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viernes, 6 de noviembre de 2015

RE26 El Crucero (Míkonos)

Me desperté en mi camarote.
Aún no había amanecido, pero entraba algo de claridad por las ventanitas del camarote y fuí despejándome. ¡Me dolía tanto la cabeza!.
Quise sentarme en la cama, apoyando mi espalda contra el cabecero e intentar recordar lo que había pasado cuando al apoyarme sentí otro cuerpo a mi lado.
Por la escasa claridad que había en la habitación no distinguía quién era, pero sin duda alguna se trataría de alguna pasajera que aprovechando mi estado de embriaguez habría tonteado conmigo y hubiese acabado en el camarote conmigo.
Tenía una hermosa melena rubia que debía llegarle a la cintura. No quise despertarla. Me resultaba romántico que una mujer durmiese tan plácidamente a mi lado sin salir huyendo como habitualmente hacían mis amigas después de una noche de fiesta.
Intenté escurrirme para ir al baño y noté que estaba totalmente desnudo. La miré y comprobé que ella también estaba desnuda. Por lo menos la noche había sido provechosa. Por un momento me sentí afortunado.
Me levanté torpemente y fuí desde mi lado de la cama hasta la puerta del baño dando tumbos hasta que tropecé con una silla. En ella había un uniforme naviero. ¡Qué bien!, había triunfado con una camarera del bar. Entré en el baño aún medio dormido, medio atontado, cuando sonó una alarma que parecía provenir de un teléfono móvil.
La sentí desperezarse después de parar la alarma. Me buscó en la cama y notando que no me hallaba en ella, descubrió que yo estaba en el baño meando. Me la sacudí un par de veces y me dirigí de regreso a la cama aún dando tumbos.
Ella se recostó de lado y abrió las sábanas para recibirme en la cama. Me dejé caer y me quejé de mi estado;
  - "¡Me va a reventar la cabeza!".
Cerré los ojos y noté cómo ella me acariciaba cariñosamente la cara. Noté sus labios dándome un beso en la sien. Me dejé hacer y ella procuró que estuviese cómodo a pesar de todo.
  - "¿Qué pasó anoche?. No recuerdo nada...".
  - "Tú bebes mucho alcohol y yo te acompaño aquí".
Mis ojos se abrieron como un resorte y me giré para ver que no estaba soñando. Sus ojos azules se abalanzaron sobre mí en la penumbra y sus labios besaron los míos.
Una vez se separaron nuestros labios pronuncié su nombre:
  - "¡Ilse!".
  - " Si. Soy yo".
  - "Pero... ¿qué paso?".
  - Tu bebes. Te acercas a mí y dices muchas cosas bonitas. Me haces reír y después me pides que te acompañe hasta aquí. Yo te ayudo a llegar y te vuelves muy cómico queriendo ser sexy conmigo. Luego, aquí en la habitación, te desnudas y dejas caer tu cuerpo en la cama. Me pides que no me vaya y que me quieres ver desnuda solo una vez. Me quito ropa y me dices más cosas bonitas. Quieres que me tumbe a tu lado y te duermes abrazado a mí. Al final, yo me quedo dormida también, hasta ahora. Has sido muy bueno conmigo.
La historia de Ilse me deja anonadado. ¿Cómo es posible que consiguiera que durmiese conmigo y no follármela?. ¡Es de locos!.
Ella volvió a besarme y se giró, sentándose al otro lado de la cama. Su desnudez iba iluminando la habitación lentamente, como el sol radiante que comenzaba a despuntar por el horizonte. Las sábanas acariciaban la suave piel de la noruega. Deseé tocarla, otra vez, era una diosa al alcance de mi mano y se me iba a escapar... ¡No podía permitirlo!.
Ella se levantó y se fue a uno de los ventanucos que dejaba entrar los ígneos rayos del sol naciente. Su piel se volvió anaranjada y tuve una buena panorámica de su trasero.
  - "Míkonos. Estamos llegando a puerto. Debo irme ya".
La noticia me dejó desolado. Observé cómo la perdía poco a poco. Se puso las braguitas, la falda, la camisa y la chaqueta sin poder evitar que lo hiciese.
Entró en el baño y se miró en el espejo. Se aseó y recogió el pelo para ponerse ese sombrerete naviero que la hace tan perfecta...
Se calzó los zapatos de tacón bajo y se dispuso a salir por la puerta del camarote cuando se volvió hacia mí;
  - "Disfruta de Míkonos. Es muy bonita y tiene mucho comercio".
Sí. La había perdido. Atravesó el umbral y cerró la puerta tras de sí. Me dejó en el camarote totalmente absorto en el pensamiento de haberla tenido para mí sólo toda una noche y, sin embargo, había sido incapaz de disfrutar de ella.
Me quedé de nuevo dormido entre mis lamentos hasta que unos contínuos golpes fuertes en la puerta me desvelaron.
  - "¡Eh, chaval, despierta!. El desayuno lo sirven en breves y hemos quedado en vernos en la isla".
La voz era familiar. Uno de los del grupo se transformó en mi despertador particular.
  - "¡Vooooy!" - intenté medio gritar para hacerme audible. La garganta me dolía ahora tanto como la cabeza. Estaba hecho un desastre.
Me levanté apesadumbrado y me fuí al baño. Deseaba que no se hiciese muy habitual este recorrido. Me aseé y me vestí con lentitud aunque yo creo que lo estuve haciendo bastante rápido para mi estado.
Salí por la puerta y me dirigí al comedor. Ya no iba dando tumbos, aunque sí continuaba mareado por el alcohol. Llegué al buffet y pedí un café bastante cargado. La camarera supo que lo necesitaba y me lo sirvió. Me preparé unas cuantas tostadas y cogí mantequilla y mermelada para untar.
Me senté en una mesa vacía con mi bandeja y unté la primera tostada. Me había sentado enfrente de los ventanales, donde las vistas de la isla eran magníficas.
Sorbo a sorbo, y mordisco a mordisco acabé el desayuno, ya más despejado, y abandoné el buffet.
Me apeé del buque y busqué alguna cara familiar mientras caminaba al descubrimiento de un nuevo paraíso.
Me quedé fascinado por aquella pequeña "venecia" de casas blancas y molinos de viento que me recordaban a La Mancha.
Al otro lado del puerto vi una bonita  playa muy concurrida, pero decidí no quedarme allí, así que me alejé un poco del bullicio turístico y me propuse hacer un turismo más rural. Así llegué a una pequeña cala que se abre a una playa de arena fina y blanca.
Me descalcé y dejé que la arena me cubriese los pies. A mi cabeza me llegó la imagen de Anthony Quinn bailando en la película "Zorba, el griego" y me dejé llevar.
Agotado tras unos minutos de baile frenético me tumbé en la arena. Después paseé por la isla, conociendo isleños y visitando algunos de los numerosos templos.
Horas después regresé al buque. Allí me encontré con mis compañeros de viaje que, preocupados, me hicieron toda clase de preguntas.
Me contaron que habían ido a Delos, la isla más cercana, por la mañana y que habían visitado un montón de lugares emblemáticos. Desconocía que se pudiese hacer aquel recorrido turístico. Lamenté no haberles acompañado, pero no de haberme quedado en Míkonos.
Volví a mi camarote para asearme y cenar con ellos en tierra, ya que nos permitieron quedarnos hasta media noche.
Desembarqué de nuevo y fuímos a cenar a un restaurante muy cuidado. Charlamos de las excursiones y más tarde regresamos al buque.
Me despedí de ellos y entré en mi camarote. Encima de la cama encontré una nota de Ilse:
  - Espero que te haya gustado Míkonos, pero hay un lugar que aún no has visto...
Las palabras de Ilse me dejaron perplejo. ¿Qué no habría visitado que ella quisiera enseñarme?. Aparte, ya habíamos zarpado, así que no era posible que pudiésemos desembarcar y recorrer las callejuelas de Jora.
Minutos más tarde ella entró en el camarote.
  - "¿Has leido mi nota?".
  - " Sí. Y no entiendo qué quieres enseñarme ahora que ya hemos zarpado".
Se quitó el sombrerete, se soltó la melena y se desabrochó un par de botones que dejaron descubiertos parte de sus pechos. Se acercó decididamente y nos besamos.
La abracé y la atraje hacia mí para que esta vez no se me escapase, pero ella interpuso sus manos entre los dos y me apartó.
  - "Esta noche no puedo quedarme. Tengo vigilancia nocturna. Mañana nos vemos otra vez".
  - "¿Y eso que querías enseñarme?".
  - " Lo siento. No puedo hoy".
Me besó de nuevo y se arregló antes de salir por la puerta.
Yo me quedé triste y empalmado. Empalmado hasta más no poder porque esperaba pasar nuevamente la noche con ella. Una noche que pasaría a la historia helénica como el Big Bang de los polvos... y que quedó en una pedorreta, como la de los globos al desincharse súbitamente.
Me acosté y me dormí. A la mañana siguiente atracaríamos en la gran isla de Creta.

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