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sábado, 22 de agosto de 2015

RE21 El cunnilingus

RE21 El Cunnilingus

Esta historia debería comenzar con un "Érase una vez...", pero no se trata de ningún príncipe encantado, ni de ninguna princesa prometida. Quizás debería empezar con "Era una tarde tranquila y solitaria...", pero tampoco me promueve mucho a leer ese tipo de historias. Esta historia debe empezar como algo atractivo, algo que se quiera leer, algo que estimule al lector o al que la escuche...
Quizás la mejor opción sea la de: "Escúchame atentamente y aprende de la experiencia...".

No puedo comenzar una historia sin enumerar las distintas causas que derivaron en el propio hecho, así que debo empezar por presentarte a los protagonistas de la historia;
Bueno, dejémonos de historias, que esto, al fin y al cabo, va a quedar entre tú y yo...

¿Cómo empezamos?. Es una cuestión de ponernos en situación, de plantearnos el momento, el lugar, los motivos...
La verdad que cómo lleguemos a esto, tampoco tiene mucha importancia. Da igual si lo hacemos en los baños, en la playa, en una habitación de hotel, en el coche o en la cama. "¿En tu casa o en la mía?": ¿de verdad importa?.
Nos tenemos ganas, y punto.

Me encanta mirarte a los ojos, la boca, acariciarte suavemente... Me pierde que me mires con tus ojitos, que enredes en mi pelo, que me "peines" mientras estamos juntos.
Me gusta mucho que me pidas que te bese sin que digas una sola palabra. Ese gestito que haces con tu cara, casi imperceptible, y que me da via libre para besarte es la única señal que estoy esperando recibir. Nos besamos despacio. Dejamos que nuestros labios jueguen a acariciarse mutuamente. Abro mi boca y dejo que mis labios se abracen a los tuyos. Es una sensación maravillosa en la que podría perderme tanto tiempo que no podría describirlo en segundos... Ni en horas.
Permitir que nuestras lenguas se unan en el cielo de nuestras bocas es como ver unirse en la arena dos olas de distintas corrientes, saltando una sobre la otra, cuando se juntan y al momento ves que cada una sigue su dirección anterior y se vuelven a juntar, se revuelven en el mismo punto y cuando pierden toda la fuerza, parecen una sola.
Así son nuestras lenguas. Húmedas, juguetonas, revoltosas...

Mientras nos besamos, seguimos perdidos en caricias. Nos acariciamos la cara y dejamos que nuestros dedos nos cosquilléen allá por donde pasen.

¿Y si estamos desnudos en la cama?. Sería lo mejor, porque entretenernos aún más desnudándonos, que si los botones, que si los corchetes, que si las cremalleras... Desnudos, y nos quitamos de problemas.
Así puedo acariciar tu piel. Rozar cada curva de tu cuerpo con sutileza y pasión, sentir cómo los poros se abren ante mis caricias y oler tu perfume femenino a la vez que sigo besandote y mirandote.

Necesito respirarte más profundamente. Entonces meto mi nariz en tu cuello y respiro tu olor. Inspiro lentamente mientras mi mente se llena de ideas propias de los súcubos, faunos y otros demonios lujuriosos.
Quiero hacerte mía y te abrazo con deseo. Noto tus manos en mi espalda y tu aliento en mi cuello. Noto cómo mi cuerpo comienza a calentarse y a fundirse contigo. Siento que debo hacer realidad todas esas ideas perversas, y me confieso a mí mismo que deseo conseguir algo más de tí.

Bajo a tus pechos y los masajeo suavemente. Me encanta que me los ofrezcas y notar cómo te excita que te los chupe. Mi lengua vuelve a abandonar mi boca y enloquece humedeciéndote el pezón y la aureola, mientras mis manos continúan acariciandote los senos y dejas que furtivamente unos dedos traviesos se acerquen peligrosamente a mi próxima meta: tu vientre.
Mamo tus pechos con tanta dedicación como lo haría un bebé. Rodeo el camino aureolar con mi lengua para que tu temperatura siga aumentando, al mismo tiempo que lanzo lengüetazos arriba y abajo, como brochazos, notando en mis labios cómo tu corazón palpita con más fuerza y tu respiración se hace más acusada.

Mis traviesos dedos hace tiempo que te acarician la entrepierna y hacen que tus otros labios se ensaliven de flujo vaginal, lubricando tu entrepierna para permitir que continúe con mi perverso juego amatorio.

Abandono tus pechos y te beso el ombligo y el vientre, dejo que tus piernas se abran más, como una flor en primavera, y mi boca exije un nuevo sabor dulce y caliente para saborear.
Me deslizo aún más abajo y llego a la gran grieta. Tus piernas se han abierto todo lo que pueden y mis manos ayudan a mantener esa postura que me recuerda a los grandes monumentos, donde grandes arcos magníficos invitan a colarse por unas puertas bien rubricadas, con dibujos y tallas de maestros artesanos. Mi lengua desea palpar toda esa belleza. Paso la punta desde el cielo hasta el infierno, rodeando la abertura de tu piel y humedeciéndola.
Comienzo a sentir las primeras gotas de flujo en mi paladar. Es dulce, caliente y me satisface plenamente. Noto como mi pene se erecta por enésima vez y se humedece la sábana con las pequeñas gotitas que salen del prepucio.
Acaricio a lengua abierta toda tu raja, desde el punto más bajo hasta la cima más alta de tus labios. Siento tu cuerpo estremecerse y de tus labios sale un gemido agonizante. Deseas más porque lo estoy haciendo muy bien. Tu cuerpo me lo enseña así.
Otra caricia idéntica a la anterior y tus manos se agarran a las sábanas, tensandolas casi hasta romperlas. Más flujo entra por mi boca y meto aún más mi lengua en tu vagina...

Estoy seguro de que si meto un dedo, acabaré por lograr que te corras de placer. Y eso es lo que deseo.
Meto uno de mis dedos corazón en mi boca, aún húmeda de tus fluídos, y lo humedezco, para que sea suave con tu piel tan sensible aún. Siento el calor de tu interior y, mientras, continúo lamiéndote suavemente por fuera.
Noto tus paredes rugosas del vientre y dejo que mi dedo las alise lentamente, con suavidad.
Mi otra mano se posa en tu vientre y me la coges fuertemente, para que sea partícipe de la sensación tan sabrosa que sufre tu cuerpo. Continúo llenándome los labios y mi boca de tu flujo, de tus sensaciones y de tu olor. Me acaricias la cabeza y me invitas a continuar con el juego.
Yo también lo disfruto.
Me dejo llevar un poco por la pasión y la situación. Sigo notando cómo gota tras gota, mojo bastante la sábana bajo mi miembro erecto. Tu cuerpo se estremece más aún, acaricio tu interior con mi dedo con más rudeza sin dejar que baje el ritmo que marca mi lengua en tu clítoris, al que acabo de descubrir.
Tengo una pequeña protuberancia que rodeo contínuamente con mi lengua. Sé que debo tratarlo con delicadeza, pero lo rodeo con mis labios y lo succiono suavemente. Tus manos me agarran del pelo e impulsan mi cara aún más dentro de tí. ¿Lo estaré haciendo bien?.

Meto y saco mi dedo ritmicamente a la vez que continúo lamiéndote la entrepierna. Gimes locamente y muerdes la almohada para no alborotar en el silencio.

No puedo parar, y sin embargo tengo muchas ganas de penetrarte como un salvaje. Pienso que si continúo así no tardarás en correrte y tanteo con mi dedo anular el orificio de tu ano. Otra loca idea me invade: la doble penetración.
Dejo que la mezcla de nuestros fluídos lubriquen la entrada a tu trasero y lentamente dejo que mi dedo anular sea engullido por tu cuerpo. Como un supositorio rectal.
Poco a poco voy consiguiendo penetrarte por ambos agujeros y subo el ritmo de la marcha. Dos dedos en tu vagina y un tercero en el ano. Mi lengua lamiendo tu clítoris y mis labios succionando alrededor.
Una gran mancha de flujo en la sábana denota mi gran dedicación a tus placeres. Tu cuerpo convulsiona locamente y tus muslos ahogan mi cara contra tus genitales... He conseguido más de lo que yo esperaba.
No puedo parar todavía. Debo continuar.

Una última petición sale de mi boca: quiero penetrarte...
La decisión es tuya.

Abandono los agujeros con la misma delicadeza con la que te fuí penetrando. Mi boca hace una última succión y mi lengua una última caricia...

Mi pene está erecto a más no poder y desea tu calor...

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