Las palabras de Ilse aún retumbaban en mi cabeza a la mañana siguiente. ¿Qué quería decir con eso de que una mujer sola no me satisface?.
Rodeábamos la costa turca hacia nuestro próximo destino. Ya no quería saber a dónde nos dirigíamos... Solo quería saber qué historia se iba a inventar Ilse para pasar la noche conmigo.
Llegó la noche y, tras la cena, me fui al camarote. Ilse estaba allí junto con una de las camareras de cubierta. Era muy guapa. Hablaban de mí por lo que pude deducir. La conversación se volvió acalorada después de cerrar la puerta del camarote.
Me miraban las dos de forma muy sensual, sobre todo la camarera. Tenía unas caderas perfectas, unos pechos no tan voluminosos como los de Ilse, pero igualmente provocadores. Sus ojos eran verdes y su pelo, moreno y ondulado, me indicaban que era una mujer mediterránea.
Le pregunté a Ilse por ella, y me la presentó:
- "Es Galatea. Es camarera dos cubiertas más arriba, y mi compañera de camarote".
- " Bienvenida a mi camarote" - saludé - "¿de qué estabais hablando?".
- " Hablamos de tí, cariño".
Me quedé atónito. Primero porque estaban hablando de mí. Sabía que había llegado lejos con Ilse, pero ser el tema de conversación con su compañera de camarote, ya debía ser más que una confidencia... Y segundo, ¿me había llamado "cariño"?. Me daba miedo continuar allí, con aquellas dos mujeres tan imponentes, los tres solos en el camarote.
Ilse me tranquilizo;
- "Galatea me preguntaba porqué no dormía en camarote con ella. Estaba diciendo a ella que tú eres un hombre muy bueno conmigo. Quiere comprobarlo".
- " Ahmmm... Pues sí. La trato bien y me creo buena compañía" - comentaba restando importancia.
Galatea sonreía y miró a Ilse. Le dijo algo que no entendí muy bien y se rieron las dos. Me miraron y se volvieron a mirar entre ellas riéndose.
De repente se besaron. Fue un beso tierno, largo, sincero. Yo estaba alucinando.
Se acariciaban y besaban como si llevasen mucho tiempo haciéndolo. Me dí la vuelta y estaba a punto de abrir la puerta del camarote cuando Ilse me frenó:
- "¡No te vayas!. Queremos que te quedes con nosotras".
- " Pero Ilse, yo aquí molesto...".
- "Queremos probar las dos...".
No hicieron falta más explicaciones. Sabía lo que querían hacer. Ilse quería saber si entre dos mujeres eran capaces de dominarme en la cama.
Me acerqué a la cama y ellas me acomodaron un lugar entre las dos. Me senté entre ellas y miré a Ilse. Me besó y comenzó a acariciarme el interior de la pierna que tenía más próxima a ella.
Galatea puso su mano en mi barbilla y me hizo girar el cuello hacia ella. Me besó y puso su mano en el interior de la otra pierna, con lo que ahora tenía dos manos recorriéndome las piernas arriba y abajo por dos manos distintas.
Estaba comenzando a ponerme cachondo por la situación.
Ilse fue desabotonando mi camisa y, ayudada por Galatea, me la quitaron dejando mi torso desnudo. Pusieron sus manos en mi pecho a la vez que me seguían besando.
También entre las dos consiguieron quitarme los pantalones ¡y yo ni las había tocado aún!, así que me planté y me puse a ello. Primero le quité la blusa a Ilse. Como no llevaba sujetador debajo (cosa que me sorprendió) la fuí chupando los pezones. A su vez, mis manos iban acariciándolas las piernas, llegando a meter en ocasiones las manos bajo las faldas. Dejé los pechos de Ilse e hice lo mismo a Galatea. Ella disfrutaba mucho al sentirme lamerle los pechos.
Le dí la mano a Ilse y la levanté de la cama. La puse frente a mí. Galatea hizo lo mismo. Las tenía a ambas frente a mí y me dispuse a quitarles las faldas. Una vez hecho, terminé de desnudarlas. Tenía dos chochitos frente a mí y no sabía cuál de ellos comerme primero. Metí ambos dedos corazón en la boca y los humedecí bastante. Luego los llevé cada uno a una de ellas y les masajeaba los labios mientras besaba ambos púbis por turnos. Ellas se besaban y se tocaban para aumentar su excitación.
Se notaba que eran buenas compañeras de camarote.
Ilse subió una de sus piernas encima de la cama y dejó muy accesible su chochito. Me apuré a meter mi lengua en el hueco y a lamer el clítoris sin dejar de juguetear con mis dedos. Pronto pude meter mi dedo dentro de ella.
A Galatea tuve que cogerla la pierna y dirigirla para procurar hacerle lo mismo a las dos. Estaba tan inmersa en lamerle los pechos a Ilse que no debió darse cuenta de lo que yo le había hecho a Ilse. Lamí el coño de Galatea y le metí el dedo, acariciándola por dentro. Sus gemidos empezaban a ser sonoros ya que era Ilse la que ahora le lamía los pechos.
Sin sacarles los dedos, me levanté y me puse entre ellas. Sus manos me acariciaban la polla molestandose en ocasiones. Las pedí que se tumbasen en la cama y ellas lo hicieron sin poner pegas. Continuaban con sus juegos, abrazadas, y yo continué comiendo aquellos chochitos tan apetecibles y lubricados.
Ilse se puso encima de Galatea. Tenía las dos rajitas dispuestas en la misma dirección... así solo tendría que hacer una pasada con la lengua y haría que las dos disfrutasen sin demora. Lamer aquellos coños y continuar masajeándolos provocaba en ellas un estado de éxtasis digno de los versos de Safo.
Me dediqué a aquel placer un buen rato. Estaba empalmadísimo y empezaba a sentir cómo mojaba mi ropa con el semen.
Ellas se arrodillaron en la cama y, notando que mi polla ya afloraba por encima de mis gayumbos, decidieron liberarlo. Ambas sacaron sus lenguas y comenzaron a lamerlo y a metérselo en la boca. Gozaban chupándomela.
Galatea me tiró encima de la cama y se la metió. Se movía muy despacio, sintiendo cada centímetro de mi polla que entraba y salía de su chochito... Ilse abrió sus piernas y su coño apareció en mi boca. Metí mi lengua dentro de Ilse mientras Galatea me follaba.
Estuvieron así un rato y después se cambiaron de puesto: mientras le comía el coño a Galatea, Ilse me follaba.
Al cabo de un rato, ambas me dejaron y volvieron a ponerse una encima de la otra. Esta vez Galatea estaba encima de Ilse. Yo, en pie al borde de la cama, metía y sacaba la polla de uno y otro coño por turnos. Ambos chochitos estaban muy húmedos, así que la penetración en ellas se hacía con mucha facilidad.
Tras un buen rato follandolas así, ellas se levantaron. Estaban temblorosas y muy ardientes. Me sentaron en la cama y Galatea se sentó encima de mí dándome la espalda. Ilse se puso a un lado y la volví meter los dedos al mismo tiempo que chupaba sus generosas tetazas. Temblaba mucho. Galatea subía y bajaba follándome a un ritmo frenético. Ambas gemían escandalosamente hasta que Ilse, sin poder aguantar más, se corrió de una forma espectacular. Galatea, casi al mismo tiempo, chillaba a la vez que por mis piernas notaba cómo una lluvia de gotitas se deslizaban hacia el suelo. Había conseguido que las dos se corriesen casi a la vez.
Me dejaron y me pidieron que me levantase de la cama. Ambas se arrodillaron frente a mí y volvieron a chupármela por turnos. Ilse estaba loca. Quería mi semen a toda costa. Me la cogió y a la vez que Galatea se la metía en la boca, ella me masturbaba con mucha energía.
Cuando sintió que me iba a correr, unieron sus caras y sus lenguas. Yo me corrí con unas ganas tremendas y el chorro que salió de mi polla las llenó la boca. Ilse se la volvió a meter en la boca mientras Galatea me miraba complacida y se relamía el semen que tenía alrededor de los labios.
Cuando terminaron, Ilse me dijo que se iban a duchar juntas. Quise acompañarlas, pero la ducha era muy pequeña para poder entrar los tres en ella.
Me quedé tumbado en la cama escuchando nuevos gemidos provinientes del baño. Una vez salieron del baño, entré yo y me duché tranquilamente.
A mi regreso, cada una ocupaba un lado de la cama. Me tenían reservado el centro para estar accesible para ambas. Me abrazaron y se besaron encima de mi pecho. Después, cada una me besó y se recostaron en mi pecho.
Estaba satisfecho por haber complacido a ambas mujeres. Galatea me acariciaba la entrepierna. Me sentía tan animado, que pronto me volví a empalmar. Ella se sorprendió y le dijo algo a Ilse. La respuesta no la tranquilizó. Me miró y yo la besé. Sonreía.
Amanecimos los tres frente a las costas de Lesbos. Comprendí qué había pasado esa noche y agradecí a los dioses un nuevo día en tierras griegas.
Una nueva isla debía ser descubierta y conocida.
Pasamos el dia en Lesbos. Al llegar la noche, al entrar en mi camarote, sólo Ilse me esperaba.
- "¿Y Galatea?" - pregunté desconcertado.
- "Ha quedado fascinada con tu virilidad. Pero no volverá".
- " Es una pena. Me sentí muy a gusto con ella y contigo en la cama".
Zarpamos rumbo a la península helena. Ilse se metió en la cama y me animó a acompañarla. La noche era tranquila y estrellada.

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