a límites que ni él sabía que podría sentir... Sintió cómo el líquido pre-seminal mojaba constantemente su ropa interior hasta el punto de notársele en el pantalón mientras ella pasaba el frío instrumento entre las piernas de él.
Un sonoro gemido inundó la habitación como un eco...

  - "¡Aaahhhmmm!.

Marcos apretó los puños sin dejar de tocar la pared y, manteniendo los ojos aún más cerrados, volvió a gemir...

Ella se apartó de un salto, extrañada, y nuevamente ordenó:

  - " ¡Dése la vuelta y pegue la espalda contra la pared!".

La cara del comercial era de excitación total, mientras ella lo miraba de arriba a abajo y observaba cómo por debajo del cinturón, a la altura de la cremallera, se extendía una húmeda mancha que se extendía hasta el tiro del pantalón, dejándose notar el abultado miembro aún excitado.

  - "¡¿Esto es una broma?!", profirió ella aún extupefacta por la situación.
  - " ¡No entiendo nada, te lo juro!. ¡No sé qué me has hecho!", intentaba disculparse el pobre Marcos. "Sólo sé que me gustas, que eres muy atactiva, pero te juro que no entiendo porqué me ha pasado esto".

Sollozaba las disculpas como un niño que no entiende porqué lo han castigado. Aún sentía excitación, pero se sentía culpable por no saber qué estaba pasando en aquella habitación.
Ella se giró dispuesta a salir por la puerta cuando sintió la mano de Marcos agarrándola por el brazo armado con el bastón.

  - " ¡Por favor, no salgas!".

El ruego la frenó por completo. Si él era sincero, ninguno de los dos entendía qué estaba ocurriendo.

Ella se volvió y se acercó a él. Marcos soltó su brazo y la cogió por la cintura. Ambos se dejaron llevar por la situación y se besaron.
Comenzó siendo un beso tierno, sincero, casi formal y de repente se volvió sexual, lascivo, lujurioso, de juego de lenguas y pasión desenfrenada.
Ella empezó a desabotonarle la camisa y se la quitó, tirándola hacia la mesa donde estaba la bandeja con los demás objetos. Pasó el bastón por el pecho de Marcos a la vez que lo empujaba de nuevo hacia la pared. Él jadeó sin poder evitarlo.

Como provocación, ella eleva el bastón a la altura de su cara, mirando a Marcos con lascivia.
De repente saca su lengua y lame el bastón desde la empuñadura hasta la punta sin dejar de mirarle. Quiere seguir el juego y saber dónde está su límite. La provocación surte efecto en él...

  - "¿Qué pretendes hacerme ahora?, suplica Marcos.
  - " Quiero hacerte sufrir aún más...".

Ella sigue lamiendo el bastón mientras mantiene al comercial pegado a la pared y su mirada sigue siendo perversamente provocadora.
Después de juguetear con el bastón, mete la punta en su boca, para rodearlo con los labios y chupetearlo ante la cara de Marcos, que continúa gimiendo y mojando los pantalones.
Ella deja de chuparlo y acerca su cara a la de él, a la vez que le susurra muy bajito y con voz melosa:

  - "¿Quieres sentir esto?"

La propuesta deja estupefacto a Marcos, que con un ligero cabeceo le indica que la respuesta es afirmativa.

  - "¡Quítate el pantalón!".

La orden no se hace esperar. El pantalón aparece en la mesa a los pocos segundos y él vuelve a pegarse en la pared.

Ella se pone de cuclillas frente a él y lame el bastón de nuevo.
Sin separar el bastón de su cara, lame el miembro erecto que sobresale en un magnifico bulto bajo el slip.

  - "Este bulto es muy sospechoso... Tendré que inspeccionarlo también...".

La punta del bastón se posa sobre el genital y va recorriéndolo hasta la parte inferior del slip, en el que ella presiona hacia arriba, provocando que él jadée de nuevo.

Ella agarra el slip y lo desliza hacia abajo, dejando descubierto el chorreante pene de Marcos. Vuelve a posar el bastón en el escroto, presionando de nuevo hacia arriba con el bastón y le da un lametón al miembro, desde su base hasta la punta del glande.

  - "¡Mmmmm...!. Sospechoso... Muy sospechoso...".

Vuelve a lamer el pene y cuando llega de nuevo al glande, se lo mete suavemente en la boca, como ya había hecho con el bastón.
A la vez que chupa el miembro, acaricia con el bastón el escroto de Marcos, llegando a rozarle el ano, lo cual le estimula aún más, jadeando con más fuerza.

Al poco, ella se aparta de él, liberando el pene de su boca y manteniendo la distancia apoyando el bastón en su pecho. Se dirige hacia la mesa y va quitándose el uniforme lentamente sin dejar de observarle mientras él continúa pegado a la pared.
Una vez que se ha desnudado por completo, se gira de espaldas a Marcos, y sube la rodilla derecha encima de la mesa dejando ver toda su anatomía genital femenina.
Es rosadita y bien proporcionada. Los labios sobresalen como dos abultados globos a punto de estallar.
Ella vuelve a provocarle...

  - " Mira qué más sé hacer con mi porra".

Dirige la punta húmeda de su bastón hacia su entrepierna y se lo introduce lentamente en la vagina, realizando pequeños y suaves movimientos de vaivén con su cuerpo.

Marcos deja de tener contacto con la pared y se dirige hacia ella que, cuando lo tiene suficientemente cerca de ella, saca el bastón de la vagina, lo apoya en el pecho del comercial y lo frena en su avance...

  - "¿Quién te ha dado permiso para moverte?. ¡Vuelve a tu sitio y mira!".

Él retrocede sobre sus pasos y vuelve a pegar su espalda a la pared mientras ella redirige la punta del bastón hacia su vagina y vuelve a introducírselo tras la reprimenda.

El bastón va cubriéndose de flujo vaginal y el comercial arde excitado frente a ella.
Poco a poco, ella va calentándose y llenando la habitación de gemidos. Está igualmente excitada y no es la primera vez que ha jugado con su bastón de esa forma.
Ella pasa mucho tiempo en la aduana y, en ocasiones, necesita aliviar tensiones. El bastón es un objeto que no usa demasiado y que, sin embargo, debe llevar con el uniforme.
Su suave piel curtida es un buen sustituto cuando ella tiene necesidad.
Siente tanta excitación que no tarda mucho en llegar al clímax...

Deja que su cuerpo, aún caliente de deseo, se diluya en un orgasmo dulce y atemporal. Sus fuerzas la abandonan levemente frente al comercial, que sigue eyaculando contínuamente ante el festival sexual que le ha ofrecido ella.

Abandona la mesa y limpia el bastón de flujo, manteniéndose desnuda frente a él.

Una fria acusación, junto con una nueva mirada malévola, sale de los labios de la agente:

  - "¿Has visto lo que he tenido que hacer con mi porra?. ¡La próxima vez que te vea por aquí no seré tan permisiva!", sentenció ella.

Se volvió a poner el uniforme y se arregló un poco. Tras esto, ella se acercó a él con una sonrisa, posó sus manos en su cara y le besó con ternura. Acarició su cara y se alejó lentamente sin perderle de vista.

Al llegar a la puerta, se tornó nuevamente;

  - "Ésta es mi última órden: vístete y pasa a verme por el mostrador de la entrada".

Abandonó la habitación y dejó a Marcos sólo.
Con pesadumbrez, fué recogiendo la ropa y vistiéndose.
No entendía cómo había llegado a ocurrir todo aquél festival de sensaciones, pero se sentía estupéndamente y con la sensación de haberse quedado extrañamente aliviado y satisfecho.

Terminó de vestirse y arreglarse. Se dispuso a salir por la puerta, que cerró tras de sí. Recorrió el pasillo que llevaba al mostrador y allí volvió a encontrarse con ella, que lo esperaba con el pasaporte en la mano, el cual entregó abierto por la primera hoja de registros con el sello puesto.
Marcos dió las gracias y abandonó la oficina en dirección a su coche.

Repasaba mentalmente cada minuto pasado en aquella habitación y recordó la humedad de su pantalón.
Ocultó vergonzosamente el pantalón con la chaqueta hasta que llegó al coche y se subió a él.

En su asiento, frente al volante, abrió el pasaporte para ver el sello de nuevo, pero un papel amarillo asomaba ligeramente por la parte posterior. Era una nota suya.

"Ésta no es una órden. Es una proposición:
Ven a mi casa a tu regreso"

La dirección, junto con su número de teléfono estaban escritos en el reverso de la nota.

Marcos guardó el pasaporte junto con la nota en el bolsillo de su chaqueta. Estaba seguro de que convencería al cliente...

...Y lo celebraría a su regreso junto a ella.

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