Llego a casa y te encuentro en la cocina, cantando, mientras preparas la cena.
Me siento agotado, pero tu alegría me hace recuperar el ánimo y me invita a seducirte una vez más...
No has notado mi presencia y eso me da cierta ventaja.
El factor sorpresa, lo llaman...
Aunque a tí no te gustan ese tipo de sustos, te dejas llevar cuando hay un motivo tan lujurioso como éste...
Te agarro de la cintura y, después de besarte el cuello, acerco mis labios a tu oído para decirte:
- "Me ha contado un pajarito que estás sola..."
Sonríes y dejas todo lo que estás haciendo.
- "¡Ese pajarito es un chivato!. ¡Se va a enterar!. ¿Dónde está ese pajarito?".
Te das la vuelta, me abrazas y nos besamos.
- "¡Búscalo!".
Contesto pensando en qué locura se te ocurrirá hacer esta vez.
Me miras con el ceño fruncido. Algo muy travieso se te está pasando por la cabeza, lo presiento.
Pones tus manos en mi pecho y te vas dejando caer entre mi cuerpo y la meseta de la cocina. Intento no recrearme en esa imagen, pero es justo lo que vas a hacerme.
Me desabrochas el cinturón, desabotonas mi pantalón y lo dejas caer. Me acaricias por encima del slip y susurras...
- "¡Te encontré, chivato!".
Posas tus labios sobre él y jugueteas a mordermelo por encima de mi ropa interior. Me estoy excitando muchísimo y se me empieza a notar.
Bajas el slip y vuelves a susurrar:
- "¡Y encima, te me pones gallito!"
Sacas tu lengua a la vez que abres la boca y comienzas a chuparmela lentamente, pero con ganas.
Recorres mi pene con tu boca una y otra vez, a la vez que tus manos me acarician.
Creo perder el sentido mientras continúas succionándomelo, dejando que tu saliva gotée suavemente por mi escroto haciendo más placentera aún tu osadía.
Dejas mi pene bien erecto y vuelves a incorporarte. Te quitas el mandil y dejas que te despoje de tu camiseta... a la vez que hundo mi cara en tu canalillo, besando tus pechos y metiendo mi lengua por el pequeño hueco que queda entre el sujetador. Intento excitarte dejando que veas lo torpe que soy cuando me lo propongo. Te encanta ese juego.
Mis manos se posan en tus nalgas y las masajean profundamente mientras continúo con mi torpe juego. Tus manos, ahora enredan con mi pelo, que sirve de entretenimiento para tus dedos, a la vez que guías cada uno de mis pasos.
Meto mis manos por debajo del chándal y hago que éste vaya bajándose hasta tus rodillas. Luego vuelvo a subir mis manos y repito la operación; masaje en tus nalgas, me cuelo por debajo de tus braguitas y te las bajo hasta encontrarse con el chándal.
Vuelvo a subir mis manos a tus nalgas y dejo que mi pene se frote contra tu vientre. Eso te gusta y reclamas más atención hundiéndo más mi cara en tu escote unos segundos para luego sacarla y elevarla hasta la tuya para besarme con pasión.
Aprovecho el asentamiento de mis manos para elevarte y sentarte en la meseta, encima del paño que he puesto a hurtadillas para que estés más cómoda, dejando que mi pene te acaricie levemente.
Vuelves a guiarme con tus manos, esta vez hacia tu entrepierna, mientras termino de quitarte el chándal y las braguitas a la vez que estoy agachandome.
Tus manos se agarran al borde de la meseta a la vez que mis manos elevan levemente tus piernas y dejan a mi disposición una buena presentación de tu feminidad.
Dejo marcas de saliva por toda la zona a la vez que mi lengua va acariciando tu piel. Tus jadeos van indicando cuales son las mejores caricias y enseguida doy con tu mayor debilidad.
Me pides que me incorpore y te colocas de forma que la penetración sea fácil y la unión de nuestros cuerpos no se vea entorpecida por el mobiliario.
Me besas el cuello y jugueteas con mi oreja a la vez que mi pene te acaricia suavemente... Quiere entrar y tú le animas a que lo haga.
Mis manos regresan a tus nalgas y te atraigo más hacia mí. Lentamente mi pene va metiéndose dentro de tí.
Tus primeros gemidos de placer inundan la cocina.
El calor que emana de nuestros cuerpos caldea el ambiente. Empiezas a sudar y el sujetador te oprime y molesta demasiado. Me ruegas que te lo quite.
Masajeas uno de tus pechos y, a la vez, me incitas a incluírlo en el menú:
- "¿A qué esperas para chupármelo?".
Bajo mi cara y te beso el pecho. Lamo tu pezón, al que me respondes con otro gemido, y dejas que continúe el juego. Chupo con suavidad el pezón, haciendo que mi boca sea una máquina de placer junto con mi pene, que sigue penetrandote con suavidad, pero con firmeza encima de la meseta.
Tus gemidos siguen siendo el sonido predominante en la cocina, pero yo también necesito expresar cuánto placer estoy recibiendo en este encuetro y debo soltar tu pecho de mi boca.
- "¿Quieres chuparme el otro, mi amor?"
Me dices al notar que he dejado tu pezón. Tomo aire mientras sigo jadeando y vuelvo a sumergirme en un nuevo juego, mientras tú no dejas de gemir de placer.
Empiezo a penetrarte con más ganas y dejo tu pezón para volver a besarte.
El ritmo empieza a ser más rápido. Tu vagina está totalmente excitada y abierta al amor de mis embestidas, dejando que el líquido lubricante de tu cuerpo se derrame en la piedra y gotee hasta el suelo. Me pides más, y yo te lo hago más fuerte.
Nuestro encuentro se transforma irracionalmente en un embrollo de jadeos, gemidos y sonidos provocados por nuestros cuerpos, haciendo que esta máquina desenfrenada tome el rumbo irremediable del cataclismo final.
- "¡Uuuuuugggghhhhh!"
No he podido aguantar más ese éxtasis y un largo chorro de semen riega el interior de tu cuerpo, a la vez que me has abrazado con tus piernas y me empujas a una penetración más profunda. Sientes cómo eyaculo con impulsos cada vez más débiles, pero sigues sin soltarme, sonriendo mientras vuelves a besarme una y otra vez en los labios.
Dejas que te abandone a mi ritmo, mientras continúo empujándote erráticamente una y otra vez hasta quedarme agotado.
Te la saco y noto cómo el paño se humedece aún más con nuestros fluídos a la vez que me acaricias el rostro y me miras sonriendo:
- "Ha sido maravilloso. Lo he disfrutado tanto que he dejado que pasase... Espero que tú también estés satisfecho"
No estás equivocada. A pesar de que no puedo expresar una sola palabra, sabes que me has dejado muy satisfecho.
Te ayudo a bajar de la meseta y te limpias con el paño. Te vistes y te ausentas unos minutos. A tu vuelta, aún sigo apoyado en la meseta, con mi miembro extasiado de placer y recuperando el aliento.
Me das un beso en la mejilla y me pides que me vaya al salón. Vuelves a ponerte el sujetador, la camiseta y el mandil.
Retomas tus quehaceres y entonas una nueva canción.
Al llegar al umbral de la puerta de la cocina, me giro para verte de nuevo.
Estás radiante y espléndida. Llena de amor y de mí.
Me miras, me sonríes y me tiras un beso.
Todas las preocupaciones del dia las he dejado en la puerta de la entrada. Esperaré a que sirvas la cena para sentarme de nuevo junto a tí, compartir la copa de vino y el postre a una sola cucharilla.
Deseaba llegar a casa únicamente para estar a tu lado y decirte que me ha contado un pajarito que estás sola...
...y he venido a quererte un día más.
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