Translate (Posts from originals in Spanish)

lunes, 20 de abril de 2015

RE16 Un paseo por la playa

A Nuria le gusta ir con su perro a pasear. Le encanta verle disfrutar del paseo, sobre todo si es lejos de la ciudad y el coche supone un aliciente más para hacer que la tarde se vuelva divertida.
Recordó una playa a la que solía ir de niña, cuando llegaban las vacaciones de verano y sus padres deseaban desconectar del bullicio típico de las urbes. Le gusta la idea de volver a aquella playa, ahora que el sol calienta un poco más y seguramente nadie la molestará.
Prepara las cosas y las baja al coche. Sube de nuevo y coge a Nanook, su travieso cachorro de husky, del que se enamoró por sus ojitos azules y su incesante inquietud, sobre todo para el juego... Nanook es el "novio" perfecto para ella; es guapo, tierno y está pendiente de ella en todo momento.
Nuria no tiene nada que decir. En cuanto Nanook ha visto que ha cogido el arnés, da saltos enérgicos para que ella se lo ponga de inmediato... Sabe que eso equivale a salir... y en coche nada menos.
Nada más que se lo ha colocado, sale disparado a la puerta, sin dejar a la pobre Nuria tiempo para dar un último repaso al piso. Una última verificación de que todo está correctamente recogido, cerrado o apagado.
Nuria abre la puerta y el travieso Nanook sale como una centella para pararse delante del ascensor. Mira a su dueña pidiendo que no demore más la llamada al elevador... Está ansioso por subirse al coche.
Unos cuantos giros de llave y toca el botón de llamada del ascensor.
En unos segundos, la puerta se abre y el perro se cuela fugazmente. Entra, pulsa el botón del sótano y el ascensor empieza a bajar.
Animado por la motivación, el perro da vueltas alrededor de Nuria. No puede estar quieto. Es superior a él. Se para el ascensor y en cuanto las puertas se abren lo justo para que el perro pase por ellas, sale del ascensor directo al coche de Nuria.
Abre la puerta de atrás del coche, ayuda a subir al perro, lo engancha en el cinturón y luego ella se pone al volante, arranca el motor, circula por el garaje y sale a la calle, toma el rumbo indicado y empieza a cantar con la música de la emisora, como acostumbra a hacer cuando se dirige al trabajo.
Es un viaje corto, pero a Nuria le trae muchos recuerdos de la infancia.
Poco queda ya de aquellas tiendas que solía visitar con su madre cuando la acompañaba a hacer las compras. Y de la gente que se sorprendía de lo bonita que era aquella niña de coletas, pecosita y de ojos preciosos que llamaba tanto la atención.
Llega al aparcamiento de la playa y está prácticamente desierto. Tan sólo algún coche y un par de furgonetas de surfistas son los únicos habitantes del parking.
Nuria abre la puerta y suelta a Nanook quien, como un loco, baja del coche y esprinta varias veces en la arena cercana, dejando claro, a la intuición de Nuria, de que desea llegar lo más pronto posible al agua.
Después de coger la mochila que ha preparado en casa, Nuria se dispone a atravesar el paseo de madera que lleva desde el aparcamiento hasta el final de las dunas, donde desemboca en la playa.
Nanook no puede esperar y pronto deja atrás a la dueña, haciendo caso omiso de las llamadas de Nuria, que resignada, continúa avanzando por el paseo mientras ve alejarse al perro.
Por fín Nuria llega a la playa, se descalza y entierra los pies en la arena. Decenas de recuerdos le llegan a la memoria. La invade una felicidad que la envuelve por completo y hace que se pierda en los recuerdos.
Cierra los ojos y respira bien hondo. El olor a salitre la trae más recuerdos aún. Siente cómo se le eriza la piel.
No pensaba que fuese a ahogarse en la melancolía, pero esa felicidad le propina una lágrima de júbilo que se desliza lentamente por la mejilla hasta la comisura de los labios, donde por cosquilleo, Nuria se la quita con la mano, aunque no le importa si le cae alguna más.
Mira a su alrededor y poca actividad hay en la playa, así que decide dar un paseo a lo largo, para que Nanook se canse y pueda dejarla leer un poco a la vez que se broncea la piel tumbada en la toalla.
Camina entre recuerdos, mientras Nanook juega con las olas que llegan a la arena. Se moja las patitas y ladra animosamente al agua. Quizás el mar quiera jugar con él.
Según van acercándose al final de la playa, allá donde se cierra el acantilado, el cachorro se pone en alerta, vuelve a jugar con el agua y, de repente, de nuevo en alerta.
Esto desconcierta a Nuria.
Siguen caminando y, entre las rocas, en un pequeño claro de arena dura, hay un hombre ejercitándose. Tiene el torso descubierto, sudado y bien definido. Tiene el pelo muy corto y moreno, barba de varios días y tiene el semblante de un hombre serio y seguro. Lleva un pantalón blanco de pernera corta y un cinturón rojo, que cuelga a la altura de las rodillas y se mueve, oscilantemente, con los movimientos.
Está tan concentrado que no se ha percatado de que Nuria está en las proximidades observandolo, medio atontada, cómo ejecuta movimientos explosivos de algún tipo de arte marcial.
Es el tipo de hombre que le gusta a Nuria. El tipo de hombre que protagoniza las películas de acción, son guapos, sanos, visten trajes y tratan bien a las mujeres. Ese tipo de hombre con el que Nuria sueña encontrarse algún día, que al nombrarla se le ponga la piel de gallina, se sienta protegida entre sus brazos y que sea apasionado en la cama.
Nuria ya se había hecho un perfil de su hombre perfecto, pero ninguno de los que se había cruzado en su vida correspondía con ese perfil.
Sólo había encontrado fumadores, bebedores, jugadores, puteros y una larga lista de hombres que le recordaban a los maridos de las marujas de su barrio. Hombres que, para ella, no valen nada, por mucho dinero que lleven en su cartera.
Nanook, como perro juguetón y curioso que es, no tarda en mostrar sus dientes al cinturón de ese hombre, con lo que él  deja sus ejercicios y juguetea con el cachorro, que sin dudarlo, se presta a seguirle el juego.
A Nuria le enternece la escena. Los mira complacida y siente un cosquilleo subir por el interior de las piernas. Se sonroja y, a la vez, no puede contener la risa.
Él se da cuenta de que Nuria está cerca, parapetada tras una roca, observando cómo juega con el cachorro. Se dirije hacia ella sin borrar esa sonrisa y Nuria comienza a sentirse frágil. Teme que las palabras no le salgan de los labios ante la presencia de su soñado héroe, convertido en realidad.
  - "Tu perro es muy juguetón. Es de esos que no se cansan nunca, ¿verdad?".
Nuria quiere contestar, tiene un montón de ideas fluyendo torbellinamente por su cabeza, el deseo, la presencia, el brillo de su piel sudada al sol, un todo por nada...
  - "Si. Nanook es así".
Acierta a decir Nuria.
Se siente cohibida y se la nota. Se sonroja aún más y eso la pone más nerviosa... Él quiere tranquilizarla.
  - "¡Encantado, Nanook! - dice cogiendo en brazos al perro - Yo soy Raúl".
El cachorro se pone cariñoso y lame la cara de Raúl, como suelen hacer los perros con sus dueños. Nuria se ablanda aún más.
  - "¿Y qué te trae por esta parte de la playa, dueña de Nanook?".
Nuria está a punto de derrumbarse.
Quiere salir corriendo tan rápido a través de las rocas como hace el cachorro con las puertas, pero está, a la vez, tiesa de la impresión.
  - "Solo paseaba..."
  - "Ammm... ¿Y te apetece seguir paseando?. Yo llevo entrenando un buen rato y me apetece tomar un descanso".
  - "Claro".
Ambos comienzan a caminar juntos de vuelta sobre los pasos de Nuria.
Raúl lleva las manos atrás, agarrándose una por la muñeca, dejando un hueco entre sus costillas y su codo, por el que Nuria ansía meter su brazo e ir cogida de Raúl... pero no se atreve.
Raúl habla con franqueza y se denota que no trata con rudeza. Usa un tono suave pero firme. A Nuria le enamora su voz.
Caminan juntos y la conversación es amena y agradable.
Nuria se deja llevar y hace el ansiado gesto. Raúl continúa conversando.
Nanook no cesa de correr de un lado para otro, alrededor de ellos y jugando a mojarse.
Raúl suelta la muñeca, dejando caer la mano donde Nuria va agarrada a él porque quiere poner énfasis en un detalle de una anécdota graciosa.
Su mano cae y Nuria pierde la esperanza de volver a abrazarse a Raúl.
Antes de que pierdan el contacto, Raúl agarra con suavidad la mano de Nuria y entrelaza sus dedos con los de ella. Nuria se deja hacer a la vez que respira tranquila. Quiere seguir así el resto de la tarde. Agarrada a ese hombre tan atento, tan agradable y que ha tenido la suerte de conocer.
Llegan al final de la playa y él se despide. Quiere coger el coche, regresar a casa y darse una ducha reconfortante.
Nuria no quiere dejar que se marche, pero tampoco puede frenarle... Al fin y al cabo, acaban de conocerse. No puede hacer nada más.
Su cara pasa a ser larga y triste.
  - "Es una pena que tengas que irte. Me gustaría volver a verte".
  - "A las 9 en el restautante que hay en el acantilado. ¿Te parece bien?".
Nuria está atónita. Sin saber cómo, Raúl la ha invitado a cenar. Se siente afortunada y acepta sin reservas.
Nuria se despide de Raúl con un sencillo "hasta luego" al que preferiría adornar con algo más, pero piensa que puede estropear ese momento mágico y se retira con una sonrisa, volviendo sobre sus pasos con Nanook, quien no ha dejado de jugar en ningún momento.
Nuria está felíz, radiante, sonríe como una adolescente y tiene ganas de cantar.
Ya un poco más alejado, Raúl se gira para verla de nuevo. Ha querido ser cortés y recatado, pero le ha costado mucho reprimir sus sentimientos. Lo ha hecho con templanza.
Está muy enamorado de Nuria. Ha sido flechazo a primera vista. Una mujer tan bonita y tan cariñosa no se encuentra tan facilmente.
Se contuvo cuando ella le cogió del brazo, pero sufrió mucho al tener que reprimir sus ganas de tenerla más cerca cuando la cogió de la mano.
Raúl se pone una camiseta y una chaqueta de chándal después de secarse el poco sudor que le quedaba con una toalla. Sube al coche y mira por última vez hacia la playa. La ve jugar con Nanook. Ella está felíz, y él sólo puede estar enamorado.
Raúl ha llegado a casa, acaba de salir del baño, después de ducharse y afeitarse, y se dispone a vestirse.
No tiene muy claro qué ponerse... Duda sobre la camisa y la corbata. Si lleva corbata quizás ella aparezca con algo más informal, pero sin corbata desentonaría si a ella se le ocurre llevar un vestido largo...
  - "¡Qué desastre!", piensa en voz alta.
Nuria también ha llegado a casa. Ha preparado agua y comida para Nanook y se ha ido a tomar un baño relajante. Después se ha peinado y maquillado a conciencia. Quiere estar atractiva para él.
Está frente al armario, mirando la ropa y no sabe qué llevar.
Si va informal puede que a él le parezca poco serio y, si lleva un vestido largo, quizás sea demasiado para una velada entre desconocidos...
  - "¡No sé qué ponerme!", grita de rabia la pobre Nuria...
Son casi las nueve y Raúl ya ha llegado al restaurante.
Se decidió por unos zapatos negros, un pantalón de pinzas, una camisa azul suave, una corbata de estampado informal con medio Windsor en el cuello y un chaleco de punto fino, que le da una apariencia de hombre recio, a la vez que juvenil.
Está esperando en la entrada del restaurante, con un ramo pequeño de rosas rojas en la mano.
Ha aparcado frente a la floristería de su barrio y ha tenido la idea de agasajar a Nuria con ese pequeño detalle.
Los dueños de la floristería conocen a Raúl desde niño. En alguna ocasión, Raúl les ha ayudado en el reparto y en la tienda cuando alguno de ellos no ha podido hacerlo por enfermedad. Raúl siempre ha sido un buen vecino.
Nuria llega al aparcamiento del restaurante en el coche de una amiga, compañera de trabajo, a la que ha tenido que pedir ayuda para elegir la ropa.
Lleva zapatos de tacón bajo, un pantalón largo, una blusa satén y un pañuelo verde estampado, que hace resaltar su melena pelirroja.
Está muy atractiva y llama la atención a su llegada. La gente que está en el restaurante la admira. Los camareros se disputan la mesa en la que se va a acomodar como si fuese a cenar una modelo de pasarela.
Nuria se siente cohibida por ser el centro de atención. Siempre había pasado inadvertida, pero ahora era el punto hacia donde se dirigían todas las miradas...
Raúl también está impactado. Se encuentra como en un sueño, en la que la chica más guapa se dirige hacia él y le llama por su nombre.
Se pellizca disimuladamente el antebrazo para confirmar que no está soñando... pero es real. Nuria es definitivamente la mujer de sus sueños.
Nuria, visiblemente emocionada, llega a la altura de Raúl, que la recibe con el pequeño ramo de rosas.
Raúl desea besarla, al igual que Nuria desea besarle a él, pero un comedido beso en la mejilla es el único paso posible en este momento. Y lo da.
Nuria se siente ahora como una princesa. Raúl coge su mano, indicando que quiere que ella le coja del brazo y, dirigiéndose a uno de los camareros, pide que le acompañen a la mesa que él ha pedido.
La mesa está preparada para los dos. Está situada en una esquina, con vistas al mar, apartados de todos los comensales por dos o tres mesas alrededor. Tienen intimidad suficiente.
Nuria sigue en su nube de color rosa...
La cena es amena. Entremeses, primer plato, segundo plato, conversación agradable y miradas de complicidad. Todo ocurre según las leyes del universo.
El postre es más divertido. Risas, anécdotas increíbles y, como no, el pequeño Nanook es el protagonista ausente. El incidente de esta tarde ha salido a la luz, y ambos no pueden ocultar sus verdaderos sentimientos.
  - "¿Te apetece volver a pasear por la playa?".
La oferta de Raúl es realmente romántica, y Nuria acepta. Ella no desea bajarse de esa nube caprichosa en la que está viajando desde esta tarde...
Raúl pide la cuenta y, tras los trámites, salen por la puerta del restaurante bajo las mismas miradas que recibieron a Nuria a su entrada en el local...
Nuria y Raúl atraviesan el aparcamiento cogidos de la mano. Esta vez el gesto ha sido natural, no fué forzado ni precipitado. Como si llevasen haciéndolo mucho tiempo.
Raúl se para delante de su coche, abre la puerta del pasajero e invita a Nuria a subir.
Recorren el trayecto que va hasta la playa y Raúl deja el coche justo donde se despidieron esa misma tarde.
Nuria se descalza y deja los zapatos y las medias en el coche. Raúl hace lo mismo con sus zapatos y los calcetines.
Raúl abre la puerta de atrás y saca una bolsa con lo que parece una manta... Nuria está intrigada, pero no pregunta.
Sorpresa tras sorpresa... Es todo tan perfecto que Nuria no sabe si creérselo o no.
Raúl coge a Nuria de la mano y caminan por la arena juntos, como esa misma tarde.
Continúan conversando mientras atraviesan la playa hasta llegar a donde Raúl entrenaba, junto a las rocas.
Raúl coge la manta y la extiende. Debajo de esa manta hay otra, la cual también saca, pero deja sin desplegar. En el fondo hay una botella de vino y unas copas.
Ayuda a Nuria a sentarse en la manta, descorcha la botella, sirve vino en una copa y se la ofrece a Nuria. Él se sienta a su lado y se sirve vino en la otra copa.
La noche está estrellada y la luna llena ilumina con intensidad la playa. No hace frío y el vino es de buena cosecha.
La conversación continúa entre anécdotas y recuerdos de la infancia. Nuria se arrima a Raúl y apoya la cabeza en su hombro. Se encuentra a gusto.
Raúl piensa en que es un buen momento para abrazarla, así que pasa el brazo por detrás de Nuria y posa su mano en la cintura, animando a Nuria a pegarse más a él.
Tras dos o tres copas más de vino, Nuria está casi fuera de sí. El vino se le ha subido a la cabeza, pero no quiere que Raúl se dé cuenta. Ríe tontamente las gracias de él.
A Raúl también se le ha subido el vino. No está acostubrado a beber alcohol por ser un buen deportista y ésta es la primera vez que bebe vino después de mucho tiempo desde que consumió alcohol por última vez.
Desea besar a Nuria, pero no puede hacerlo, debe mantener la compostura hasta que ella decida el momento.
Nuria se ha envalentonado por efecto del vino y le pide a Raúl que le enseñe alguna "maña" para hacer frente a cualquier hombre. Se levanta e incita a Raúl a que haga lo mismo.
Raúl se levanta y le da indicaciones a Nuria para que coloque los pies entorpeciendo y anulando el movimiento de los suyos, haciendo que, acompañado de un empujón, el adversario pierda el equilibrio y caiga al suelo.
Nuria va paso a paso siguiendo las indicaciones de Raúl, hasta el momento del desequilibrio, en el que Nuria cae junto con Raúl sobre la arena.
Raúl, para evitar que Nuria se haga daño, la abraza y acaban rodando, quedando Nuria con su hermosa melena extendida sobre la arena y Raúl sobre ella, rodeándola con sus brazos.
Ambos ríen cara a cara. Raúl le pregunta a Nuria si está bien y continúa riendo. Se miran y las risas cesan...
Se miran y remiran, mientras él, presa de un deseo irrefrenable, va acercando más su cara a la de Nuria, hasta que lentamente posa sus labios en los de ella.
Raúl ha deseado este momento y, a pesar del estado de embriaguez, quiere hacerlo bien.
Acaricia con suavidad los labios de Nuria con los suyos.
Se besan despacio, pero apasionadamente...
Nuria ansiaba ese desenlace y no deja pasar la oportunidad de sentirse deseada.
Posa sus manos sobre la cabeza de Raúl, guiándole hacia un lado a la vez que ella gira su cara al lado contrario, dejando descubierto su cuello, al que él se dirige con decisión, apartando con la nariz el pañuelo que ella continúa llevando y besando con suavidad la piel del cuello de ella, quien suelta un suspiro de placer.
Él chupetea la piel de su cuello y eso la está haciendo enloquecer aún más. Le desea y está lo suficientemente ebria para apostar por un "cuerpo a cuerpo" sobre la arena... La idea la está excitando y no reparará en insinuaciones para que su sueño se convierta en realidad.
Raúl la desea fervientemente y teme que sus ansias por poseerla sean motivo suficiente para perderla... y es un riesgo que no debe permitir que ocurra... No puede prescindir de vivir sin ella desde ahora.
  - "Nuria... yo... quiero que sigas siendo parte de mi vida. Quiero que seas la estrella sobre la que gire mi universo..."
Raúl no tiene idea que sus palabras dejan una honda huella en el corazón de Nuria.
Ella siente como si un huracán pasase por su pecho y se lo arrancase violentamente. Se da cuenta de que él está tan enamorado de ella, como ella de él.
Sus ojos desvelan que está emocionada, le mira con cariño y le regala un beso.
  - "¿Podemos volver a la mantita?", ruega Nuria con voz enternecedora.
Raúl no quiere moverse, pero la voz de Nuria es tan persuasiva que no puede negarle el deseo.
La ayuda a levantarse y se vuelve hacia la mantita donde dejaron el vino y las copas. Nuria aprovecha para despojarse del pañuelo que rodea su cuello y se desabotona un par de ojales, dejando entrever sutilmente el canalillo de sus pechos.
Raúl no se ha dado cuenta de ello hasta que no se gira para ayudar a Nuria a sentarse en la manta... Su aún ebria mirada se pierde, por un segundo, en el escote de Nuria.
Ella se da cuenta y, agarrando la corbata de Raúl, lo atrae hacia ella, llevando la cara de él hacia el tan codiciado escote. Él se deja llevar y abre suavemente la blusa de Nuria antes de que ella le haya arrastrado totalmente hacia su pecho.
Aplasta su cara contra el pecho de Nuria y lo besa repetidamente mientras la abraza delicadamente pero con firmeza. Ella le suelta la corbata y posa sus manos sobre su pelo. Juguetea y enreda a la vez que gime apasionadamente.
Raúl quiere desnudarla allí mismo y hacérselo hasta caer rendido en sus brazos, pero no quiere precipitarse. Quiere tomarse su tiempo y dejar que ella marque el ritmo.
Nuria acerca sus labios al oído de Raúl y le susurra que se tumbe en la mantita. Él no se hace de rogar y se tumba en la manta, esperando que ella vuelva a sus brazos... Espera en vano.
Nuria se sienta sobre sus piernas y empieza a desabrocharle el cinturón, le quita el botón del pantalón y le baja la cremallera, dejando al descubierto el abultado boxer que aún guarda el secreto masculino. Desliza el pantalón hasta la altura de las rodillas y hace lo mismo con el boxer, quedando el erecto miembro de Raúl desprotegido ante los deseos de ella.
Aparta su melena a un lado y comienza a besar el pene de Raúl con mucha suavidad... Raúl sufre de deseos, pero sabe que el juego ha comenzado y no puede pararlo.
Tampoco quiere hacerlo.
Nuria desliza sus labios a lo largo del miembro erecto, ayudándose de la lengua para ensalivarlo y humedecerlo, logrando que el roce de sus labios se produzca con más suavidad e intensidad.
Pequeñas gotitas de semen salen del prepucio y Nuria las degusta con pasión. Sabe que el dulzor la provoca más deseo y lubrica mucho más. Traga las gotitas mezcladas con la saliva. Nota cómo sus pezones se endurecen y sus pechos empiezan a oprimirle seriamente el sujetador...
El calor que siente Nuria en su interior, provoca que se quite la blusa a la vez que continua succionando el pene de Raúl.
Él consigue pronunciar algunas palabras entre jadeos, para pedirle a Nuria que se gire y, así, llegar a acariciarla entre las piernas. Sabe que con esas caricias puede conseguir excitarla mucho más mientras continúa jugueteando con su pene.
A Nuria le puede el calor. El pene de Raúl está muy húmedo y consigue que resbale hasta su garganta... Necesita hacerlo más suyo.
Raúl está desesperado de pasión. Quiere poseerla y la mamada de Nuria está volviéndole loco por momentos.
Las caricias la están provocando que humedezca seriamente las braguitas que lleva, así que se desabotona el pantalón y deja que él la desnude.
Raúl coge a Nuria por la cintura y, a la vez que acaricia la piel de Nuria, va bajándole el pantalón y las braguitas, hasta que deja a la vista la entrepierna de ella, que brilla a causa de la extensa humedad y brilla como el rocío en la madrugada... Nuria colabora sin dejar de jugar con el pene, consiguiendo quitarse la ropa y ofreciendo a Raúl el espectáculo de su intimidad.
Deja bien abiertas las piernas para que él acceda sin límites. Raúl abre la boca y saca la lengua hasta el límite para regalarle a Nuria un lametón suave y caliente a lo largo de toda su abertura.
El flujo de Nuria es delicioso y Raúl continúa lamiendo la zona con dedicación.
Nuria está muy sensible. Ningún hombre ha dedicado tanta pasión a satisfacer su cuerpo como él. Está disfrutando cómo Raúl mete la lengua a las puertas de su vagina y abandona el pene para recrearse en el juego de Raúl.
Le desea.
Raúl lame con habilidad y provoca intensos jadeos en Nuria.
Ella necesita quitarse el sujetador ya. El juego la propina un extra de excitación y los pechos han aumentado considerablemente, se han endurecido y los pezones se han vuelto más sensibles. Se lo desabrocha y la libertad produce un nuevo subidón en Nuria.
Debe quedarse huérfana de placer para dar el siguiente paso.
Nuria se levanta y cambia de sentido. Mira a Raúl con lujuria y se posa sobre él. Sus lenguas intercambian salivas entre besos, mientras el pene de Raúl resbala sensiblemente dentro de la vagina de Nuria.
El movimiento del cuerpo de Nuria, junto con su respuesta, es muy claro. La penetración se hace muy profunda seguido por un jadeo suyo audible.
Atrae hacia su pecho la cara de Raúl y le invita a chuparle los pezones, al igual que hizo con sus labios vaginales.
Él mete una de las aureolas en su boca, mientras la abraza con fuerza, y succiona con un movimiento suave el pecho, a la vez que provoca que ella le arañe la espalda y le tire del pelo... pero no importa. Agarra con sus manos las nalgas de Nuria y combina eficazmente el movimiento de succión del pezón con el de penetración.
Nuria enloquece y pide que la folle con más fuerza. Exige sentir a Raúl tan dentro como sea posible... e incluso más.
Sin dejar de penetrarla, Raúl se incorpora un poco más y se gira, posando el cuerpo de Nuria con suavidad sobre la mantita.
Nuria lo abraza con los brazos y las piernas. Lo desea sólo para ella.
Raúl continua follándola con delicadeza y a ella le produce tanto calor y placer que cree ahogarse en sí misma... La tiembla todo el cuerpo. Siente cómo el pene de Raúl está provocando que el placer sea muy intenso y sus jadeos ahora ya son gemidos.
El calor de su cuerpo es inaguantable. Desea que la arranquen de sí misma, pero a la vez, no quiere que Raúl abandone la penetración... Todo es más intenso y los besos que él le regala en el cuello son todo lo que ella desea.
Nuria está fuera de sí. Siente cómo su cuerpo ya no responde a su voluntad. Ha perdido todo el control sobre él. Se abandona al placer y deja que todo ocurra, sin más.
Una explosión sensorial de júbilo inunda el cuerpo de Nuria, a lo que responde con un gemido largo y fuerte. El placer es intenso...
Lo ha soltado todo y una sensación de complacencia y de sosiego la bañan por completo.
Raúl no ha perdido el ritmo y continua follándola sin descanso. Sabe que Nuria ha tenido el orgasmo de su vida y se siente emocionado, pero a él aún no ha tenido la suerte de dárselo todo.
Nuria no quiere tener que abandonar el cuerpo de Raúl, y toma la decisión de apostarlo todo y hacer que sea inolvidable.
Abandona la penetración y retira a Raúl de su lado. Se voltea y ofrece a su héroe el mejor de todos los presentes que ha ofrecido a ningún hombre.
Raúl está impresionado. Es la primera vez que una mujer se ofrece tan decididamente a esa postura.
Suavemente posa el pene sobre Nuria, quien abre con sus manos las nalgas, dejando que la punta del pene de Raúl se posicione justo en el agujero.
Ahora ella manda en el juego de nuevo y se deja penetrar lentamente.
Poco a poco el pene se va introduciendo y hace la primera entrada muy despacio, para que Nuria esté cómoda con esa nueva sensación de placer que, casi inmediatamente, vuelve a inundar su cuerpo.
Se gira para ver el rostro de Raúl, que empieza a notar ese éxtasis que precede al clímax, y acaricia la espalda de Nuria, quien le devuelve el gesto con una sonrisa, a la vez que se muerde el labio inferior.
Raúl siente una gran presión en su interior, como si fuese a abandonarle el alma y le siguiese toda la sangre de sus venas. Quiere darlo todo, pero no desea hacer daño a Nuria, quien jadea suavemente a la manta el amor que siente por él.
Saca el pene y deja que su semen salga de un chorro sobre la espalda y las nalgas de Nuria, que no se molesta al conseguir que ese gran guerrero caiga rendido al lado de su cuerpo, jadeando intensamente la pérdida de todas sus fuerzas.
Nuria posa su cara sobre el pecho, que aún respira con fuerza, de Raúl, dejando que éste la tape con la otra manta que había llevado, por si ella sentía frío, y miran juntos el cielo estrellado.
La felicidad de enamorarse, se hace notar en ambos, cuando se miran, y sellan el fin de la batalla con un beso apasionado bajo la luz satén de la esposa del rey Sol.

domingo, 19 de abril de 2015

RE15 La llamada de una extraña (2° parte de 2)

- "¿Qué te pasa, tio?, ¿has visto un fantasma?. Jajajajaja"
Mis amigos se meten conmigo al notarme pasmado... Yo continúo observándola cómo prepara las bebidas.
  - "¡Olvídala!. Ninguno ha conseguido su teléfono... Y recuerda lo que pasó el otro día; todos le dimos nuestro número y no nos ha llamado a ninguno".
Estáis equivocados, chicos. No os ha llamado a vosotros, pero a mí sí.
Habíamos decidido darle nuestro nombre y número, pero al no tener dónde apuntarselos, cogí una de mis tarjetas profesionales y escribimos en ella... Por eso ella sabía cómo localizarme.
  - "Disculpadme. Tengo que ir al baño", me levanto de la silla y me dirijo a los baños.
  - " ¡Te vas a perder las alineaciones. No tardes!".
Al lado de la puerta de los baños hay otra que tiene un letrerito que indica que es la puerta del almacén. Miro hacia ella, me está observando de reojo, abro la puerta del almacén y me cuelo por ella. Cierro rápido, pero suavemente. Espero que nadie, aparte de ella, me haya visto entrar.
El sitio es oscuro, tranquilo, lleno de cajas y botellas, con algunas mesas y sillas descoloridas y llenas de polvo. Se escucha el murmullo de la gente a través de la puerta.
Quizás no haya sido buena idea el colarme aquí. Puede que ella no quiera entrar y hablar conmigo, aunque tampoco sé qué decirle... Creo que voy a salir...
La manilla de la puerta se ha movido y la puerta se abre. "¡Me han pillado!", pienso para mis adentros mientras la puerta continúa abriéndose...
Una figura femenina se cuela en la estancia. Es ella. Yo me quedo paralizado sin saber qué decir.
Ella se vuelve y cierra la puerta. Pasa el pestillo y gira la llave. No puedo imaginar qué ocurrirá, pero sí sé que quiero una explicación a lo ocurrido esta mañana.
  - "¿Por qué yo?". Es lo único que acierto a decir.
Ella se acerca, sonríe y me abraza...
  - "Porque tienes cara de ser un buen chico... Y porque me gustas".
Aunque tiene el pelo recogido, un mechón de pelo tapa parte de la mejilla, así que se lo aparto suavemente, me dejo llevar por el momento y la beso.
Ella me abraza más fuerte y se sube a mi cintura.
Instintivamente pongo mis manos en sus nalgas mientras sigo besándola...
Busco un lugar donde esté cómoda y sirva de plataforma para poder seguir interrogándola... o no. Una vieja mesa es el lugar idóneo...
Dejamos de besarnos y la miro a los ojos. Tiene ese brillo en los ojos que denota deseo... Un deseo inexpresado que tiene por objetivo a mí mismo.
Me dejo besar el cuello mientras bajo la mirada y descubro que su blusa blanca muestra su precioso escote... y es solo para mí.
Separo con mi cara la blusa, como buceando entre ella, para buscar esos preciosos pechos y besarlos hasta la saciedad.
Mientras, ella va sacandome la camisa de debajo del pantalón y sacando los botones de los correspondientes ojales.
Yo hago lo propio con su blusa. Se la quito y la abandono en la misma mesa. El sujetador es mi próximo objetivo, pero ella me advierte que esta vez no es aconsejable seguir por ahí... ¿Esta vez?. ¿Habrá una próxima?. Celebro saber que seré tu juguete una vez más...
Sólo puedo besar tus pechos, así que, aunque limitado, espero poder ser suficientemente convincente para conseguir mucho más de tí.
  - "¡Uuuuyyyyyyy...!
Resuena tras la puerta. El partido ya ha empezado y algún disparo ha salido por fuera de la portería.
Pero yo estoy jugando en otro campo y contra otro rival mucho más imponente... Este partido es el que de verdad me importa ganar.
Con sutileza, ella me ha desenganchado el cinturón, ha soltado el botón del pantalón y me ha bajado la cremallera. El pantalón cae por su propio peso y me deja casi a merced de sus deseos.
Yo le subo la falda que tantas veces nos ha hecho perder la cabeza, y voy deslizando su tanguita hasta que lo saco por los pies, dejando a la vista un buen panorama de sus intimidades.
  - "¡Falta!. ¡Eso es falta!. ¡Esa es una entrada de tarjeta!", vuelve a oírse tras la puerta.
Dejo que deslice mis gayumbos, descubriendo mi pene. Me lo acaricia a modo de masturbación suave mientras volvemos a besarnos.
Yo hago lo mismo con su vagina... Noto que está bastante humedecida y acaricio suavemente el clítoris para facilitar el contacto final.
Ella gime y jadea.
La invito a colocarse más al borde de la mesa y dejo que nuestros genitales se froten mutuamente...
Es una sensación muy agradable.
Mi pene busca irremediablemente la penetración. Ella me coge la punta y me guía a las puertas de su paraíso...
  - "¡Menuda entrada le ha hecho!. ¡Esa sí que es tarjeta roja!"
Voy dejando que mi pene avance al ritmo que ella pide. Pronto puedo hacer una penetración profunda, larga y cargada de sentimientos hacia ella...
No puedo evitar decirla que la quiero en varias ocasiones, a lo que ella responde de la misma forma.
Dejo que su espalda descanse sobre la mesa, la cojo por la cadera y la atraigo hacia mí con más intensidad.
La mesa se mueve. Tiembla acompasadamente a nuestro ritmo y nos acompaña en nuestra aventura facilitando aún más nuestro juego.
Ella jadea con más fuerza.
  - "Sigue así, cariño. Me gusta cómo me lo haces... ¡Mmmmm!"
Interpreto que la cosa va bien. Estoy seguro de que voy a conseguir asestar un buen golpe en su corazón y en su cabeza...
Arquea la espalda mientras se agarra con fuerza a la mesa y clama con ganas:
  - "¡Dame más fuerte!. ¡Métemela más!... Síiiii... ¡Aaaaahhhhmmmmm!"
Subo la frecuencia de mis penetraciones a la vez que las hago mucho más profundas, haciendo que mis genitales golpeen en su cuerpo con mucha más fuerza.
La penetración se hace audíble. Como si estuviese golpeando con la mano abierta un tubo de grasa...
¡Ploch!... ¡Ploch!... ¡Ploch!... ¡Ploch!...
  - "¡Aaahhhmmm... Aaahhhmm... Aaahhhmmm... Siiii... Siiii... Dámelo todoooo...!"
Tus gritos ensordecen gracias a la tensión del partido...
Y de pronto...
  - "¡Goooooooooooooool!". A la vez que gritas tu orgasmo con verdaderas ansias... Como si celebrases el gol desde nuestro refugio.
Me miras con verdadera lujuria, mientras vas deslizando mi pene fuera de tí.
Te pones el tanguita y te bajas la falda mientras voy reaccionando a este disparatado encuentro.
Te vistes la blusa y me besas con fuerza. Agradeciendo haber hecho realidad tus deseos y dejando aclaradas tus dudas de si sería un buen amante.
Giras la llave, desencajas el pestillo y abres la puerta, no sin antes echar un último vistazo al contrario con mirada maléfica.
Pienso si en realidad he vencido, o me han vencido...
Termino de vestirme y abandono el almacén, como si me devolviesen a la realidad maldita de mi vida insulsa.
Me acerco a la mesa donde están mis amigos. Están exhultantes y se congratulan mutuamente...
  - "¡Menudo partidazo te has perdido!. ¡Vaya golazo!" gritan casi fuera de sí.
Miro hacia la barra del bar, donde está ella. Me devuelve la mirada con una sonrisa y me saca la punta de la lengua graciosamente.
Todos nos volvemos a casa contentos...
Tras despedirme del grupo, me suena el teléfono... Lo miro y es un mensaje de WhatsApp.
Me lo ha enviado ella...
"Quiero que el partido de vuelta se juegue en tu casa..."
Sonrío. Miro al cielo y doy las gracias a la vez que cierro el puño con fuerza.
Bajo la vista y tecleo la contestación:
"Volverás a perder... Te lo aseguro".

sábado, 18 de abril de 2015

RE14 La llamada de una extraña (1° parte de 2)

Tengo por costumbre no contestar a las llamadas o a los mensajes, pero he recibido una notificación de WhatsApp de un número que desconozco. Ni siquiera está entre mis contactos.
No hay más que un archivo de audio, así que subo el volumen y aprieto el "play"...
Una voz femenina me susurra:
  - "Hola, guapo. Estoy desnuda en la cama y te he escogido para que me hagas pasar un buen rato. ¿Te atreves?".
Desconfío. Será algún tipo de artimaña comercial para sacarme los cuartos invitandome a llamar a algún número de pago. Ya lo han hecho varias veces con SMS, correo electrónico..., pero esta es la primera vez que usan WhatsApp.
No me cuesta nada contestar, así que escribo un mensaje;
" Gracias, pero no me interesa."
Cierro la conversación sin esperar respuesta por parte del comercial.
Un nuevo mensaje de audio llega a mi teléfono;
  - "En el Fireworlds no pensabas igual, ¿verdad?".
Ahí me ha dado. El comercial queda descartado por completo. Fireworlds es el local al que mis amigos y yo acudimos hace dos tardes a tomar algo, como de costumbre, pero no recuerdo ahora mismo que pensase en tirarme a alguien... Decenas de rostros femeninos recorren mi mente, pero ninguno encuadra. Quiero desvelar en tí algo que me resulte familiar...
  - "¿Quién eres?, ¿cómo sabes que estuve allí?, ¿puedes describirte?".
Son las preguntas de rigor a las que busco respuesta. Quiero identificarte.
  - "No pienso decirte nada... Sólo quiero que me hagas tuya... Ahora.", recibo en otro archivo de audio.
Tu voz es dulce y muy suave. Me siento íntimamente invadido, pero tu extraño deseo hace que me considere un privilegiado.
No tengo alternativa. Si quiero saber quién eres, debo seguirte el juego...
Aprieto el símbolo del micrófono y comienzo a grabar:
  - "¿Y qué deseas que haga?".
Sí, es un mensaje escueto, sobrio, pero he suavizado mi voz y me he involucrado en tu juego.
Espero tu respuesta.
  - "Deseo que me beses, me acaricies, me toques, me chupes, me penetres..."
Tu respuesta me deja sin aliento. Tardo en reaccionar. Me cuesta imaginar que una chica me esté haciendo pasar este mal rato.
Me encierro en mi despacho y vuelvo a presionar el micrófono:
  - "Puedo sentarme en una esquina y ver cómo te tocas..."
Intento escabullirme, pero no me das tregua. Un nuevo mensaje sonoro llega;
  - "No quiero que mires... Quiero sentirte en mi piel. Quiero que me hagas de todo..."
No puedo evitar levantarme de la silla y dar vueltas como un loco con las manos en la cabeza.
Pienso en una nueva respuesta... Debe ser pronto. No quiero que te desesperes...
  - "Está bien. Me siento en la cama y te acaricio... te beso... te susurro que me desnudes y me invites a quedarme en tu cama..."
La espera se vuelve agónica... Estoy muy nervioso y tardas un poco en contestar. Miro incesantemente la pantalla, que haya cobertura, datos y rezo para que aparezca pronto el símbolo de tu respuesta...
  - "Estoy muy caliente... Deseo que me penetres... Que me hagas tuya..."
  - "Te beso... y voy bajando lentamente a tus pechos... te los chupo... Mi mano baja hacia tu vagina y compruebo con mis dedos que estás muy húmeda... Te acaricio mientras sigo chupandote los pezones...", respondo con temerosidad... Y espero tu respuesta.
La espera se me hace eterna... Me convenzo de que todo ha sido un error. No debería haber siquiera respondido al primer mensaje. Todo es una locura. Una jugarreta bien planteada.
Te deseo y a la vez te dejaría tirada con tu juego, abandonandolo como un niño al que nada le sale bien y pierde todas las partidas.
Suena una llamada.
Es el número desde el que recibo los mensajes de WhatsApp... Dudo si descolgar o no, pero no puedo permitirme el lujo de quedarme sin saber quién eres... y contesto:
  - "¿Si?".
Es lo único que me sale de los labios.
  - "Sigue... Mmmm... Me tienes a tu disposición... Haz que me corra de placer... Quiero sentirte como si estuvieses aquí..."
  - "... Te... seguiría besando... Te... seguiría acariciando...", intento no demostrar mi nerviosismo, a la vez que imagino desde dónde continuar con el juego... Ahora estás ahí, al otro lado de la línea, y no tengo tiempo de estrategias complicadas para sacarte información...
  - "Lo haces muy bien... Mmmmm... Aaahhhhmmm..."
  - "Te beso el vientre... y bajo hasta el púbis... Te separo las piernas y con mi lengua te acaricio lentamente..."
Quiero acabar con esta broma, pero por otro lado, noto sinceridad en tu voz. No me decido si continuar o cortar la llamada. A cada segundo que pasa me siento más liado y nervioso.
  - "Deseo que sientas cómo mi pene acaricia tu lujuria mientras vuelvo a besar tus pechos..."
Ya no hay vuelta atrás. He apostado por dejarlo todo y centrarme en tu conversación jadeosa. Voy describiendo lo que imagino que te haría mientras escucho tus gemidos y jadeos al otro lado...
  - "... Dejaré que vaya penetrándote lentamente y seguiré moviendome suavemente para que tu vagina esté muy lubricada..."
  - "Mmmm... Aaahhhmmmm..."
  - ... Vuelvo a besarte los labios y a susurrarte al oído cuánto te deseo... Dejo que sientas cómo te penetro más profundamente y sigas gimiendo de placer..."
Empiezo a sentir cómo tu respiración se vuelve más entrecortada, rápida y jadea con más fuerza mientras continúo hablándote...
  - "Aahh... Aahh... Siii... Siii... Sigueee... No pares ahora... No pares..."
  - "¿Sientes cómo te penetro?... ¿La notas dentro de tí?..."
  - "Siiiiiiiii... Aahhh... Aahhh... Mmmm... Mmmm... Aahhh..."
Tu respiración es más rápida y ruidosa. Intento controlar mis impulsos de hablarte más fuerte para que no me descubran en la oficina y me quedo escuchándo tu voz...
  - "¡Me corrooo!... ¡Me corrooo!... Aahh... Aahh..."
  - "¡Yo también voy a correrme!... ¡y no quiero soltarlo aún!... ¡Me vas a volver loco!...", interpreto con la más absoluta ingenuidad...
De repente, un fuerte gemido anuncia tu final deseado...
  - "¡Aaaaaaahhhhhhhhmmmmmmm!..."
Interiormente respiro aliviado de haber terminado con toda esta locura, pero me entristece y me preocupa seguir sin saber quién eres en realidad...
Tras unos segundos de jadeos, me das las gracias y te despides con un beso.
Antes de que yo pueda decirte nada, cortas la llamada, dejándome con la palabra en la boca y sin saber qué hacer...
Intento terminar mi jornada laboral de la mejor manera posible.
Deseo olvidar lo que ha pasado, pero no puedo evitar pensar en lo ocurrido.
El teléfono vuelve a sonar...
  - "¡Eh!. ¡Espero que no hayas olvidado que hemos quedado esta tarde en el Fireworlds para ver el partido!", me informan desde el otro lado de la línea...
  - " Si... Si... Claro que lo recuerdo..."
  - "¿Qué te pasa?, ¿te ha castigado tu madre sin salir?. Jajajajajaja"
  - "¡No seas gilipolllas!. Nos vemos allí a la hora de siempre"
Pasan las horas y no te vas de mi cabeza... Mantengo tu conversación de WhatsApp y la vuelvo a leer hasta la saciedad...
¿Quién me desea con tanta pasión?, ¿cómo sabía que la deseaba?...
Camino erráticamente por la acera hasta el Fireworlds y entro por la puerta sin fijarme en nadie en concreto...
Localizo a los chicos y me uno a ellos.
Les cuento lo que ha ocurrido unas horas antes y todos celebran la suerte que he tenido... Quieren saber quién es la chica.
El partido está a punto de comenzar y la guapa camarera, por la que todos babeamos, viene a tomar nota de nuestras consumiciones.
  - "¿Lo de siempre, chicos?"
  - "¡Sí!", contestan ellos al unísono...
Yo no he podido contestar. He enmudecido al momento. Todos me miran con sorpresa al ver que levanto la mirada lentamente hacia ella...
He reconocido su voz... Era ella... Ella me deseaba sólo a mí... ¿O había estado jugando conmigo?
Cuando nuestras miradas se cruzan, ella me guiña el ojo y se retira a preparar las bebidas...
No puedo dejar de mirarla...

sábado, 11 de abril de 2015

RE13 Me ha contado un pajarito...

Llego a casa y te encuentro en la cocina, cantando, mientras preparas la cena.
Me siento agotado, pero tu alegría me hace recuperar el ánimo y me invita a seducirte una vez más...

No has notado mi presencia y eso me da cierta ventaja.
El factor sorpresa, lo llaman...
Aunque a tí no te gustan ese tipo de sustos, te dejas llevar cuando hay un motivo tan lujurioso como éste...

Te agarro de la cintura y, después de besarte el cuello, acerco mis labios a tu oído para decirte:

  - "Me ha contado un pajarito que estás sola..."

Sonríes y dejas todo lo que estás haciendo.

  - "¡Ese pajarito es un chivato!. ¡Se va a enterar!. ¿Dónde está ese pajarito?".

Te das la vuelta, me abrazas y nos besamos.

  - "¡Búscalo!".

Contesto pensando en qué locura se te ocurrirá hacer esta vez.
Me miras con el ceño fruncido. Algo muy travieso se te está pasando por la cabeza, lo presiento.

Pones tus manos en mi pecho y te vas dejando caer entre mi cuerpo y la meseta de la cocina. Intento no recrearme en esa imagen, pero es justo lo que vas a hacerme.
Me desabrochas el cinturón, desabotonas mi pantalón y lo dejas caer. Me acaricias por encima del slip y  susurras...

  - "¡Te encontré, chivato!".

Posas tus labios sobre él y jugueteas a mordermelo por encima de mi ropa interior. Me estoy excitando muchísimo y se me empieza a notar.
Bajas el slip y vuelves a susurrar:

  - "¡Y encima, te me pones gallito!"

Sacas tu lengua a la vez que abres la boca y comienzas a chuparmela lentamente, pero con ganas.
Recorres mi pene con tu boca una y otra vez, a la vez que tus manos me acarician.

Creo perder el sentido mientras continúas succionándomelo, dejando que tu saliva gotée suavemente por mi escroto haciendo más placentera aún tu osadía.

Dejas mi pene bien erecto y vuelves a incorporarte. Te quitas el mandil y dejas que te despoje de tu camiseta... a la vez que hundo mi cara en tu canalillo, besando tus pechos y metiendo mi lengua por el pequeño hueco que queda entre el sujetador. Intento excitarte dejando que veas lo torpe que soy cuando me lo propongo. Te encanta ese juego.

Mis manos se posan en tus nalgas y las masajean profundamente mientras continúo con mi torpe juego. Tus manos, ahora enredan con mi pelo, que sirve de entretenimiento para tus dedos, a la vez que guías cada uno de mis pasos.
Meto mis manos por debajo del chándal y hago que éste vaya bajándose hasta tus rodillas. Luego vuelvo a subir mis manos y repito la operación; masaje en tus nalgas, me cuelo por debajo de tus braguitas y te las bajo hasta encontrarse con el chándal.

Vuelvo a subir mis manos a tus nalgas y dejo que mi pene se frote contra tu vientre. Eso te gusta y reclamas más atención hundiéndo más mi cara en tu escote unos segundos para luego sacarla y elevarla hasta la tuya para besarme con pasión.
Aprovecho el asentamiento de mis manos para elevarte y sentarte en la meseta, encima del paño que he puesto a hurtadillas para que estés más cómoda, dejando que mi pene te acaricie levemente.
Vuelves a guiarme con tus manos, esta vez hacia tu entrepierna, mientras termino de quitarte el chándal y las braguitas a la vez que estoy agachandome.
Tus manos se agarran al borde de la meseta a la vez que mis manos elevan levemente tus piernas y dejan a mi disposición una buena presentación de tu feminidad.
Dejo marcas de saliva por toda la zona a la vez que mi lengua va acariciando tu piel. Tus jadeos van indicando cuales son las mejores caricias y enseguida doy con tu mayor debilidad.

Me pides que me incorpore y te colocas de forma que la penetración sea fácil y la unión de nuestros cuerpos no se vea entorpecida por el mobiliario.
Me besas el cuello y jugueteas con mi oreja a la vez que mi pene te acaricia suavemente... Quiere entrar y tú le animas a que lo haga.
Mis manos regresan a tus nalgas y te atraigo más hacia mí. Lentamente mi pene va metiéndose dentro de tí.
Tus primeros gemidos de placer inundan la cocina.
El calor que emana de nuestros cuerpos caldea el ambiente. Empiezas a sudar y el sujetador te oprime y molesta demasiado. Me ruegas que te lo quite.
Masajeas uno de tus pechos y, a la vez, me incitas a incluírlo en el menú:

  - "¿A qué esperas para chupármelo?".

Bajo mi cara y te beso el pecho. Lamo tu pezón, al que me respondes con otro gemido, y dejas que continúe el juego. Chupo con suavidad el pezón, haciendo que mi boca sea una máquina de placer junto con mi pene, que sigue penetrandote con suavidad, pero con firmeza encima de la meseta.
Tus gemidos siguen siendo el sonido predominante en la cocina, pero yo también necesito expresar cuánto placer estoy recibiendo en este encuetro y debo soltar tu pecho de mi boca.

  - "¿Quieres chuparme el otro, mi amor?"

Me dices al notar que he dejado tu pezón. Tomo aire mientras sigo jadeando y vuelvo a sumergirme en un nuevo juego, mientras tú no dejas de gemir de placer.

Empiezo a penetrarte con más ganas y dejo tu pezón para volver a besarte.
El ritmo empieza a ser más rápido. Tu vagina está totalmente excitada y abierta al amor de mis embestidas, dejando que el líquido lubricante de tu cuerpo se derrame en la piedra y gotee hasta el suelo. Me pides más, y yo te lo hago más fuerte.

Nuestro encuentro se transforma irracionalmente en un embrollo de jadeos, gemidos y sonidos provocados por nuestros cuerpos, haciendo que esta máquina desenfrenada tome el rumbo irremediable del cataclismo final.

  - "¡Uuuuuugggghhhhh!"

No he podido aguantar más ese éxtasis y un largo chorro de semen riega el interior de tu cuerpo, a la vez que me has abrazado con tus piernas y me empujas a una penetración más profunda. Sientes cómo eyaculo con impulsos cada vez más débiles, pero sigues sin soltarme, sonriendo mientras vuelves a besarme una y otra vez en los labios.
Dejas que te abandone a mi ritmo, mientras continúo empujándote erráticamente una y otra vez hasta quedarme agotado.
Te la saco y noto cómo el paño se humedece aún más con nuestros fluídos a la vez que me acaricias el rostro y me miras sonriendo:

  - "Ha sido maravilloso. Lo he disfrutado tanto que he dejado que pasase... Espero que tú también estés satisfecho"

No estás equivocada. A pesar de que no puedo expresar una sola palabra, sabes que me has dejado muy satisfecho.

Te ayudo a bajar de la meseta y te limpias con el paño. Te vistes y te ausentas unos minutos. A tu vuelta, aún sigo apoyado en la meseta, con mi miembro extasiado de placer y recuperando el aliento.

Me das un beso en la mejilla y me pides que me vaya al salón. Vuelves a ponerte el sujetador, la camiseta y el mandil.
Retomas tus quehaceres y entonas una nueva canción.

Al llegar al umbral de la puerta de la cocina, me giro para verte de nuevo.
Estás radiante y espléndida. Llena de amor y de mí.
Me miras, me sonríes y me tiras un beso.

Todas las preocupaciones del dia las he dejado en la puerta de la entrada. Esperaré a que sirvas la cena para sentarme de nuevo junto a tí, compartir la copa de vino y el postre a una sola cucharilla.

Deseaba llegar a casa únicamente para estar a tu lado y decirte que me ha contado un pajarito que estás sola...

...y he venido a quererte un día más.

RE12 Un encuentro inesperado (3° parte de 3)

Verte en mi habitación me deja atónito.
No esperaba verte aquí, medio desnuda y en la intimidad de mi habitación... Ni siquiera en sueños.

Cierras la puerta suavemente y levantas la ropa de la cama. Te vas introduciendo en ella mientras con tu cadera vas empujándome juguetonamente, apartándome hacia un lado, invadiendo mi soledad...

Te tapas y me abrazas.
Me separo un poco para preguntarte qué está pasando, pero no me salen las palabras. Me acaricias la cara y me besas con pasión.
Nuestras bocas solo piensan en quedarse ahí pegadas una a la otra. Nuestras lenguas juguetean en el hueco que dejan nuestros labios. Es una sensación maravillosa.
Acaricio tu cintura, pero no quiero mostrarme demasiado impetuoso y mantengo una actitud recatada.

Aún estoy en estado de shock. No sé qué ha pasado, qué está pasando y qué va a pasar... Estoy viviendo un sueño, pero eres real... Estoy desconcertado.

Quiero seguir acariciándote, seguir cada curva de tu cuerpo, pero no me atrevo...
Me coges la mano y me guías hacia tu cadera, tus glúteos y me abandonas en tu muslo... Tengo tu permiso.

Seguimos besándonos. Nuestros labios se intercambian mensajes entrelazados con pequeñas caricias. Dejo que mi labio superior se pasee por tu labio inferior dejando un rastro de deseo expresado en cada milímetro de caminito ensalivado y de cada caricia repetida...
Te deseo en mis sueños y te deseo en mi realidad... ocupando tu eterno trono en mi corazón.

Dejo tus labios y te sigo besando en las mejillas, en el cuello, en tu pecho, por encima de la camiseta... mientras sigo deslizando mi mano por tu espalda tras dejar marcado tus glúteos con mi deseo apasionado de tener tu cuerpo más pegado al mío...
Empujas mi pecho con fuerza, provocando que me tumbe sobre mi espalda y te subes encima de mí. Descubres mi pecho desnudo y lo acaricias jugueteando con mi vello.
Me besas el cuello y me susurras al oído un "te quiero" que me deja como única respuesta "y yo" entre suspiros. Te acaricio la espalda y aprovecho para abrazarte más fuerte aún.
Te levantas, te despojas lenta y sensualmente de la camiseta que yo te he prestado, dejando a la vista unos preciosos pechos que deseo besar y hacer míos... pero me frenas y haces que vuelva a caer sobre la cama a la vez que tú te agachas sobre mi pecho para besarlo. Continúas besándome a lo largo de mi abdomen, vientre... Llegas al pantalón del pijama. Es un pantalón corto de algodón, con la goma destensada por el uso, que te resulta muy fácil apartar para dejar salir mi pene, erecto y húmedo por efecto de tu presencia.

Te colocas estratégicamente sobre él y tu lengua lo recorre desde mi escroto hasta la punta... No sé describir esa sensación, pero toda mi columna vertebral se carga de electricidad con esa primera sensación... Repites el gesto, lento, le pones más deseo y pasión, mi cuerpo reacciona con un jadeo y una incomodidad que no había sentido jamás. Quiero que sigas, y a la vez, deseo penetrarte con todas mis ganas.
Terminas de deslizar tu lengua por mi pene y, aunque no puedo mirarte por la intensa sensación de placer que me ha invadido, siento como tu boca entera engulle despacio mi pene. Humedeces con tu lengua el prepucio y dejas que se deslice por toda tu boca mientras tus labios masajean, junto con tu mano, el resto de mi miembro, que ha caído presa de tus anhelos y se vuelve mucho más erecto.
Tus contínuos masajes provocan más incomodidad por todo mi cuerpo... Me gusta lo que me haces, pero no puedo aguantarlo más... Tengo que hacer algo ya... Si no lo hago pronto me dará un ataque al corazón o me volveré loco de remate... Te acaricio la cara y mi pulgar es el sustituto de mi pene... Con él te indico que vuelvas a mí y dejes tu provocación para otro momento.
Tu boca retorna a la mía, a la vez que hago que te acuestes sobre tu espalda, sin dejar de besarnos y acariciarnos... Tu pecho ahora se convierte en un novedoso bosque en el que perderme. Tus senos, tus pezones firmes y delicados, son mi objetivo. Llevo a ellos mi lengua, caliente y húmeda, por los que me deslizo sin tregua, acompañándola por mis labios que  masajean una y otra vez tus aureolas con un ritmo sensual. Jadeas y suspiras mientras tus manos enredan con mi pelo, guiándome en mi aventura por tu cuerpo.
Dejo tus pechos y sigo besándote. Tu vientre, tu púbis... Llego a tus braguitas, y al igual que hiciste conmigo, aparto un poco la tela entre tus piernas, dejando al descubierto parte de tu intimidad. Sin saber qué hacer, me dejo llevar... Mi lengua es la culpable del mejor sonido que he oído en mi vida... De tu boca sale un gemido de placer audible en toda la habitación.
No tengo motivos para desocuparme y preguntarte qué te ha pasado... es evidente que ha sido por mi culpa y desearías que volviese a pasar... No lo pienso más y repito la operación. Otro gemido vuelve a surgir, pero esta vez más comedido, más interiorizado...
Agarro tus braguitas y las deslizo por tus piernas. Te las quito, porque no aguanto más. Meto toda mi cara entre tus piernas y dejo que mi lengua juguetée y humedezca todos los pliegues que encuentra a su paso. De vez en cuando dejo que se meta entre esos pliegues y descubra el paso hacia tu interior. Tu respiración se ha vuelto más fuerte, tus gemidos son más apasionados, tus suspiros son una mezcla de deseos y rechazos que no terminan de decidirse por nada... Mi lengua continúa entre tus piernas, cuando de tu boca sale una orden imperativa:
  - "¡Métemela ya, o me correré de tanto gusto!".

Dejo que mi pene sobresalga por encima de mi pijama mientras busco de nuevo tus senos.
Rozo con mi prepucio la entrada a tu intimidad una y otra vez, lubricando con nuestros fluídos toda tu entrepierna, facilitando que con cada roce, sea más fácil que mi pene entre en tu cuerpo.
Mientras tu cuerpo va permitiendo mi intrusión, vuelvo a succionarte los pezones con delicadeza, cosa que te enloquece y facilita aún más el acceso a tu centro de placer.
Voy poco a poco introduciendo mi pene en tu interior mientras volvemos a besarnos.
  - "¡No te vayas, Lucía!", sale de mi boca sin siquiera haberlo pensado.
  - " No puedo irme. No quiero. Soy tuya", es lo que expresas entre gemidos mientras sigo penetrándote con ritmo lento y suave.

Me levanto y te cojo las piernas a la altura de los muslos, atrayéndote más hacia mí, volviendo la penetración más acusada y sensitiva, haciendo que mi prepucio frote una y otra vez contra el interior de la pared vaginal, transmitiendo a la vez a tu clítoris una reacción explosiva de lujuria desenfrenada que provoca que hagas un ruego para que te libere. Suelto tus piernas y te recolocas, asumiendo que seguirás recibiendo todo mi cariño de la misma forma y con la misma intensidad como hasta ahora.
Te arrodillas de espaldas a mí y te dejas vencer hacia delante, a la vez que vas abriendo tus piernas y haces que tu cadera se coloque a la altura de la mía... Mi pene choca sensiblemente en tu ano...

  - "Cariño, deja que entre despacio. No lo fuerces o me harás daño".

Mi pene lentamente se va introduciendo en tu ano y tomas el control de la penetración. Es una sensación preciosa... como tú... Intento no dejar olvidado tu clítoris, que masajeo suavemente mientras tú te mueves lentamente dejando que mi pene fluya a través de tu otro agujero... Sigues sintiendo placer y se nota.
Haces que la penetración sea más ruda y salvaje cuando dejas que mi escroto golpee tu vagina repetidamente, haciendo que la cama se vuelva descontroladamente ruidosa y tus gemidos, casi gritos, ahoguen el silencio de la noche.

Un último gemido sale de tu boca a la vez que metes mi pene lo más que te permite tu cuerpo, mientras separas con tus dedos las nalgas, permitiendo que la penetración sea más acusada y accesible, a la vez que me provocas sentimientos de victoria, gratitud y culpabilidad, mezclados entre sí, deseando conocer su verdadero alcance en tu placentera felicidad.

No tardaría mucho más en sentirme bajo el yugo de tus deseos cuando mi pene escupió en tu interior un primer flechazo de amor, dejando el siguiente para tu espalda y el último que se quedó a las puertas de tu paraíso, como una rúbrica de un artista en su obra.
Tu cara mostraba una sonrisa de satisfacción plena, mientras dejabas que mi cuerpo cayese rendido al lado del tuyo, y extasiados ambos, dejamos que el sueño nos venciese.

Me desperté a la mañana siguiente con la sensación de haber vivido un sueño. Estaba desnudo y me dolía la cabeza de forma resacosa.
  - "El licor me ha sentado mal", pensé para mis adentros mientras abría la puerta de mi habitación.
Un agradable olor a café recién hecho me llegó a través del pasillo y, a la vez que me iba acercando a la cocina, iba recordando lo ocurrido anoche...
  - "Cariño, el café esta caliente" y tu beso; ésta es la mejor forma de terminar de despertar...

... pero en mi interior sigo soñando contigo...

RE11 Un encuentro inesperado (2° parte de 3)

Ha oscurecido y llueve con intensidad, aunque las gotas son muy finas, como pulverizadas. Aún es media tarde.
Enciendo la chimenea y me acomodo en la silla de mi pequeña biblioteca. El mejor lugar y el más confortable de mi casita.
Dejo que pase el tiempo mientras me quedo pensativo, mirando al fuego y recreándome  en aquel beso en el aparcamiento...
Sentí tus labios. Suaves, carnosos y a ratos, dulces y húmedos, como una golosina exquisita en boca de un catador experimentado.
Estoy en trance, aislado sensitivamente... y suena mi teléfono.

  - "Edy, te necesito. Hay un montón de caminos y creo que me he perdido... No esperaba que fuese tan complicado llegar a tu casa".
Era la llamada de socorro que esperaba...

  - "¿Puedes describirme dónde estás?".
  - "He pasado una especie de caseta, una casa derruída, he podido dar la vuelta y me he metido por el siguiente camino. He encontrado un letrero de madera, pero no he podido ver con claridad lo que ponía, y ahora no sé dónde estoy".
Noto nerviosismo en tu voz, pero sé exactamente dónde estás...

  - "Salgo ahora a buscarte. En 10 minutos estoy ahí".

Pienso en que esos minutos se te harán muy largos. Tendré que darme prisa en encontrarte o terminarás llamando a la grúa, a los bomberos, y a todo el mundo si fuese necesario...
Aún recuerdo la última vez que te perdiste. Estabas tan nerviosa que no me atreví a tocarte. Tu padre llegó y te tranquilizó. Tardó varios minutos en conseguirlo, pero lo hizo... Nunca volví a olvidar aquella experiencia.

No han pasado muchos minutos, y ya te he encontrado. Estás metida en el coche, con los niños, y ver mi cara te ha alegrado muchísimo.
Abro la puerta para preguntarte qué tal estás, pero sales y me abrazas muy fuerte...

  - "Ya he llegado. Ya estoy contigo. No hay motivo para llorar...". Son las mismas palabras que utilizó tu padre en aquella ocasión y las únicas que, automáticamente y sin pensarlas, han salido de mis labios.

Me miras a los ojos y me besas.
Las gotitas de agua siguen cayendo y humedecen nuestros cuerpos mientras seguimos besándonos.

Te pido que me sigas con tu coche y llegamos a mi casa.
No se puede ver mucho por la niebla, que se ha formado en la zona, pero te parece un lugar perfecto para vivir.

Entramos en casa y me dirijo a por unas toallas mientras te pido que te acerques a la chimenea con los niños para calentarte. Miras constantemente a tu alrededor... Es una casa muy masculina para tu gusto... sin dejar de ser acogedora.
Tu ropa está empapada, al igual que la mía, pero la de los niños está seca porque se quedaron en el coche, y no tengo ropa para dejarte... Dejo que hurgues en mi armario, y coges una camiseta que te queda bastante grande... La usas a modo de vestido.
Me gusta esa imagen... Tú, con mi camiseta, paseandote por mi casa libremente.

Has traído algunas bolsas con comida. Las llevas a la cocina, donde te atrincheras, mientras continúo embobado mirándote desde la chimenea...
No te digo nada, pero sabes donde están todas las cosas como si llevaras viviendo conmigo toda la vida...
Mi cocina ya es tuya... Pronto las demás estancias, la casa entera, y yo mismo caeremos irremediablemente en tus manos.

Los niños juegan y trastean con mi perro, que hace un buen trabajo de niñera...
Extrañamente no me siento incómodo, a pesar de que no tengo visitas y la casa no es espaciosa.

Avisas de que pronto estará lista la cena. Los niños dejan de jugar y te ayudan con la mesa.
Los niños se sientan y tú sirves la comida. No puedo dejar de admirar la escena...

La velada es tranquila, con los niños escuchando nuestras aventuras y anécdotas de cuando íbamos al colegio. Nos reímos y los niños se lo pasan muy bien.
La cena termina y los niños se quejan de que no quieren irse a dormir. Tú les riñes, pero ellos insisten en quedarse a jugar más con mi perro. Yo intercedo y permito que se queden un poco más... pero sólo un rato.
Te vas a la cocina y lo friegas todo en un santiamén. Yo me he instalado en el sofá, un poco alejado de la chimenea, pero con un ambiente muy relajado y romántico. Me he servido un poco de licor en una copa, que me quitas de las manos para darle un sorbo a la vez que te acomodas a mi lado y apoyas la cabeza en mi hombro.
Estás felíz y ambos estamos cómodos.
Sin saber cómo, nos besamos. Acaricias mi cara y apoyas de nuevo tu cabeza en mi hombro.

Nos quedamos así un buen rato. Bebiendonos el licor y dejando que los niños se cansen un poco más.
Un nuevo beso en los labios y te levantas. Es hora de acostarse ya.
Los niños, perezosamente, se van levantando con desgana. Te guío hasta la habitación de invitados. Es una buena habitación, con una cama grande donde podreis dormir los tres.
Ellos se van desvistiendo y se meten en la cama. Mi perro se sube también, al que debo reprimir para que se baje de la cama. Los niños se decepcionan. Dejo que el perro duerma en la habitación con la condición de que no se vuelva a subir a la cama. Los niños se alegran y se acuestan sin rechistar más.
Dejo que te acomodes y cierro la puerta de la habitación.

Camino pesadamente. Termino de recoger algunas cosas y dejo la chimenea con algunos troncos más para que se mantenga el calor.
Me dirijo hacia mi habitación. Me desvisto y me voy acomodando en la cama.

La puerta de mi habitación se abre lentamente y apareces tú, caminas hacia mí y cuando llegas a mi lado, me informas:
  - "Los niños ya están dormidos".

RE10 Un encuentro inesperado (1° parte de 3)

Siempre fuiste mi mejor amiga. Me ayudabas en todo, a veces hacíamos los deberes juntos, nos juntábamos en la plaza con el resto de compañeros de clase y fuiste, en demasiadas ocasiones, confidente de mis problemas.
Así te recordaba yo. Una jovencita muy agradable, de ojos claros, pecas por toda tu cara y los rayos del sol por cabellera.
Nunca te dije lo que sentía por tí porque creía que si te lo decía, te perdería como amiga, y eso era lo peor que me podía pasar...
Dejé pasar el tiempo y con él, todas las oportunidades que tuve de declararte mis sentimientos.

Ha pasado el tiempo, mucho tiempo.

Mi vida se ha vuelto tranquila, sensata, centrada en mi trabajo, mis amigos, mi perro, mi casita en la montaña...

Acabas de pasar delante de mí, con los que supongo que son tus hijos, en el hipermercado, haciendo la compra, y ni siquiera me has visto.
Tu cara transmite preocupación mientras empujas trabajosamente el carro con la compra. Yo voy observándote a lo largo de los pasillos, desatendiendo mi propia compra. Los niños, con sus incesantes peticiones y preguntas, te agotan... Quieres acabar ya con la compra.
En uno de los pasillos, te sientes tan agobiada, que descansas tu cabeza sobre la barra del carro mientras rezas que todo termine ya... Yo me acerco, y poso mi mano sobre la tuya;

  - "¿Te encuentras bien, Lucía?", te pregunto con voz suave y tranquila.

Tú te levantas como un resorte y me miras con mucha sorpresa. Tu cara va cambiando de extrañeza a una alegría indescriptible... Das un grito y me abrazas con fuerza.

  - "¡ Edy, cuanto tiempo!. ¡Qué alegría verte de nuevo!".

Tu rostro ya no es el de hace unos segundos. Se ha borrado todo tu cansancio y tu sonrisa ilumina todo el centro comercial.
Dejo que te tranquilices y hablamos largo rato de nuestra vida. De nuestros caminos desde que nos vimos por última vez, de mi vida alejada del mundanal estilo de vida urbanita, de tu vida familiar, de tu divorcio, de nosotros... y de lo mucho que te eché de menos, de todas las veces que te necesité, de lo bien que me hubiese venido tu amistad en determinados momentos críticos de mi vida...

Tus hijos no hacen otra cosa que observarme mientras recorremos los pasillos llenos de comestibles, y aprovechan tus descuidos para meter en tu carro chucherías y algún que otro juguete de los que te has percatado en la línea de caja, poniendo en un verdadero compromiso a la cajera, pues casi la mitad del contenido del carro es "desperdiciable".
Te ofrezco mi carro para que vuelques en él todos esos productos mientras vas poniendo en la cinta móvil tu verdadera compra.
Ahora el compromiso lo tengo yo...
Voy colocando mi compra en la cinta. Tus hijos se quedan mirando tristemente las cosas que van quedando en el carro. Cuando termino, le pregunto a la cajera cuánto va de compra y vuelvo a mirar a los niños... Han metido demasiadas cosas. Cojo una cesta y voy metiendo juguetes y chucherías.
Dejo unas chocolatinas y un balón en la cinta mientras sigo llenando la cesta.

  - "Incluye esto en la compra", advierto a la cajera.
  - " ¿Estás loco?, ¡eres peor que los niños!" te enfadas recriminando mi acto.
  - "Me apetecen las chocolatinas y no tengo un balón para jugar en mi finca", me excuso mirando a los niños mientras les guiño un ojo y sonrío.

Pago la compra y me disculpo a la cajera por la cesta que dejamos sin comprar. Sonríe y argumenta no darle importancia.

Recorremos el pasillo hasta la salida al aparcamiento continuando nuestra conversación llena de recuerdos mientras los niños van jugando con el balón y comen alguna chocolatina. Están eufóricos.

Llegamos a la altura de tu coche y descargas tu compra en el maletero.
Pides a los niños que suban al coche, que lo hacen sin rechistar, mientras se llevan el balón consigo.

Intentamos despedirnos sin mucha pompa, pero todos nuestros sentimientos reprimidos nos juegan una mala pasada. Lo que iba a ser un beso en la mejilla se va lentamente convirtiendo en un beso en los labios, recatado al principio, pero apasionado al final...

  - " ¿Y si te vuelvo a necesitar?". En un vago intento por mantenerte entre mis brazos dejo caer la pregunta con trampa...
  - "Nunca he dejado de ser tu amiga", me dices mientras acaricias mi pecho y mantienes la mirada perdida en el cuello de mi camisa a la vez que sonríes.
  - " Ven a verme siempre que quieras... Mi casa estará abierta para tí...".
Te entrego una tarjeta de visita, con la dirección de la casita y mi número de teléfono.
La coges y te la pones en el pecho, sin dejar de sonreír, como una adolescente a la que su chico le ha dado su número de teléfono y das un par de pasos hacia atrás, te giras y abres la puerta del coche. Me miras de nuevo...
Mantenemos la mirada unos segundos y nos decimos adiós...

Busco mi coche y me dirijo hacia él.
Abro el maletero y oigo el aviso de que me ha llegado un mensaje al móvil... Es un mensaje de un número desconocido...

"Esta noche me perderé buscando esta dirección. Necesitaré que vengas a rescatarme...
Te espero".

RE09 El caballero rodante

Ha dejado de llover y he vuelto a sacar a mi noble corcel a trotar por las carreteras sinuosas de los alrededores.
Soy un caballero, un guerrero de sangre y petróleo refinado. Nunca hubiera tenido moto si no hubiese sido porque me animaron mis amigos.
Al principio me costó cogerle el tranquillo, pero ahora sólo deseo que deje de llover, dar la vuelta a la llave y disfrutar de kilómetros de carretera sin descanso.

En uno de esos viajes te cruzaste en mi vida.

Recuerdo que no iba sólo. Mis amigos y yo habíamos organizado una ruta bastante larga, que nos llevó por distintos puntos de la extensa geografía.
Necesitábamos parar para refrigerar las motos y descansar nosotros, así que localizamos un restaurante muy agradable y acogedor. Decidimos comer allí.

Tú estabas sirviendo las mesas. Tu sonrisa y tu dedicación enamoró mis sentidos.
Cuando nos sentamos en la mesa, me miraste y enseguida supe que te querría para siempre en mi vida.

Repartistes los menús entre nosotros y al cogerlo, mi mano rozó la tuya sin querer... Nos quedamos mirándonos como idiotas y te ruborizaste. Tu cara se volvió roja como el sol naciente y mis amigos empezaron a tomarme el pelo.

Ya cuando dejaron de bromear, y tras un pequeño toque de atención, empezamos a deliberar sobre el menú.
Ración por aquí, bandeja por allá... Y de beber, de todo un poco.

Empezaste a servir la mesa y mis amigos no hacían más que observarnos en silencio, entre risitas burlonas y gestos obscenos.
Tú sonreías y dejabas que ellos siguieran con su juego.
Uno de mis amigos se atrevió a pedirte el número de teléfono en mi nombre. Comenzaste a escribir en tu libretita, arrancaste el papel, lo pusiste encima de mi servilleta y te fuiste después de mirarme con deseo.
En la nota pusiste:
  - "De postre hay mi cuerpo bañado en chocolate... 6********".

Me robaron la nota y empezaron a jalearme como adolescentes salidos de mente cuando consigues que una chica te mire...
Me sentí afortunado.

La comida iba llenando nuestros estómagos y mis amigos no hacían más que preguntarse entre ellos qué les ofrecerían de postre, si algo habitual o alguna especialidad como me habías ofrecido en tu nota... Empezaba a sentirme un poco molesto, pero sé que pronto dejarían de incordiarme, en cuanto saliésemos de allí y retomásemos la carretera.

Unos nuevos clientes entraron en el comedor. No tenían buena pinta...
Tomaron asiento sin esperar a que los acomodasen. También eran moteros, como nosotros, pero ofendían con su presencia.

Comenzaste a preguntarles por su consumición. Uno de ellos empezó a pasear su mano por tu cuerpo. Me sentí celoso. Quería levantarme y arrancarle la cabeza de un puñetazo.
Cogiste su mano y la apartaste de tu preciosa silueta. Por un momento estuve aliviado. Tomaste nota y te retiraste.

Al rato volviste para servir aquella mesa con sus detestables comensales. Volvieron a sobarte y yo me sentí impotente.
Mis amigos notaron mi inquietud y me tranquilizaron... o quisieron intentarlo sin conseguirlo en la medida que ellos pretendían.

Volviste para retirar nuestras bandejas y platos. No pude resistirme a preguntarte por ellos y por tu actuación.
Me miraste con ojos llorosos y me rogaste que te sacase de allí. Me lo pediste tan sinceramente, que tu ruego no se hizo esperar para obtener una respuesta.

Te esperaría en la puerta de la cocina. Por la parte de atrás del restaurante, con mi moto en marcha y tus deseos de escapar de allí...
Nadie te dijo nada al respecto.
Por lo que me contaron mis amigos después, los arrogantes salieron de allí con la excusa de que si tú no les servías, no se quedarían a comer allí.
Te libraste de ellos y libraste a los demás comensales de una desagradable compañía.

Te llevé a tu casa y te acompañé a la puerta. Quería demostrarte que aún existimos los caballeros.

Me pediste que entrase contigo. Me recordaste que aún no había comido el postre por sacarte de allí. No quise rechazártelo.
Te acercaste a mí. Creí que me ibas a decir algo y puse atención a tus labios.
Me miraste con cariño y te acercaste aún más... Me besaste. Besé tus labios como nunca lo había hecho con otra mujer.
Mientras nuestros labios seguían inmersos en aquella aventura, mis brazos te rodearon.
Cuando nos separamos, sólo pude expresar un "ya estás a salvo". No podía decirte nada más. No me salían las palabras.
Y me volviste a besar.

No recuerdo exactame te cómo pasó, pero llegamos a tu habitación de alguna forma.
Me quitaste la cazadora y la camiseta. Dejé que me besaras el cuello y bajases a mis pectorales. Enredaste con mi vello y me empujaste suavemente hasta hacerme caer en la cama.
Te subiste encima de mí y dejaste que te despojase de tu uniforme. La camisa me descubrió tu torso. Era fascinante verte así. Tu pelo caía suavemente por los hombros y bajaba hasta tus pechos, cubriéndolos casi por completo. Tu busto era generoso y suave. Deseé besártelo, pero me pediste paciencia y dejé que continuases invadiéndo mi cuerpo con pasión.
De mis pectorales bajaste a mis abdominales, y ahí noté cómo tus dedos hacían travesuras con los botones de mi pantalón.
Los soltaste uno a uno hasta que liberaste todo mi deseo...
Metiste tu mano por debajo de mi ropa interior y me acariciaste con suavidad todo mi falo.
Dejaste que yo buscase tus braguitas bajo la falda de tu uniforme y te entregaste al placer de notar cómo mis dedos te buscaban mientras apartaba tus braguitas a un lado.

Seguíamos acariciando nuestro sexo mientras continuábamos besándonos y acariciando nuestros cuerpos con las otras manos.
De pronto dejaste mi boca y te sumergiste en mis profundidades.
Hiciste de mi parte más viril, tu juguete favorito, tu dulce deseo y lo acariciaste de nuevo, pero ahora era tu boca quien me daba ese placer...
Dejaste tu rastro en toda mi piel.
Succionabas lentamente y con mucha pasión y dedicación. Quise devolverte el favor apartando a un lado la tela de tu entrepierna y metiendo mi lengua todo lo que pude en el hueco.
Un gemido de placer y una penetración más profunda de tu boca fueron la señal inequívoca de que mi maniobra, aunque arriesgada e imprudente, fué acertada.
Estabas muy excitada y mi pene era la víctima perfecta de tus anhelos.

Dejaste mi pene y me rogaste que le dedicase toda mi atención a tus senos, que descubriste ante mí como dos poderosos manjares. Puse todo mi ímpetu a satisfacer tus deseos y chupé tus pezones con delicadeza.
Tus gemidos eran más acusados, y se volvieron más sentidos cuando mi pene comenzó a chocar suavemente sobre tus braguitas.
Dejé que te acariciasen por encima de la tela, como un muro impenetrable, como una barrera al placer que se hacía aún más necesario cuanto más te frotaba.
Notaba cómo te impacientabas y bajaste tus manos hasta cogérmela. Mientras con una mano me asías el miembro, con la otra apartaste tus braguitas a un lado, sin quitártelas, para evitar que me despegase de tí, y perdiste la razón cuando mi pene comenzó a meterse en tu cuerpo, atravesando, sin más dificultad que las que interponían tus braguitas, las barreras naturales de tus entrañas.
Deseaste liberar tu cuerpo de esa tela molesta. La penetración se hizo más profunda y pasional.

Me ofreciste de esa manera todo tu deseo. Permitiste que te atropellase la lujuria y mi cuerpo fué tu verdugo.
Continuamos jadeando sin descanso durante un largo periodo de tiempo, hasta que tu cuerpo se rindió en un estruendo en forma de grito de complacencia. Me abrazaste fuertemente mientras tus entrañas me pedían a gritos una señal... que no tardó en llegar cuando me dejé abandonar por mis fuerzas, después de notar cómo mi semen visitaba cada punto de tu interior, dejándote la propina de tu vida de forma inesperadamente placentera.

Nos quedamos apasionadamente abrazados en tu cama... y me dormí en el calor de tu cuerpo agotado.

Deseé no salir de allí nunca más.
Mi moto fué el mejor medio de transporte a tu vida y, después de aquello, juré que jamás te dejaría sola.

Vuelvo cada día a mi casa, deseando encontrarte en el umbral de la puerta, esperando mi llegada.

Pero hoy he encontrado una carta en mi buzón.
Una carta que dice:
  - "...y de postre hay mi cuerpo bañado en chocolate".

RE08 Plan para dos

Quiero invitarte a cenar.
Llegar a casa y encontrarte tan encantadora como siempre, con tu beso de bienvenida y tu caricia en la cara, que me deja esa marca de cariño y despreocupación diaria al dejar mi jornada laboral.
Llevabas tiempo esperando este día, pues conocías de sobra la gran carga de trabajo de estas últimas semanas y eras mi valkiria particular, el regazo perfecto para mi descanso, y ahora ha llegado el momento de compensarte tu gran paciencia y el cariño entregado con la única respuesta de gruñidos, malas caras y rabietas que he expuesto para tí en estos días.
Hoy quiero que te sientas especial. Quiero que sepas que no soy malo ni grosero. Soy tu mejor amigo y tu confidente. Deseo compartir contigo un momento de tranquilidad, de intimidad, de tí y de mí a solas...
Quiero que te pongas guapa... o no. Déjalo para otro momento. Así estás perfecta. Sabes que no soy amigo de maquillajes, ropitas y decisiones por unos u otros zapatos... Coge tu abrigo y salgamos por la puerta.

El coche es nuestro primer lugar para intimar. Nos miramos y me sonríes. Nos volvemos a besar y soy yo quien te devuelve la caricia en la cara. Sabes que después de tanto tiempo juntos, sigo tan enamorado de tí como el primer día. Arranco el motor y nos dirigimos a nuestro destino. Al salir a la carretera, posas tu mano sobre la mía encima del pomo de la palanca de cambios, que está instalando la última marcha en la transmisión. Entrelazas tus dedos con los míos... Me siento afortunado y felíz.
Estamos llegando a nuestro destino y tú te enfadas conmigo medio en broma por no haber esperado a que te pusieras guapa... El restaurante está lleno de gente, algunos conocidos, y tú te sientes mal por no ir maquillada y bien vestida... A mí hoy no me importa cómo vayas... La gente nos mira extrañados, como con envidia. Saludo al cocinero, un buen amigo, y hablamos unos minutos con él.
Damos la sensación de que venimos muy a menudo... Parece que cenamos aquí todos los dias. Empiezas a sentirte algo más cómoda y menos avergonzada.
Nos sientan en un lugar apartado, con algo menos de luz y recogido. Nos dejan el menú y empezamos a mirar... mientras nos damos la mano de nuevo y nos acariciamos suavemente con los dedos. Una miradita furtiva sobre el menú y tus ojos me indican que soy el hombre que te hace sentirte protegida y felíz.
Pedimos y esperamos a que nos sirvan... Me vuelves a regañar por mi impaciente salida de casa, pero me miras con ojos de enamorada y eso derrite el último resquicio de dureza que quedaba en mí... Estoy a tu total disposición. Esta noche no puedo negarte nada.

Nos sirven la cena y empezamos a comer. A pesar de que cada uno tiene su copa para el vino, decidimos compartirla como hacemos en casa... La costumbre.
Continuamos comiendo y bebiendo mientras hablamos de mi trabajo, de nuestros sueños, de nuestros deseos... Nos acariciamos, nos besamos... No nos importan los demás. De hecho, ni siquiera me he fijado en que nos han estado mirando con cierta envidia... ¡Pobres infelices!.
El postre es casi demasiado para nuestros estómagos. Pedimos uno y lo compartimos también.
Vas repartiendo equitativamente: una cucharilla para tí, y otra para mí. Somos dos idiotas ensimismados en su propio mundo... compartiéndolo absolutamente todo. Pero dos idiotas felices. Por lo menos yo. Yo soy el más idiota, por no decir el único... Porque ya he perdido la cuenta de las veces que te he dicho que te quiero hasta ese momento.
Pido la cuenta. Pago sin pensar en el gasto... Hoy nada es más importante que tú.
Salimos del restaurante cogidos de la mano mientras que la gente nos sigue mirando con envidia...
Arranco el coche y tu mano vuelve a posarse sobre la mía. Volvemos a entrelazar los dedos. Incluso haces el esfuerzo de apoyarte sobre mi hombro mientras conduzco... Estás felíz y se te nota a leguas...

Pasamos por delante del hotel en el que pasamos nuestra mejor noche y recordamos aquél momento como si acabase de ocurrir... Me asalta una idea perversa... Creo que no llegaremos a casa... No por ahora.
Giro el volante sin brusquedad y me preguntas qué es lo que estoy haciendo. Mi silencio te incomoda. Llegamos al aparcamiento y te pido que salgas del coche. Dudas. Me desabrocho el cinturón, abro la puerta y salgo del coche. Me sigues. No sabes lo que está ocurriendo y me pides explicaciones.
Sigo callado.
Te doy la mano y sonrío, a la vez que te beso en la frente y te jaleo a que me acompañes.
Es un paseo corto, pero el tiempo es agradable y acompaña. Llegamos a la puerta del hotel y me frenas.
  - "No estarás pensando en entrar ahí, ¿verdad?"

Te cojo de la mano y te arrastro dentro del vestíbulo.
  - "Hoy estoy un poco loco... Y voy a hacer otra locura", suelto con una sonrisa medio diabólica.

Me dirijo al mostrador y pido una habitación para nosotros. Firmo, pago y te miro... Estás tan alucinada que tu cara lo expresa sin reservas...
Te arrastro al ascensor y subimos a la habitación. Sigues en ese estado de incredulidad y admiración. Entramos y abres los ojos como en aquella ocasión... Estás impresionada. Lo miras todo y recorres la habitación como una niña en un parque de atracciones. Quieres verlo y tocarlo todo.
Yo disfruto observándote, hasta que acabas tirándote encima de la cama, sonriente y fascinada.
Me siento a tu lado. Te levantas, me besas y vuelves a tumbarte, invitándome a seguirte.
Me recuesto a tu lado y te beso. Me acaricias y nos volvemos a besar. Un beso largo y dedicado.

Me disculpo. Debo ir al baño porque el vino está deseando salir de mi cuerpo. Me levanto y me dirijo al baño.
A mi vuelta, te encuentro tumbada en la cama, en braguitas y con la blusa que aún no te ha dado tiempo a quitarte. Alzas tu mano, y gesticulando con el dedo, me indicas que me acerque a tí.
Me quito los zapatos y la camisa. Sé que te gusta enredar con los pelos de mi pecho mientras estamos abrazados. Te abrazo y nos besamos con esa complicidad tan nuestra, que hace que el tiempo pase lentamente o se paralice.
Nuestros labios se acarician con suavidad mientras nuestras manos hacen lo propio con el resto de nuestro cuerpo. No existe nadie más en el mundo. Tú eres la mujer más perfecta que existe en este mundo, a mis ojos. Solo deseas que esto no termine... Me lo dice tu cuerpo.
Bajo por tu cuerpo buscando una excusa para que te quedes conmigo esta noche. Llego a tus braguitas despues de llenar el camino de besos y abro un poco más tus piernas. Deslizo tus braguitas de modo que queden un poco sueltas y las retiro de un lado, dejando al descubierto tu bonita intimidad. Me miras con cariño. Saco mi lengua y te doy un lametón a lo largo de todo el pliegue. Te miro y me haces un gesto de negación, como expresandome tu insensibilidad hacia mi primer intento de excitación.
Vuelvo a probar suerte. Mi lengua recorre una segunda vez todo tu pliegue y tu gesto pasa a ser el equivalente a un alzamiento de hombros. Ni bien, ni mal.
Esta vez saco bien mi lengua, y deslizandola por la parte más interna que me permite mi elasticidad, hago una tercera pasada, pero esta vez más lenta, más profunda y con algo más de recorrido hasta tu clítoris...
Un gemido de placer junto con un arqueamiento de tu espalda me indican que esta vez he dado con la forma adecuada de hacértelo... Otra pasada más, de la misma forma, me lo confirma. Otra más hace que tu flujo salga a recibirme a las puertas de tu cuerpo.
Continúo rítmicamente realizando los mismos movimientos mientras tus jadeos me acompañan en mi aventura.
Me continúo desvistiendo mientras sigo participando en el juego loco de convertirte en protagonista de esta noche. Dejo que mi pene se deslice por tu cuerpo mientras me animas a subir a tus pechos, a los que has dado una pequeña libertad quedandote en sujetador.
Los beso mientras me solicitas que desenganche tu sujetador y te lo quite, pues el calor que emana de tu cuerpo te agobia. Tus pechos quedan al descubierto y se presentan ante mí como un verdadero reclamo. Beso tus pezones mientras tus labios gesticulan una nueva órden... Deseas que te los chupe con ansia.
Lo hago mientras mi pene sigue deslizandose por tu piel. Unas gotas salen de él para ayudar a tu flujo a lubricar la zona. Tus braguitas siguen apartadas a un lado mientras sigo acariciándote con esa parte de mi cuerpo y chupando tus pezones, con tanta pasión y ganas, que apenas consigues coger aire para el siguiente jadeo...
Lentamente vas dejando que mi cuerpo se vaya adueñando del tuyo. Pides una tregua a tanto placer para deshacerte de una vez por todas de tus braguitas. Vuelvo a lamerte los pechos y a besarte el cuello y los labios mientras mi pene se sigue restregando por los labios de tu vagina, acariciándote el clítoris, de tal forma que hacen que se separen lentamente.
Una caricia de mi pene hace que tu flujo lo haga más deslizante en la próxima pasada. La siguiente hace que la punta de mi pene separe un poco más los labios. Otra pasada más, y consigue penetrarte un poquito... sin llegar a entrar del todo. La siguiente pasada es una invitación a la penetración total... pero no ocurre, y tú bajas la mano hasta allí, me lo agarras y te lo frotas contra el clítoris, en un intento de demostrar que eres mi dueña, aunque no lo necesitas... sabes que lo eres.
Provocas que salga algo más de líquido de mi pene, y lo bañas literalmente para que resulte más deslizante y más efectiva la penetración... Guías mi pene para que en la próxima caricia se introduzca lentamente dentro de tí, y así ocurre... Una primera penetración hace que tu cuerpo sienta un escalofrío deseado, una abrasiva caricia a tu interior, un inesperado jadeo que revela tus sentimientos sobre mi cuerpo. Arañas mi espalda con pasión y fuerza. No me importa. Son las marcas de tu deseo. Es la forma que tienes de mostrarle a las demás que soy tuyo, que tengo dueña y que ninguna más va a poder sentir lo que estás sintiendo ahora en tu cuerpo...
Estás complacida. Te he llevado a cenar e inesperadamente nos hemos alojado en el mismo hotel al que has ansiado regresar algún dia... Y ese día era hoy. Esa es la noche que necesitabas volver a vivir, y la estás viviendo de nuevo...
Lentamente vas dejándote llevar por las sensaciones, por los deseos, por los anhelos... Cada embiste representa un nuevo sueño. Cada jadeo, una nueva meta. Cada beso que nos damos, el ruego de un nuevo amanecer a tu lado...
Respiramos a la vez. Acompasamos nuestros corazones para que latan al unísono. De nuestras bocas salen "te quieros" que llenan nuestras almas. Tu cuerpo va sintiendo cómo una tensa corriente va recorriendo tu columna de arriba a abajo haciendote sentir un cosquilleo placentero y lleno de lujuria que invade todo tu cuerpo...
Una y otra vez notas cómo tu cuerpo se tensa y destensa al ritmo de mis embistes, a la vez que sientes cómo esa corriente va aumentando en intensidad hasta que es tan fuerte, que llega a convertirse en un grito pasional, en un mordisco acallado, un jadeo perdido en la profundidad del colchón, mientras notas cómo todo tu cuerpo se relaja y deja que el mio se apodere de tus entrañas con un latigazo de placentera muestra líquida que resbala por tu interior acariciandote y deslizándose de forma sutil hasta lo más profundo de tu ser...

Dejas que mi cuerpo, extasiado por el esfuerzo caiga sobre el tuyo, que lo recibe con cariño, nuevamente, como cada día al llegar a casa, mientras sigues sintiendo como mi líquido blanquecino e inocente sigue deslizándose por tu interior.
Cierras los ojos y pides un deseo. Un deseo que compartimos. Un deseo que te deja dibujada en la cara una sonrisa de felicidad y de complicidad.
Vuelves a besarme otra vez la frente, dejando que tu cuerpo agotado descanse y el sueño te venza una noche más.