Translate (Posts from originals in Spanish)

viernes, 20 de noviembre de 2015

RE33 Malditas rutinas

Llego a casa después de un día de trabajo y ahí estás, leyendo un libro, tumbada en el sofá, medio desnuda.
Me sorprende que no te hayas inmutado con mi llegada. Tienes una sonrisa pícara y maliciosa dibujada en la cara. Tus ojos no se apartan un sólo segundo de las blancas páginas teñidas con tinta.
Me muevo por toda la casa y estoy seguro de que ni me has visto entrar por la puerta. Me voy a nuestra habitación y me quito el traje. Lo voy colocando cuidadosamente, como un ritual, prenda por prenda encima de la cama para terminar colgándolo en la percha del armario.
Me visto el pantalón del pijama y me calzo las zapatillas de andar por casa. Me quedo desnudo de cintura para arriba por culpa del calor y de las pocas ganas que tengo de vestirme más.
Vuelvo a la puerta del salón y desde allí te miro de nuevo... Sigues inmersa en el libro. ¡Dichoso libro!. Ni siquiera sé de qué trata, pero me dan ganas de cogerlo y tirarlo por la ventana, a ver si así consigo devolverte al mundo real.
Sí. Estoy cansado. Quizás esté un poco repugnante contigo, pero no estoy enfadado. Espeso, que se suele decir...
Paso de nuevo por delante de la puerta del salón y continúas leyendo. Con una mano agarras el libro y la otra te la has metido debajo de las braguitas, rascándote. Sigo camino a la cocina. Me preparo un café y busco algo para comer. Tengo apetito y necesito reponer fuerzas de un dia tan ajetreado.
Me siento en la mesa y le doy el primer mordisco al bollito que tengo en la mano. Le doy un sorbo al café y vuelvo a meter el bollito en la boca.
De fondo te oigo balbucear algo. Quizás mi nombre, no sé, no estoy muy atento. Aún estoy dándole vueltas a los problemas de la oficina y la cabeza la tengo ocupada.
Otro mordisco al bollito y de nuevo, un sorbo al café. Sigo pensando en mis problemas y le doy una y otra vez más vueltas a la cabeza...

Oigo otro balbuceo tuyo de lejos. Creo haber oído que me llamas. Me levanto apurando un nuevo sorbo al café y el último trozo del bollito. Tengo la boca llena y no puedo hablar, pero seguro que podré responderte con algún gesto o con alguna otra forma de comunicación. Salgo de la cocina recorriendo el pasillo y me voy acercando al salón. Tus balbuceos son más audíbles y distingo tu voz con más claridad. Llego a la altura del umbral de la puerta del salón decidido a presentarme ante tí, pero un nuevo sonido me frena; ¿eso era un gemido?.

Me asomo tímidamente tras la pared y dirijo la mirada hacia el sofá, donde te ví tumbada al entrar. Ya no tienes el libro en tu mano, ahora tienes las dos bajo tus braguitas. Y no te estás rascando como yo pensaba, estás masturbándote bestialmente en el sofá, con los ojos cerrados y tu cara refleja el intenso placer que estás recibiendo de tus caricias digitales. El libro yace medio abierto en el suelo. Tus piernas están abiertas y tu braguita parece reventar con tus manos bajo su tela. Estás tan inmersa en el placer que no te has dado cuenta de mi presencia. Verte así me hace sentir cosquilleos. Soy un voyeur improvisado y accidental en mi propia casa.

Sigues tocándote y sacas una de tus manos para descubrirte y acariciarte el pecho. Esa misma mano te la llevas a la cara, sacas tu lengua y humedeces tus dedos para lubricarlos con la saliva. Te los vuelves a llevar al pecho y acaricias el pezón con suavidad. Estás provocándote más excitación y te retuerces aún más entre gemidos y caricias.
Mi cosquilleo se va convirtiendo en calentura y noto como la mezcla de café y bollo se me va saliendo de la boca. Me doy cuenta de que estoy perdiendo la compostura y me lo trago todo de golpe.
Empiezo a notar una presión entre mis piernas y veo cómo me voy empalmando con fuerza. El conjunto de boxer con pijama frena firmemente mi erección y eso es molesto. Decido quitármelos y quedarme desnudo en el pasillo, mirando cómo sigues masturbándote en el sofá.
Mi pene comienza a eyacular y una pequeña gotita sobresale por el glande. Estoy calentísimo ante tan buen espectáculo. Me la cojo y yo también comienzo a masturbarme contigo. Despacio, muy despacio...

Estás tan metida en tus fantasías que decides quitartelo todo inmediatamente. La camiseta me descubre que tus pechos están generosamente excitados y tus pezones hinchados. Las aureolas son más grandes y tienen un color rosado muy llamativo. ¡Joder!, ¡te chuparía las tetas como un bebé!. Mi masturbación se ha vuelto más rápida y debo ralentizarla o me correré allí mismo, escondido tras la pared del salón, sin remedio.
Te quitas las braguitas y éstas recorren tus piernas hasta los pies. La visión que me dejas es espectacular. Tus labios están hinchados y se abren invitándome a estar a tu lado... ¡quiero metértela ya!, retumba en mi cabeza. Gimes con más fuerza y tus dedos se van metiendo lentamente en tu vagina... Debo aguantar un poco más...

Estás tumbada en el sofá, con una pierna sobre el respaldo y la otra casi en el suelo, retorciéndote de placer, temblando y jadeando sin parar a un ritmo frenético. Yo sigo de pie, parapetado tras la pared y masturbándome mientras continúo mirando cómo haces lo mismo con tu cuerpo. Estoy ardiendo y mi pene está reventando por momentos.

  - "¡Te siento tan dentro de mí...!" - balbuceas nuevamente.
  - "¡Sigue así, cari, no te pares ahora...!. ¡Mmmmm...!.

¿¡Me estás follando en fantasías!?. No puedo creérmelo... Me estás subiendo aún más la moral... y la calentura. Sabía que te gustaba hacerlo conmigo, pero ser el protagonista de tus fantasías sexuales es como un chute de adrenalina directamente al corazón. No puedo resistir estar más tan lejos de tí. Necesito ser tu fantasía hecha realidad.

Quiero presentarme delante de tí, pero te mueves en el sofá y cambias de postura.
Te pones de rodillas y metes la cabeza en el hueco que forman el apoyabrazos y el cojín, dejando la cara hacia fuera, mientras tu cuerpo se coloca con el culo en pompa y vuelves a poner a trabajar tus dedos en tu sexo...

  - "¡Hazme tuya de nuevo, mi amor...!" - me ruegas fantaseando.

No puedo aguantar más. Tu cuerpo exige mi presencia y yo no puedo quedarme impasivo, detrás de la pared, mirando cómo pierdo una oportunidad así de tenerte para mí.
Descalzo, me acerco sigilosamente al sofá y me coloco a tu altura, dejando mi pene a las puertas de tus entrañas...

  - "No voy a dejar que me lo pidas dos veces." - te digo casi susurrandote.

Te sobresaltas y me miras pálida. Te he asustado, sacas tus dedos y te elevas, quedándote de rodillas encima del sofá.

  - "¿Cu... Cuándo... has llegado?" - preguntas aterrada.
  - "Aún leías cuando llegué".
  - "¡Debería haberte preparado la cena. Perdóname!" - suplicas con los ojos humedecidos.
  - "No te preocupes, cariño mío. Podemos cenar después..." - intento tranquilizarte dándote un beso - "Ahora vuelve a tu fantasía".

Te guío con suaves movimientos de mis manos a que retomes tu posición en el sofá.

  - "¿Qué estabas imaginando que te hacía?" - pregunto con curiosidad.
  - "Imaginaba que me comías y que tu lengua recorría todo mi sexo. Como hace tiempo que no me haces." - me confiesas.

Me agacho y llevo mi boca a tu sexo. Saco la lengua y comienzo a lamerte desde tu clítoris hasta el ano. Siento cómo te da un escalofrío y un gemido se te escapa.

  - "¿Así es como lo hago en tu fantasía?."
  - "¡No. Es mucho mejor!".

Vuelvo a lamer del mismo modo y al final, meto mi lengua en tu sexo. Gimes de nuevo y pones tu cuerpo más accesible a mi boca.
Uno tras otro, los lametones se van sucediendo y tu cuerpo se tensa, se relaja, convulsiona y tiembla de forma alternativa y en un caos que sólo en tu cabeza puede describirse e imaginarse.
Dejo caer un poco de saliva en mis dedos e impregno con ellos un poco más tus labios mientras sigo lamiéndote en amplias pasadas con mi lengua. Toco tu clítoris y un nuevo gemido sale de tu boca. Lo acaricio con delicadeza. Necesito saber de nuevo cómo provocar que se excite como lo hacía antes. Llevamos tiempo sin hacerlo y tengo miedo de no saber ya cómo volverte loca. Muevo mis dedos alrededor del prominente prepucio y a lo largo de todo ese pequeño cuerpecito que va endureciéndose bajo los pliegues de tu piel.
Recorro con mis dedos tus labios por ambos lados. Me dejo llevar por el momento y paso uno de mis dedos por el medio. Necesito saber cómo estás de húmedecida.
Lleno el dedo de tu flujo y vuelvo a pasarlo por el mismo sitio. Otra pasada más y otro gemido más se añade a la cuenta de mis pequeños logros. No quiero apurar nada. Sólo quiero que disfrutes el momento y conseguir que tu cuerpo caiga rendido de satisfacción.
Hurgo con la punta de mi lengua en los pliegues de tu clítoris. Tus piernas tiemblan y yo me revelo como triunfador de tus deseos. Muevo mi lengua alrededor del pequeño saliente, lo acaricio con la lengua, lo chupeteo y lo meto y lo saco de mis labios con pequeñas succiones. Es un placer al que no puedes resistirte y acabas por sucumbir. Convulsionas y me ruegas que no pare. Me parece notar más calor en tu cuerpo y tu piel se ha vuelto más suave.
Meto un dedo dejando que resbale dentro de tí. El flujo cubre todas las paredes vaginales y acariciarte por dentro se vuelve sencillo. Busco dentro de tu sexo la forma de estimularte el clítoris por la retaguardia. Mi lengua te ataca por el frente y tus convulsiones me indican que pronto cederás a mis deseos...

  - "¡Aaaahhhmmm...!".

Esa es la señal de tu orgasmo, pero no puedo quedarme aquí. Deseo recibir más de tí y quiero seguir dándote todo el placer posible...
Me pongo de pie mientras aún sigues con el culo en pompa en el sofá y dejo que mi pene se frote contra tu sexo con suaves roces. Apenas perceptibles. La gotita que rezuma en mi glande se diluye con tu flujo, proponiendo una mezcla más lubricada entre nuestros cuerpos.
Balanceo mi cuerpo levemente proporcionandote caricias insinuantes y lascivas que acompañas con gemidos entrecortados. Adelante y atrás, adelante y atrás, y mis caricias abren de nuevo tu cuerpo ofreciéndose a los placeres carnales.
Lentamente mi pene va adaptándose a tus curvas y entra sin resistencia en tu sexo. ¡Qué placer tan exquisito!.
Vuelves a gemir y acompasas mi ritmo con el tuyo. Liberas tus manos del sofá y te agarras el culo, separando los glúteos para que mi cuerpo avance sin problemas más dentro de tí. La saco y la meto con suavidad. Apoyo mis manos en tus caderas y me relajo en el movimiento balanceante de nuestros cuerpos.
Insisto en seguir acariciando tu clítoris y meto mis dedos buscando de nuevo el protuberante instrumento generador de placer. Mis caricias por tu cuerpo te provocan nuevos jadeos de placer, mis dedos cosquillean tu púbis buscando el centro del placer y me correspondes con movimientos de vaivén regulares haciendo más ruda y salvaje la penetración.
Vuelves tu mirada hacia mí y me miras con deseo y más lascivia que antes.

  - "¿Vas a correrte ya?.
  - " No. Aún tengo mucho que hacer en tu cuerpo".
  - "Pues no te explayes mucho porque mi coño está empezando a dolerme...".

Ya estás donde quería tenerte desde hace mucho tiempo...
Siempre me provocaba mucha excitación llevarte al límite, pero ahora voy a hacerlo realidad. Vas a sentir cómo mi cuerpo se revela contra tí. Vas a ser testigo de cómo un hombre como yo ha aguantado tanto tiempo las mismas rutinas, esas malditas rutinas que me han estado martirizando día tras día y por las que nunca has hecho nada.
Te sigo follando un rato más. Quiero que me supliques que te la saque ya, y no tardas mucho en hacerlo...

  - "Cari, me duele mucho el coño, vas a tener que dejarlo ya".

Ha llegado el momento. Te la saco y te cojo del brazo. Te arrastro hasta el suelo y quedas de rodillas ante mí, como una sumisa ante su amo.

  - "¿Qué haces?. Ya me he corrido para tí. Ya has conseguido lo que querías, ¿no?".
  - " Hasta ahora hemos hecho lo que querías tú, ahora vamos a hacer lo que yo quiera. No te levantes. Esto sólo acaba de comenzar".
  - "¡¿Qué?!. ¡Estás loco!. Ya hemos follado".
  - " No. Hemos follado a tu manera. Ahora vamos a follar a la mía".

Te agarro del pelo lo justo para no hacerte más daño del necesario y acerco mi pene a tu boca.

  - "¿No pretenderás que te la chupmmmmmmm?".

No he dejado que termines la frase y he empujado tu boca hacia mi cuerpo. Mi pene se mete en tu boca abierta y fuerzo un poco para que acabes por meterla más. Tu saliva pronto comienza a salir goteando por la comisura de tus labios y resbala hasta mi escroto. Eso me da mucho placer, pero no te lo diré.

  - "!Calla y come!".

Me muevo despacio y mi pene entra y sale de tu boca. Comienzan a caerte lágrimas por la cara y me miras sin entender porqué te estoy haciendo esto.
Continúo con los movimientos unos segundos más y la saco totalmente.

  - "¿Te gustaría complacerme por una vez?".
  - " ¿Es que no lo hago nunca?".
  - "Siempre te digo que me quedo con las ganas, pero crees que corriéndome me quedo satisfecho. Ahora verás que no es así".

Te ayudo a levantarte , giro tu cuerpo con brusquedad y te empujo de nuevo sobre el sofá. Abro tus nalgas y acerco mi húmedo pene al otro agujero inexplorado. Hace mucho tiempo desde la última vez que lo hice.

  - "¡Cari, por favor, no lo hagas!. Vas a hacerme mucho daño y sabes que no me gusta...".

Recuerdo que las últimas veces tu cuerpo no respondió de la misma forma. Te follaba el culo cuando tu cuerpo convulsionaba salvajemente en la cama. Nunca lo quisiste admitir, pero te gusta y te excita muchísimo sentirla dentro de tí también por ahí.

Lubrico tu ano con un dedo impregnado en saliva. Empiezo con el exterior, acariciándote con suavidad mientras dejo que mi pene regrese a rozarte los labios vaginales como al principio. Sollozas. Quiero tranquilizarte y te beso el ano con delicadeza. Dejo que mi lengua humedezca de primera mano la zona y por un momento siento que has relajado los músculos.
Sigo lubricando a base de saliva y tu cuerpo responde a mis sugerentes caricias. Pequeños gemidos comienzan a salir de tu boca. Otra pasada más de mi lengua y los músculos vuelven a destensarse. Mi dedo lubricado comienza a meterse y a explorarte el interior.  Poco a poco vas dejando que entre mi dedo un poco más y quieres fingir que no te gusta, pero no consigues engañarme. Estás muy excitada.
Acerco mi pene a tu culo y mi dedo abandona tu agujero lubricado y abierto a mi placer. El glande se queda a las puertas y no insisto, pero tu ano, hambriento de sexo, lo engulle limpiamente y con mimo... A los pocos segundos ya estoy follándotelo pervertidamente.
Tras unos minutos, decido incluír un nuevo elemento al juego. La saco despacio y me miras intranquila...

  - "¿Por qué paras?. ¿Ya has acabado?".
  - " Ahora vuelvo. No te muevas de ahí ni cambies de postura".

Me ausento brevemente del salón y me dirijo desnudo a nuestra habitación. Busco algo que hace tiempo que no uso contigo. Habitualmente lo tienes guardado en tu mesita, pero allí no está. Entonces recuerdo la última vez que lo usaste, lo lavaste y lo guardaste en el armario... Abro las puertas y busco concienzudamente. Lo encuentro en una de las estanterías de arriba, tras unas mantas. Lo cojo y también me aprovisiono del bote de lubricante. También lo necesitaré para mi próximo juego.

Llego al salón y te encuentro en la misma postura. Te acaricias el sexo y tienes metido un dedo por el ano. "¡Buena chica!", pienso a la vez que sonrío. Embadurno el aparato con lubricante y hago lo mismo que hacía con mi pene a las puertas de tu sexo. Lo muevo despacio de adelante hacia atrás y vuelta hacia adelante. Jadeas de nuevo... Continúo frotando el aparato y acerco el pene a tu culo, donde aún ocultas tu dedo.

  - "Sácate el dedo y métela otra vez" - te ordeno.

Sin decir palabra ejecutas mis órdenes y esperas a que entre totalmente dentro de tí.
Después de unas penetraciones conjuntas con el movimiento del aparato, éste se mete dentro de tí y noto cómo choca repetidamente con mi pene dentro de tí. Hago un pequeño giro en la base del aparato y éste comienza a vibrar casi imperceptiblemente. Tu cuerpo se estremece y tus jadeos se hacen más fuertes. Tengo el control de tu cuerpo y puedo hacer lo que quiera con él.

  - "¿Lo echabas de menos?".
  - " Síiiiiii... Mmmmm... Mmmmm... Sabes cómo conseguir que me lo pase muy bien...".
  - "Empezaba a sospechar que me hubieses sustituído por otro".
  - " Noooooo... Nuncaaaaaa... Mmmmmmmm...".

Un pequeño giro a la base del aparato y la vibración se hace más sentida. Mi pene resbala por tu ano como si fuese tu vagina. Quería castigarte por no tenerme satisfecho, pero estoy dándote más placer aún. No puedo creerlo.
Embisto tu culo con fuerza. Tus manos se agarran al sofá con fuerza y jadeas de forma que podrías quedar afónica de seguir así una hora más. Giro por última vez el aparato hasta llegar al tope de potencia. El aparato vibra de forma descontrolada y lo siento a través de tu cuerpo que convulsiona salvajemente. Chillas y lloras de placer entre embestidas mientras nuestros cuerpos chocan brutalmente el uno con el otro. Esto es una locura y no quiero acabar. Comienzo a sudar y tu cuerpo hace ya tiempo que lo hace entre jadeos y convulsiones.
Siento cómo el aparato entra y sale de tí con un ritmo frenético. Lo he dejado en tus manos para proporcionarte una mayor fuerza en las embestidas, pero tú le imprimes más velocidad aún.

De pronto cierras tus piernas, apretando el vibrante aparato aún en tu vagina y dejando mi pene aún más prisionero de tu ano. Tus convulsiones son tremendamente fuertes y meto todo lo que puedo mi pene hasta el fondo. Lo mantengo unos segundos así y tú lo recibes como si fuese lo más preciado.
Te la saco y tu cuerpo se derrumba en el sofá totalmente extenuado tras los orgasmos que has sentido durante todo el encuentro.

Te dejo ahí, en el sofá tumbada, rota de placer. Tu sexo está enrojecido y en tu ano pueden meterse varios dedos...

  - "Te dejo que sigas leyendo tu libro..." - me despido temporalmente...
  - "¡Aún no he terminado este capítulo!" - me gritas aún espatarrada en el sofá.

Haces un tremendo esfuerzo para incorporarte y te arrastras desde el sofá hasta mí, a un par de metros del sofá.
Mi pene sigue erecto, deslumbrante por los jugos y tú lo buscas como a un tesoro. Gateas hasta mi posición y te arrodillas ante mí, con mi pene entre tus dedos. Tu lengua sale de tu boca y lame mi escroto. Metes mis huevos en tu boca y te deleitas jugando con ellos, chupándomelos de forma alternativa, mientras tus dedos me acarician el pene arriba y abajo lentamente. Mi pene se pone más tieso aún y aumentas el ritmo de tus movimientos. Me estás excitando aún más y noto como mi cuerpo se calienta rapidamente con el hervor de mi sangre. Mi piel quema y pierdo el control de mi cuerpo momentáneamente. Tu lengua pasa a humedecer mi glande al mismo tiempo que tus labios lo acarician con ternura. Subes más el ritmo de tus dedos y comienzo a sentir un cosquilleo por el interior del miembro que me indica que muy pronto voy a sucumbir a tus malas artes... Abres tu boca y dejas tu lengua bajo mi glande, haciéndo pequeñas caricias, mientras aguardas deseosa que libere mis fluídos.
Siento cómo la presión aumenta en mi pene y tú sigues haciendo lo mismo, esperando a que todo mi cuerpo se relaje definitivamente. Cierro los ojos con fuerza y aprieto los músculos de mi vientre con todas mis fuerzas. No puedo aguantar más y suelto el primer chorro de semen.
Abro los ojos y miro tu cara mientras continúo soltando pequeños chorritos más con los impulsos que involuntariamente provocan los músculos de mi cuerpo. El semen se ha depositado en tu boca y algunos chorritos se han depositado por fuera de tu boca.
Aprietas tus dedos para que todo el líquido salga de mi pene y llegue a tu boca. Tu cara muestra satisfacción. Me miras con lascivia aún y sigues lamiendo mi pene, ahora con suavidad.

Acaricio tu pelo mientras me proporcionas unos últimos besos antes de abandonarme definitivamente. Te pones en pie totalmente desnuda y con tu cariñosa mirada sales del salón en dirección a la cocina. Coges algunas cosas y vas preparando la cena. Te sigo unos segundos después y te ayudo con la mesa.
Me pides que te ayude a ponerte el delantal. Lo hago mientras acaricio tu cuerpo y te abrazo por la espalda. Resultas atractiva con el delantal sobre tu cuerpo desnudo.
Sirves la cena y te sientas sobre mis piernas... Comes un par de bocados y no puedes evitar abrazarme y besarme. Bebes un buen sorbo de vino de nuestra copa y te acomodas mejor entre mis brazos mientras continuamos comiendo.

Pienso en que nos estamos volviendo muy rutinarios, pero hay momentos que merecen ser vividos y sentidos con pasión y sin ningún tipo de pudor. Como cuando éramos adolescentes, pero con toda nuestra experiencia.
Leer las páginas de nuestro propio libro con nostalgia y reescribirlo una y otra vez con momentos como éste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario