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sábado, 11 de abril de 2015

RE12 Un encuentro inesperado (3° parte de 3)

Verte en mi habitación me deja atónito.
No esperaba verte aquí, medio desnuda y en la intimidad de mi habitación... Ni siquiera en sueños.

Cierras la puerta suavemente y levantas la ropa de la cama. Te vas introduciendo en ella mientras con tu cadera vas empujándome juguetonamente, apartándome hacia un lado, invadiendo mi soledad...

Te tapas y me abrazas.
Me separo un poco para preguntarte qué está pasando, pero no me salen las palabras. Me acaricias la cara y me besas con pasión.
Nuestras bocas solo piensan en quedarse ahí pegadas una a la otra. Nuestras lenguas juguetean en el hueco que dejan nuestros labios. Es una sensación maravillosa.
Acaricio tu cintura, pero no quiero mostrarme demasiado impetuoso y mantengo una actitud recatada.

Aún estoy en estado de shock. No sé qué ha pasado, qué está pasando y qué va a pasar... Estoy viviendo un sueño, pero eres real... Estoy desconcertado.

Quiero seguir acariciándote, seguir cada curva de tu cuerpo, pero no me atrevo...
Me coges la mano y me guías hacia tu cadera, tus glúteos y me abandonas en tu muslo... Tengo tu permiso.

Seguimos besándonos. Nuestros labios se intercambian mensajes entrelazados con pequeñas caricias. Dejo que mi labio superior se pasee por tu labio inferior dejando un rastro de deseo expresado en cada milímetro de caminito ensalivado y de cada caricia repetida...
Te deseo en mis sueños y te deseo en mi realidad... ocupando tu eterno trono en mi corazón.

Dejo tus labios y te sigo besando en las mejillas, en el cuello, en tu pecho, por encima de la camiseta... mientras sigo deslizando mi mano por tu espalda tras dejar marcado tus glúteos con mi deseo apasionado de tener tu cuerpo más pegado al mío...
Empujas mi pecho con fuerza, provocando que me tumbe sobre mi espalda y te subes encima de mí. Descubres mi pecho desnudo y lo acaricias jugueteando con mi vello.
Me besas el cuello y me susurras al oído un "te quiero" que me deja como única respuesta "y yo" entre suspiros. Te acaricio la espalda y aprovecho para abrazarte más fuerte aún.
Te levantas, te despojas lenta y sensualmente de la camiseta que yo te he prestado, dejando a la vista unos preciosos pechos que deseo besar y hacer míos... pero me frenas y haces que vuelva a caer sobre la cama a la vez que tú te agachas sobre mi pecho para besarlo. Continúas besándome a lo largo de mi abdomen, vientre... Llegas al pantalón del pijama. Es un pantalón corto de algodón, con la goma destensada por el uso, que te resulta muy fácil apartar para dejar salir mi pene, erecto y húmedo por efecto de tu presencia.

Te colocas estratégicamente sobre él y tu lengua lo recorre desde mi escroto hasta la punta... No sé describir esa sensación, pero toda mi columna vertebral se carga de electricidad con esa primera sensación... Repites el gesto, lento, le pones más deseo y pasión, mi cuerpo reacciona con un jadeo y una incomodidad que no había sentido jamás. Quiero que sigas, y a la vez, deseo penetrarte con todas mis ganas.
Terminas de deslizar tu lengua por mi pene y, aunque no puedo mirarte por la intensa sensación de placer que me ha invadido, siento como tu boca entera engulle despacio mi pene. Humedeces con tu lengua el prepucio y dejas que se deslice por toda tu boca mientras tus labios masajean, junto con tu mano, el resto de mi miembro, que ha caído presa de tus anhelos y se vuelve mucho más erecto.
Tus contínuos masajes provocan más incomodidad por todo mi cuerpo... Me gusta lo que me haces, pero no puedo aguantarlo más... Tengo que hacer algo ya... Si no lo hago pronto me dará un ataque al corazón o me volveré loco de remate... Te acaricio la cara y mi pulgar es el sustituto de mi pene... Con él te indico que vuelvas a mí y dejes tu provocación para otro momento.
Tu boca retorna a la mía, a la vez que hago que te acuestes sobre tu espalda, sin dejar de besarnos y acariciarnos... Tu pecho ahora se convierte en un novedoso bosque en el que perderme. Tus senos, tus pezones firmes y delicados, son mi objetivo. Llevo a ellos mi lengua, caliente y húmeda, por los que me deslizo sin tregua, acompañándola por mis labios que  masajean una y otra vez tus aureolas con un ritmo sensual. Jadeas y suspiras mientras tus manos enredan con mi pelo, guiándome en mi aventura por tu cuerpo.
Dejo tus pechos y sigo besándote. Tu vientre, tu púbis... Llego a tus braguitas, y al igual que hiciste conmigo, aparto un poco la tela entre tus piernas, dejando al descubierto parte de tu intimidad. Sin saber qué hacer, me dejo llevar... Mi lengua es la culpable del mejor sonido que he oído en mi vida... De tu boca sale un gemido de placer audible en toda la habitación.
No tengo motivos para desocuparme y preguntarte qué te ha pasado... es evidente que ha sido por mi culpa y desearías que volviese a pasar... No lo pienso más y repito la operación. Otro gemido vuelve a surgir, pero esta vez más comedido, más interiorizado...
Agarro tus braguitas y las deslizo por tus piernas. Te las quito, porque no aguanto más. Meto toda mi cara entre tus piernas y dejo que mi lengua juguetée y humedezca todos los pliegues que encuentra a su paso. De vez en cuando dejo que se meta entre esos pliegues y descubra el paso hacia tu interior. Tu respiración se ha vuelto más fuerte, tus gemidos son más apasionados, tus suspiros son una mezcla de deseos y rechazos que no terminan de decidirse por nada... Mi lengua continúa entre tus piernas, cuando de tu boca sale una orden imperativa:
  - "¡Métemela ya, o me correré de tanto gusto!".

Dejo que mi pene sobresalga por encima de mi pijama mientras busco de nuevo tus senos.
Rozo con mi prepucio la entrada a tu intimidad una y otra vez, lubricando con nuestros fluídos toda tu entrepierna, facilitando que con cada roce, sea más fácil que mi pene entre en tu cuerpo.
Mientras tu cuerpo va permitiendo mi intrusión, vuelvo a succionarte los pezones con delicadeza, cosa que te enloquece y facilita aún más el acceso a tu centro de placer.
Voy poco a poco introduciendo mi pene en tu interior mientras volvemos a besarnos.
  - "¡No te vayas, Lucía!", sale de mi boca sin siquiera haberlo pensado.
  - " No puedo irme. No quiero. Soy tuya", es lo que expresas entre gemidos mientras sigo penetrándote con ritmo lento y suave.

Me levanto y te cojo las piernas a la altura de los muslos, atrayéndote más hacia mí, volviendo la penetración más acusada y sensitiva, haciendo que mi prepucio frote una y otra vez contra el interior de la pared vaginal, transmitiendo a la vez a tu clítoris una reacción explosiva de lujuria desenfrenada que provoca que hagas un ruego para que te libere. Suelto tus piernas y te recolocas, asumiendo que seguirás recibiendo todo mi cariño de la misma forma y con la misma intensidad como hasta ahora.
Te arrodillas de espaldas a mí y te dejas vencer hacia delante, a la vez que vas abriendo tus piernas y haces que tu cadera se coloque a la altura de la mía... Mi pene choca sensiblemente en tu ano...

  - "Cariño, deja que entre despacio. No lo fuerces o me harás daño".

Mi pene lentamente se va introduciendo en tu ano y tomas el control de la penetración. Es una sensación preciosa... como tú... Intento no dejar olvidado tu clítoris, que masajeo suavemente mientras tú te mueves lentamente dejando que mi pene fluya a través de tu otro agujero... Sigues sintiendo placer y se nota.
Haces que la penetración sea más ruda y salvaje cuando dejas que mi escroto golpee tu vagina repetidamente, haciendo que la cama se vuelva descontroladamente ruidosa y tus gemidos, casi gritos, ahoguen el silencio de la noche.

Un último gemido sale de tu boca a la vez que metes mi pene lo más que te permite tu cuerpo, mientras separas con tus dedos las nalgas, permitiendo que la penetración sea más acusada y accesible, a la vez que me provocas sentimientos de victoria, gratitud y culpabilidad, mezclados entre sí, deseando conocer su verdadero alcance en tu placentera felicidad.

No tardaría mucho más en sentirme bajo el yugo de tus deseos cuando mi pene escupió en tu interior un primer flechazo de amor, dejando el siguiente para tu espalda y el último que se quedó a las puertas de tu paraíso, como una rúbrica de un artista en su obra.
Tu cara mostraba una sonrisa de satisfacción plena, mientras dejabas que mi cuerpo cayese rendido al lado del tuyo, y extasiados ambos, dejamos que el sueño nos venciese.

Me desperté a la mañana siguiente con la sensación de haber vivido un sueño. Estaba desnudo y me dolía la cabeza de forma resacosa.
  - "El licor me ha sentado mal", pensé para mis adentros mientras abría la puerta de mi habitación.
Un agradable olor a café recién hecho me llegó a través del pasillo y, a la vez que me iba acercando a la cocina, iba recordando lo ocurrido anoche...
  - "Cariño, el café esta caliente" y tu beso; ésta es la mejor forma de terminar de despertar...

... pero en mi interior sigo soñando contigo...

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